Detrás de la Pared

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Detrás de la Pared

Por: Edith Piñas Navarro

Fue una noticia impactante que conmovió a todos los habitantes de la ciudad cuando salió en las noticias.

Los operarios estaban reformando el local de un edificio del centro histórico que se encuentra justo al lado del ayuntamiento. En él encontraron algo que les hizo parar y llamar a la policía. Dicho edificio tiene más de doscientos años, formando parte del núcleo urbano más antiguo de la ciudad.

En él se dice que hubo la primera farmacia de la ciudad. Salieron imágenes y yo recordé haber acompañado a mi abuela a comprar los medicamentos. Ella siempre había ido allí, decía que eran unos verdaderos profesionales y mientras pudiera caminar seguiría yendo a por las medicinas allí.

Recuerdo que tenía las paredes revestidas de madera oscura. En todas ellas había estanterías con botes de hierbas de porcelana con el nombre en latín. A mí no me gustaba ir, en el aire siempre había un olor que me desagradaba. Allí, los boticarios como decía mi abuela, preparaban las fórmulas magistrales en la rebotica. También lo recuerdo lúgubre, apenas entraba luz, me recordaba a los magos de las películas y yo sentía miedo y me cogía fuerte a la mano de mi abuela y no me soltaba hasta que salíamos a la calle.

El lugar lo veía enorme y frío, teniendo en cuenta que yo era una niña pequeña. Más tarde cuando crecí ya no me parecía tan grande ni me daba tanto miedo. Un día, creo que fue el último que acompañé a mi abuela, mientras esperábamos sentadas a que nos atendieran me puse a observar los frascos de las estanterías, eran preciosos. Cada uno tenía un dibujo aparte del nombre del contenido; todos alineados perfectamente y en orden alfabético. Podía leer; alcanfor, cantáridas, manzanilla y otros que no sabia qué era como: castor o «acet plumb». Después mi mirada se fue hasta el techo y descubrí una pintura preciosa que hasta entonces no sabía que estaba allí. Me sentí transportada en el tiempo.

Un tiempo sin prisas, quizás por eso le gustaba ir a mi abuela. Ya la conocían y le preguntaban por la salud y hablaban de cómo estaban los precio, el tiempo o cualquier otro tema, y lo hacían con cualquier otro cliente, veían que se interesaban por ellos.

Ya hace tiempo que no voy por allí. Con el paso del tiempo pusieron farmacias más cerca de donde vivía y con las prisas que generan el trabajo, los hijos y la casa cada minuto es importante para perderlo.

Hoy viendo las noticias, me he quedado helada al ver el lugar de los hechos. Yo conocía aquel lugar, había estado allí cientos de veces.

En un instante me llevó a mi infancia y me recordó a mi abuela. Los periodistas explicaron cómo estaban trabajando. Primero quitaron con cuidado las paredes de madera y todo el entramado de estanterías, lo que les llevó bastante tiempo. Y lo fueron llevando a poco a poco a su nuevo destino, al hospital real. Allí lo restaurarían para exponerlo como parte de la historia de nuestra ciudad. Y la pintura del techo también formará parte una vez la hayan restaurado al igual que todos los botes de porcelana.

Los trabajadores se quedaron de piedra cuando comenzaron a derribar la pared de la derecha para ponerla recta ya que hacía un ángulo extraño. Allí encontraron un hueco donde se hallaba un esqueleto. A su lado había un baúl, un libro, restos de velas y unos recipientes en los que quedaban restos de comida. Rápidamente llamaron a la policía que no tardó en presentarse en el lugar del suceso. Ahora las obras permanecerían paradas hasta que los agentes hubieran hecho una buena inspección.

¡Yo no me lo creia!

Durante unos días fue el tema principal del telediario ya que cuanto más excavaban más material salía a la luz. Me parecía macabro enterrar a una persona viva, porque eso fue lo que dijo el periodista, fuera el que fuera su delito. A medida que la investigación avanzaba más perdidos iban.

El resultado que salió al hacer el análisis de los huesos sorprendió a todos, ya que el hombre llevaba allí unos cuantos siglos.

Los ciudadanos especulaban con la noticia y si encontrarían algo más. La mayoría de las personas habían estado allí al menos una vez en su vida, porque ellos, los farmacéuticos en la rebotica preparaban remedios naturales para aquellos pacientes que lo demandaban. Y mucho de los estudiantes de farmacia habían hecho sus prácticas en aquel centro de sabiduría ya que había pasado de generación en generación hasta el siglo XX.

Ninguno había sospechado lo que se escondía detrás de la pared. Los nuevos propietarios siguieron con la misma actividad durante otras dos generaciones pero al final no tenían quien los sustituyeran y cerraron.

El ayuntamiento había hecho un listado de edificios históricos y singulares de la ciudad, y esta farmacia tenía un lugar en el catálogo de protección, de ahí que los operarios trabajaran con cuidado al principio para no dañar los elementos que una vez restaurados se quedarían expuestos en el Hospital Real donde se podría ver la belleza y elegancia de los elementos.

Con el paso de los días la noticia iba perdiendo interés, existía más mundo, pero yo seguía estando muy intrigada y quería seguir estando al día de las novedades. Para ello hablé con mi primo que era policía y él no me contaba los avances de la investigación, sólo que el caso estaba cerrado y ahora era tema de los científicos. Los historiadores y científicos continuaron su investigación en el laboratorio. Entre las pertenencias del hombre emparedado se encontró un diario, los especialistas trataban de descifrar su contenido pero no lo lograron hasta que llamaron a un profesor catedrático de lenguas muertas, ya que estaba escrito en un idioma que no conocían.

Yo me desanimé un poco aunque comprendía que se necesitaban muchas horas de estudio para aclarar el tema.

Un día viendo la tele me enteré que el profesor había podido traducir el diario del hombre emparedado. Ya había pasado un año y yo me había olvidado del tema. Según decía el comunicado el nombre del individuo encontrado era Ibrahim. A este señor lo habían castigado por querer casarse con la hija de los amos de la casa.

El joven fue escribiendo en el libro hasta que no tuvo más fuerza ni esperanza de poder salir de allí. Dejó escrito su nombre y sus pensamientos durante los días agónicos que pasó en aquella tumba. Con dichos datos los historiadores especularon que cuando fueron a por él ya había fallecido. No se saben si lo dejaron a propósito para vengarse o se olvidaron de él. De ahí la incógnita de los recipientes con comida y agua.

El ayuntamiento había decidido hacerse cargo de los gastos del entierro del pobre Ibrahin que vivió y murió sobre el año 1800.

Vaya mala suerte que corrió el pobre hombre, enamorarse de la persona equivocada.

Me dio mucha pena saber lo ocurrido aunque ya habían pasado tantos años. La vida te sorprende, pero en cuestiones de amor sigue siendo igual a pesar de los siglos.

No se toleran bien a las personas que sean de otras razas o religiones que sean distintas a las que se practican en el país. Si todos fuéramos más tolerantes unos con otros seguro que la convivencia sería mucho mejor.

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