Misteriosos Hermanos

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Misteriosos Hermanos

Por: Tejedora de Sueños

En la calle del Obispo hay una casa embrujada. Los habitantes del pueblo recuerdan que hace tiempo, vivía en ella una familia compuesta de madre, padre, con dos hijos adolescentes: un varón y una nena. Sus vidas trascurrían en ese estado de letargo en el cual es imposible que suceda algo anormal.

Cierto día, su vecina doña Anunciada vio a los dos hermanos jugando entre los árboles, haciendo cosas de las cuales se practicaban en la intimidad.

Doña Anunciada, que era muy devota del Sagrado Corazón De Jesús y confidente del padre Carmelo se, santiguó varías veces antes de dar un paso, porque era un escándalo por ser hermanos.

Silenciosamente siguió su camino llegando a la iglesia en plena hora de la siesta, pero era urgente la novedad que portaba. No tuvo reparo en golpear la puerta del departamento del cura despertándole de su plácida siesta.

¿Quién será a esta hora? El Padre Carmelo era duro de cabeza donde su capacidad de razonamiento no se le podía pedir nada recién despertado. Era un cura que nunca salió de ese agujero provinciano y se escandalizaba de todo lo que salía por televisión. Se abrochó los botones de la sotana, abriendo la puerta de la sacristía . ¿Qué pasa?

Padre he visto a los hijos del cacique cayendo en el pecado. Ella le contó lo sucedido y el sacerdote dijo: Voy a ir hablar con sus padres. Salió y se encaminó a esa casa donde perfumaba misterio. Al llegar tocó a la puerta saliendo a abrir una sirvienta. ¿Qué desea Padre?

—¿Están lo señores?

Sí. Entre voy a anunciar su llegada.

Esperó en el vestíbulo pensando cómo iba a dar una grave noticia. . En ese momento los hermanos se estaban vistiendo junto al árbol donde les vio Doña Anunciada. Los padres recibían al cura Carmelo sin sospechar la revelación que les iba hacer saber.

—Buenas tardes ¿Qué desea?

—Es un tema delicado.

Los tres pasaron al salón donde estaba la madre sentada en un sillón haciendo ganchillo. Cuando el Padre entró ella se levantó para darle un beso en la mano. La sirvienta trajo café y unas pastas. Salió y cerró la puerta. Doña Fernanda era la sirvienta de la casa. Se escondió entre las cortinas siendo el único testigo del acontecimiento. El sacerdote no ahorró detalles como si él lo hubiera visto con sus propios ojos, revelando aquel secreto a voces en las comidillas del pueblo. El padre escucho atónito. Montó en cólera golpeando mesas y sillas. La madre no parecía reaccionar, durante unos minutos permaneció callada y ausente, luego rompió en llanto, unos segundos después se desmayó. Entre su marido y con ayuda del cura la subieron hasta la planta superior donde estaba la habitación del matrimonio. Fue depositada en el lecho, matrimonial parecía estar muerta. El cura pensó en darle la extremaunción. Doña Fernanda salió corriendo y cuando estaba llegando al sitio descrito por Carmelo, se encontró con los jóvenes que regresaban, ignorantes de lo sucedido. Con pocas palabras, les puso sobre aviso. No sabían si huir precipitadamente, o tratar de ver a su madre que estaba más delicada. Optaron por la segunda, entendiendo que si huían era como declararse culpables. Para generar mayor confusión al acusador, llegó primero el varón entrando en la vivienda como si nada hubiera pasado. Su padre reaccionó violentamente queriendo tomarle por el cuello y asesinarle. El joven, rápido en reflejos pudo ponerse a salvo y quiso conocer lo sucedido. Cuando Carmelo contó lo que sabía, lo desmintió de inmediato acusando al cura, de difamador. Carmelo no tuvo más remedio que delatar a su informante siendo tildado de crédulo. El joven dijo:

—Doña Anunciada os tiene celos, para quedarse con unas propiedades de la familia.

El padre Carmelo se rindió, se dio cuenta de que había obrado como ingenuo. En ese momento llegó la muchacha, fingiendo ignorancia, cuando supo el asunto fingió un desmayo. Doña Fernanda había entrado por la puerta trasera, subió a la alcoba sin que nadie la viera encontrándose una escena dantesca. Bajo las escaleras agitada y gritando.

—Señor su esposa sé ha cortado las venas.

Todos subieron rápidamente para saber si era cierto lo que había dicho la sirvienta. El médico certificó una muerte causada por un suicidio. Estos terribles acontecimientos trajeron más desgracia. El Padre Carmelo cayó en descrédito y también Doña Anunciadora. El domingo sólo acudieron a misa los cinco pobres del pueblo que vivían de las limosna. El resto prefirió rezar en sus casas y así siguió la situación hasta el obispo envió un nuevo cura recién salido del seminario. Con el tiempo se comenzó a ver el fantasma de la infortunada madre rondando la casa dando muestra del deterioró familiar. Algunos decían que andaba por las noches con un cuchillo en la mano, con el cual se había cortado las venas y profiriendo gritos espeluznantes. El padre desapareció un día, nadie supo a donde fue, pero era evidente que no podía soportar al fantasma. ¿Dónde están los hermanos?
Dicen que los han visto por Madrid, muy tranquilos cogidos del brazo, acarreando un cochecito de bebé.

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