Recuerdos

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Recuerdos

Por: Edith Piñas Navarro

Hoy es un día cálido de primavera y he decidido salir a caminar. Mis piernas me han llevado junto al mar, me gusta que el agua me moje los pies. Después de un breve paseo me he sentado en una piedra del espigón, éste era tu lugar preferido. Solías venir aquí para pescar, decías que aquella actividad te relajaba aunque no pescaras nada. Ya no estás conmigo, falleciste hace años, si no fuera por las fotos, creo que no recordaría tu rostro. Hoy no estoy sola, hay un grupo de jóvenes que rompen el silencio con sus voces y sus juegos, seguro que han faltado a clase.

Venir aquí y sentir el olor a sal, la brisa en mi cara, me hacen recordar el verano aquel cuando nos conocimos, aunque no es el mismo lugar. Yo era una chica joven que había conseguido mi primer trabajo y cuando me dieron vacaciones lo celebré yendo a la playa con unas amigas. Nos instalamos en un camping próximo al mar. Allí te conocí, Jesús. Eras el encargado de las actividades y en especial de los paseos en caballo. A mí me daba un poco de miedo, los veía muy grandes y no me atrevía ni tan solo estar cerca de ellos. Al final Claudia me animó para que me apuntara al menos a una clase, porque ellas lo habían hecho y no querían dejarme sola. Al principio me costó un poco confiar en el caballo pero tú me enseñaste a confiar en él, cómo se le debía tratar y después de un par de días me animé y seguí con ellos durante todas las vacaciones. Tú eras un hombre amable y risueño, tenías una gran sensibilidad con los animales y yo caí en la flecha de cupido. Eras mayor para mí, pero había algo en la atmósfera que hacía que nos atrayésemos como los imanes.

Las vacaciones llegaron a su fin y antes de que me fuera nos intercambiamos los números de teléfono. Los primeros días sí que hablamos pero, poco a poco nos fuimos distanciando, no volvimos a saber nada el uno del otro.

Unos años más tarde mis amigas y yo volvimos al mismo camping de las primeras vacaciones para estar juntas por última vez. Claudia se marchaba a vivir fuera por motivos de trabajo, Celia se casaba porque se había quedado embarazada y no sabíamos cuándo nos podríamos juntar de nuevo. Nunca sabemos lo que la vida nos depara, así que teníamos que disfrutar al máximo.

Yo me sorprendí muchísimo al verte cuando al apuntarnos a las actividades. Era como si las agujas del reloj no se hubieran movido nunca.

¡Qué sorpresa nos llevamos todas! No me lo creía. Estuvimos hablando un rato y como tenías trabajo quedamos para tomar algo por la noche. Yo estaba nerviosa, no esperaba verte en este lugar después de tantos años. Me quedé mirándote mientras te alejabas, a pesar de los años seguías igual, tu cabello tenía unas canas pero te encontré más guapo que antes.

Mis amigas empezaron a reírse y a comentar que pronto habría boda. ¡Qué estupideces decís! Seguro que a estas alturas tiene esposa e hijos.—dije. Pero en el fondo me gustaría continuar donde lo habíamos dejado. Esperaba con ansias que llegara la salida de la luna.

Yo tuve una relación después y fue un fracaso. A veces te recordaba con cariño pero yo por entonces era una joven con ganas de comerme el mundo y no me veía casada.

Por la noche fuiste a buscarme a mi bungalow y me convidaste a cenar. Allí en el restaurante nos pusimos al día. Me explicaste que tenía un despacho de abogacía y que cuando el antiguo dueño de camping se jubiló decidiste comprarlo por nostalgia y ahora te pasaba de vez en cuando para supervisar. Yo también te conté mi vida, ahora trabajaba de comercial para una empresa alemana y me iba muy bien, viajo a menudo.

Nos encontrábamos sentados uno frente al otro y sentía que el tiempo no había pasado. Estuvimos recordando cuando nos conocimos y cómo al final me enseñaste a montar. Cuando me acompañaste me dijiste que al ver las reservas querías ser tú el que me dieras las llaves, jugabas con ventaja.

Los dos sonreímos. Ambos estábamos solteros, nuestras relaciones anteriores no funcionaron, y tú comentaste que era cosa del destino, teníamos que reprobarnos para estar juntos. Después de cenar nos fuimos a dar un paseo por la playa y quedamos a la mañana siguiente para montar a caballo.

En la puerta de la cabaña me comentaste que cuando revisaste las reservas querías comprobar si de verdad era yo.

Mis amigas se pusieron muy contentas, por fin estaba con el hombre adecuado. Tú ibas y venias, no podías dejar el despacho hasta que terminaras un asunto que tenías entre manos, y la última noche que pasé en el camping me propusiste matrimonio. Yo acepté enseguida. No tardamos en preparar la boda, ya habíamos pasado demasiado tiempo separados. Fue una celebración sencilla, solo familia y unos cuantos amigos, los más íntimos.

Enseguida tuvimos familia, gemelos. Éramos una familia feliz. Soñábamos en hacernos ancianos juntos, en tener nietos y sobre todo disfrutar de la compañía el uno del otro. Pero el destino nos tenía otra cosa guardada.

—¿Sabes una cosa, Jesús? Hoy nuestros hijos me están preparando una fiesta sorpresa. Me tendré que hacer la sorprendida, qué gracia ¿Verdad? Siempre sabíamos cuándo tramaban algo, se les notaba en la cara.

Qué rápido pasa el tiempo y qué poco lo pudimos disfrutar. Todo mi mundo se esfumó cuando me comunicaron tu muerte. Te había dado un infarto y las agujas del reloj se pararon para mí. Seguro que allá donde te encuentres estarás orgulloso de tus hijos. Te hablo a menudo de ellos y ellos te echan de menos.

No tuve tiempo para llorarte, ni para deprimirme, tenía una familia que tirar para adelante, aunque cuando me iba a dormir lloraba hasta quedarme dormida. Fue duro durante días y días. No pudimos despedirnos, eso fue lo peor de todo. Todavía te extraño, a pesar de los años transcurridos. Pero estoy contenta de haber estado casada contigo, de tener unos hijos maravillosos.

Sigo viniendo a la playa para estar más cerca de ti y poder recordarte con serenidad. Ya no lloro, me siento afortunada de haberte encontrado y haberte tenido a mi lado. El próximo día te contaré cómo ha ido esa fiesta en la que tu no estarás presente, pero sí dentro de los corazones de todos nosotros.

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