Un Especial Día Normal de Piscina

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Un Especial Día Normal de Piscina

Por: Itxaso Benitez Corzo

Hueles a crema solar. Te miro mientras te acercas por detrás hasta llegar a mi altura, en el sofá. No puedo dejar de sonreírte. Te doy de nuevo la espalda para que me des crema en los hombros, y la espalda. Tus manos masajean mis hombros con dulzura. Me relajo y dejo la cabeza caer hacia delante. Recorres toda mi espalda, mis brazos, el cuello, y de nuevo incides en los hombros. Sabes lo cargada que tengo la musculatura, y más que darme crema, tu masaje se vuelve perfecto para relajarme y hacer que se vaya al menos parte de la tensión que he venido acumulando. Pero hoy no hay tensión. Hoy vamos a regalarnos un día en la piscina, rodeados de amigos, compartiendo charlas y buenos ratos. Me ayudas a ponerme el vestido para que no haga esfuerzos con los hombros. Al caer y dejar de nuevo a la vista mi cara, no dejas de mirarme con brillo en los ojos, y con esos hoyuelos que me encantan, en la cara por la sonrisa. Me coges por la cintura y el beso irremediable para el tiempo y el espacio a nuestro alrededor. Apoyo las muñecas alrededor de tu cuello y me dejo llevar por ti, allá donde quieras. Estamos prácticamente bailando. Apoyo mi cabeza en tu hombro mientras me sigues meciendo. Acaricio tu pelo suave. El olor de la crema se mezcla con tu particular olor en un cóctel que me hace volar. Dulce, delicado, y casi temeroso por romper ese momento, me preguntas si nos vamos. Asiento, pero sabes que no quiero soltarte. Tu abrazo se vuelve más intenso, y cuando tu cara llega a mi cuello, inhalas con todas tus fuerzas, como queriendo guardar mi olor muy dentro de ti. Con una mano sigues sujetando mi cintura, mientras con la otra sujetas mi cabeza para volverme a mirar de esa forma que me enamora, me para el tiempo, me hace ver que soy única para ti, me vuelve tu mundo como tú eres el mío. Te amo. Salimos de casa con los dedos entrelazados, sin querer soltarnos. Al llegar al coche, me preguntas si quiero conducir, y tu detalle me derrite, sabiendo lo poco que te gusta prestar el coche.

Niego con la cabeza, y me besas en la sien. Intento soltarte para que nos subamos, pero me agarras por la muñeca y tiras para que empiece a andar. Me abres la puerta, y cuando subo, me ayudas a ponerme el cinturón mientras aprovechas para volver a besarme. Siento que necesitas que esto no acabe nunca. Yo tampoco quiero. Acaricio tu nuca justo antes de que el beso acabe, y te sigo con la mirada hasta que te subes. No me cabe la sonrisa en la cara, como a ti. Coloco mi mano sobre tu pierna, y en cuanto no tienes que maniobrar más, apoyas la tuya sobre la mía. Hablamos de todo y de nada, a ratos soñamos, a ratos volvemos a la tierra, pero siempre volamos, juntos. Nos reímos. De nosotros, del otro, de mí y de ti, del mundo, de la vida, de todo y por todo, porque estamos juntos. Aparcas y un suspiro brota desde lo más profundo de ti. Me miras y de nuevo tu sonrisa me obnubila. Una caricia. Cierras los ojos manteniendo la cara sobre mi mano. No la retiro, necesitas sentirme. Te dejo espacio, y tiempo. Todo el que necesites. Percibo que estás especialmente nervioso ante ir a pasar el día con unos amigos. Te pregunto si estás bien, y te abrazo. Tiemblas ligeramente. Acaricio tu espalda y tu cabeza intentando calmarte. Vuelves a tomar aire, me miras, y me besas. Las lágrimas resbalan por tus mejillas y te apoyo sobre mi hombro. El silencio es tu aliado y te refugias en él. Trago saliva e intensifico el abrazo. Intentas controlar el llanto, y te digo que no te guardes nada, que lo sueltes y te dejes ir. Estoy bien. No me creo nada y sigo abrazándote. Beso tu cabeza sin cambiarme de postura. Retomas un poco tu habitual calma, y me miras delicado. Percibo tu miedo, y me inquieto porque no lo entiendo. Estoy aquí, contigo, hasta el final. Sujetas mi mano cuando intento secarte las lágrimas y bajas la mirada para empezar a hablar. La voz se te entrecorta. No intento que levantes la cabeza, te dejo de nuevo el espacio que necesites. Necesitas hacer algo en lo que sabes que no estoy de acuerdo. Me pasan mil cosas por la cabeza en tu pausa para tomar aire y fuerzas, y todas me parecen atroces. También yo
necesito calmarme, pero trato en todo momento de no presionarte. Por fin consigues soltarlo, mirándome a los ojos. Me quedo paralizada. Me ruborizo. El corazón se me acelera. Qué valiente eres. No me salen las palabras. Sólo acierto a decirte que contigo sí, porque contigo todo es fácil, contigo no me siento pequeña, contigo estoy dispuesta a todo sólo por verte feliz, y yo sé lo feliz que te haría.

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