Paridad Informativa Deportiva

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Paridad Informativa Deportiva

Por: Electra

Desde pequeño mi pasión fue el futbol. A falta de poder ser un buen jugador, ni siquiera mediocre por un problema médico, estudié periodismo. Lo único que me interesaba era ser reportero deportivo de fútbol. Mis padres intentaron en vano disuadirme de ir por ese derrotero; no veían mucho futuro en mi decisión y tanto mi madre, abogada, como mi padre, médico, trataron de convencerme de las excelencias de su profesión.

Mi inconstancia en los estudios hizo que me costara un par de años más acabar la carrera. Sin embargo, a los pocos meses de obtener el título, me llamaron para representar a un club local. No puedo decir que me alegrara porque estaba viviendo una época de mi vida dedicada a fiestas, juergas y parrandas. Me vino bien empezar a trabajar, para asentarme y moderar el ritmo frenético y malsano que llevaba. Pronto descubrí que, aunque era un club pequeño, había cierto «tufillo» a corrupción y mangoneo. Me hice el loco y me limité a implicarme en mi trabajo, quizás más de lo que debía. Propuse innovaciones, como la creación de una página web del club, concursos y premios entre socios,…Terminé teniendo disponibilidad total, es decir a cualquier hora me llamaban y tenía que subir una reseña, realizar una entrevista,… No tenía días libres, casi ni vacaciones.

Eso fue mi lanzamiento y otro club de futbol mucho más potente me hizo una suculenta contraoferta de trabajo. Acepté rápidamente. Lo que en el otro club intuía, aquí se manifestaba más claramente. Todas las decisiones e informaciones eran supervisadas por el presidente, un tipo regordete que fumaba continuamente puros habanos, que se encargaba de filtrar y pulir. A mí me trataba como a un niño y, haciendo gala de su amabilidad, me daba unas palmaditas en la espalda a la vez que me decía «Muy bien chaval, pero esto no lo pongas. No queda bien. A nadie le interesará saber eso».

No me encontraba cómodo teniendo que comerme tantos sapos. Por eso me empecé a preparar para acceder a una plaza en los informativos deportivos de televisión. Buscaban un profesional polivalente, capaz de manejar diferentes lenguajes, soportes y herramientas en tecnologías de la información y comunicación, con competencias y destrezas en el proceso de producción en programas informativos y de actualidad, con habilidades para elaborar textos, gráficos, imágenes, sonidos y sus posibles combinaciones, preparado para adaptar contenidos a los formatos de televisión, radio, redes sociales, páginas web, con presencia y buena locución delante de las cámaras y apoyar las labores de la edición. Y ahí estaba yo. Desconozco si gozaba de todos esos requisitos o el porqué me seleccionaron (quizá fuera mi empeño). El caso es que estaba dentro del mundo televisivo. ¡Menudo reto!

Cuando llevaba unos meses, hubo un cambio en la dirección general de la televisión. La nueva directora nos reunió a todos los periodistas dedicados al deporte para explicarnos nuevas normas. Nos «exigió» que debíamos informar a partes iguales de un deporte masculino, con el mismo tiempo referido al realizado por mujeres. Es decir, si se dedicaban 10 minutos para hablar de futbol masculino, debíamos incluir otros 10 para hablar de futbol femenino. Y así con el resto de deportes. Además era necesario repartir el tiempo entre diferentes deportes a partes iguales y nunca el futbol tendría más tiempo ni sería el primero en salir en antena. Lo llamó «paridad deportiva informativa». Todos y todas protestamos (aquí ya existía igualdad porque había el mismo número de mujeres que hombres periodistas), porque nos parecía inviable encontrar noticias del deporte femenino, al que no conocíamos ni teníamos acceso. De eso se trataba nos dijo, de que moviéramos el culo y buscáramos y pateáramos la calle en busca de mujeres deportistas. Yo pensé que aquello no tendría mucha continuidad porque la gente quería futbol y más futbol, y sobre todo futbol masculino, con mucha testosterona.

Me equivoqué totalmente. Primero porque pudimos descubrir grupos de mujeres en todo tipo de deportes, que luchaban ferozmente casi por nada, solo por el placer que da el deporte. A veces con dificultades para competir con otros grupos, con total falta de recursos, que hasta ahora se concedían a clubes masculinos futboleros. Después, porque poco a poco la audiencia se fue rindiendo ante el conocimiento de otros deportes y de colectivos de mujeres practicando deportes de lo más variopinto. Podías oír en los bares hablar de equipos de rugby femeninos o de la campeona nacional de karate.

Me reuní a menudo, a petición propia, con la directora. Aunque era una mujer de rictus serio, convencida profundamente de sus ideales, poco accesible, yo sentía la necesidad de explicarle los avatares con los que nos topábamos; le hacía propuestas y discutíamos la puesta en marcha de los contenidos. Poco a poco noté que ella apoyaba mi trabajo y esfuerzo y congeniábamos bien. Ni que decir tiene que era una feminista convencida, y yo que provenía de una familia de progres, con una madre luchadora y un padre implicado en movimientos sociales, no pude más que apoyarle y ensalzar su gestión.

Con el tiempo, acabamos reuniéndonos en lugares fuera del trabajo y hablando de otros temas diferentes al deportivo. Ambos cinéfilos consumados, disfrutábamos charlando. Al final, quién me lo iba a decir, el futbol era lo que menos me importaba.

Sin embargo, todo cambió cuando el resultado de las elecciones dio un giro radical a la derecha. Por supuesto, ella fue destituida como directora general de deportes. Y junto a ella muchas, o casi todas, las mujeres. Yo me salvé por ser hombre. Pensé renunciar, pero de nuevo ella tenía razón y me convenció para que luchara desde dentro.

Y ahí sigo. Viendo cosas peores que en mis primeros trabajos, mucha corrupción, mucho guante blanco. Intentando buscar algún resquicio, algún papel comprometido, alguna grabación, para poder denunciarlo cuando cambien los tiempos. Mejor dicho cuando entre todos, pero sobre todo TODAS, seamos capaces de cambiar los tiempos, eligiendo políticos y políticas honestos (en paridad cuando menos), o poniendo muchas dificultades para que cuando alguien incumpla las normas o trasgreda los límites, salten las alarmas y sea fácil de reconocer y poder echarlo. Para que la manzana podrida no pudra el resto de la cesta.

Y el deporte que sea de personas o no sea.

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