Detrás de la Muralla

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Detrás de la Muralla

Por: A.C.P. (13 años)

Los verdes valles y las montañas nubladas daban vida al reino de Eleborn. Los ríos que
pasaban por allí abundaban de agua, la vegetación iluminaba los lugares mas oscuros,
pues este reino no carecía de ninguna pobreza ya que toda persona se encargaba de algo,
y eso era su mismo dinero. Este hermoso lugar estaba rodeado por una gran muralla de
más de diez metros de altura. Era un reino en el que nadie se preocupaba en salir a
ningún lugar pues se sentían protegidos ya que jamás ninguna persona que habitara allí
había conocido batalla alguna. Los días eran largos pero todo el mundo se acostumbró a
vivir sin salir de ese gran reino. Tampoco existe persona que lo haya intentado. Pero en
el fondo todos querían saber qué había detrás, pues la gente contaba que era un lugar
muy diferente a éste, pero qué grandes rarezas se sumergían en los oscuros bosques
detrás de la muralla. Habían libros, historias, leyendas que explicaban qué había detrás,
pero eran solo suposiciones debido a que nadie fue nunca lo bastante valiente para
intentarlo.

Entre las casas escondidas por rincones, los mercados, las plazas, existía una chica que
sí deseaba saber qué había mas allá, esa era Evangelyne. Una chica adolescente de
cabello rubio, rizado. Unos ojos dorados que se iluminaban a la luz y una gran ambición
por conseguir todo lo que en su camino fuera posible. Pero jamás intentó marchar.
Evangelyne, también llamada Eva vivía en una casa junto a un campo de cultivo, ya que
sus padres eran campesinos. Vivía con sus dos hermanos mayores. Y sus padres. Era
una chica que amaba su vida, por eso nunca quiso salir, aunque la duda le cegara
algunas veces.

Cada día caminaba por los rincones, las praderas, los valles y dibujaba todo. Le gustaba
imaginar lo que podría haber más allá, pero prefería seguir su vida como todo
antepasado suyo hizo y no quedarse en sueños, pues la verdad la tenía delante y era que
cuando cumpliera los 16 se tendría que independizar, buscar trabajo y vivir una vida,
formando una familia. A pesar de eso, también le gustaba aprovechar, ya que aún le
faltaban dos años para ese momento.

Como de costumbre Eva estaba caminando por los valles verdes, y los prados de
amapolas que había cerca de su casa.

– ¡Eva!- dijo una voz entre las sombras

– Ni se te ocurra asustarme Edric- de entre las sombras salió un chico de la misma Edad
que Eva, tenía un cabello negro, oscuro, que tapaba parte de su pálida cara. Poseía unos
oscuros ojos negros, que apenas se les podía diferenciar de su pupila.

– ¿A dónde vas a estas horas?- preguntó el chico corriendo hacia ella

– A la biblioteca, ya me he acabado el libro- respondió ella sin dirigirle mirada alguna
ojeando el libro que llevaba en sus manos.

– ¡Ya te lo has acabado! No sé como lees tan rápido, en serio – Eva sonrió y le miro con sus
grandes ojos dorados.

– Porque leo, no como tú – Edric hizo una cara de enfado, pero luego en su rostro
apareció una amable sonrisa.

Evangelyne siguió su camino sin Edric. Por las oscuras calles, la noche estaba cayendo
delante de ella, la oscuridad iba dominando cada pequeño rincón hasta que llegó a su
destino. Abrió la puerta y saludó al bibliotecario, un viejo hombre que se encontraba
sentado en un escritorio delante de las grandes estanterías de la biblioteca. De libros se
llenaba cada lugar, de historias, leyendas que Eva se había mirado, leído y releído. Le
gustaba mucho sumergirse en cada libro, pues de cada historia se aprende. Le gustaba
leer porque le hacía viajar por grandes lugares, y comprender los pensamientos de cada
persona, los cuentos le hacían volar su imaginación y dejar de pensar en nada y solo
vivir otra vida. Estuvo caminando por estanterías, mirando las ilustraciones, leyendo los
principios, pero no era tan fácil decidir, debido a que cada libro tenía algo especial.
Caminando por aquel laberinto de relatos, decidió coger uno que se encontraba
interesante para ella. Se acercó a la zona en la que se leía. Tenían colocadas varias
mesas, sillas de madera, para que la gente disfrutara de su lectura. Normalmente no se
encontraba a nadie por aquel lugar, por eso a Eva le gustaba sentarse en un rincón.
Cuando se acercó allí vio a un misterioso hombre con capa, no se podía ver su rostro,
tampoco nada de su cuerpo, sólo unos ojos plateados que brillaban desde la oscuridad.
Llevaba consigo un gran libro, Eva nunca lo había visto en la biblioteca, un libro
grande, bastante desgastado. No quiso acercarse a él y se acomodó en otro sillón. La
curiosidad comía su mente, nunca había visto a esa persona, ni a ese libro. No pudo leer
ya que no paraba de dirigir discretas miradas a aquel desconocido personaje. Pero él no
se las respondía, solo prestaba atención al libro que llevaba consigo. No se podía ver
nada de lo que ponía, las letras eran pequeñas, y desde la distancia donde se encontraba
Eva no pudo leer nada. Hasta que aquel sujeto pasó una pagina y ella pudo
contemplar una imagen que jamás había visto. Lo que pudo observar era extraño, tenía
una semejanza a un dragón, pero había varias piedras, por lo que pudo ver, de diferentes
colores que debían significar algo. Se intentó acercar un poco para observar mejor, fue
inclinando poco a poco su cabeza hasta que el individuo se giró y la miró con sus
pequeños ojos plateados. Su corazón empezó a latir con fuerza y desvió su mirada. El
hombre quiso levantarse, no sabía si era para acercarse a ella o no, pero cuando lo
intentó, otro sujeto se sentó delante de él. Estuvieron manteniendo una conversación
durante un tiempo. Eva se pudo fijar que el hombre con quien hablaba era uno de los
guardias. De repente el guardia se levantó de la mesa bruscamente y le arrestó. El
misterioso personaje de la capa tiró el libro al suelo, pero el guardia no se dio cuenta.
Los dos se dirigieron fuera. Seguramente llevarían al oscuro hombre a las mazmorras.
Cuando el sonido de la puerta al cerrarse sonó, Eva se acercó rápidamente al libro y se
marchó con él en sus manos. Caminó lentamente por la oscuridad con la impaciencia de
ojear y leer la obra que portaba consigo.

Al día siguiente lo leyó. Hablaba de un lugar, fuera del reino, donde había algo que en
Eleborn no había, eso era magia. Siguió leyendo y encontró que se dividía en
elementos: fuego, agua, viento, tierra y plantas. Había una profecía que decía que una
persona tendría que encontrar a los elementos para proteger la tierra de los mundos. Y
muchas otras cosas que ella desconocía.

Después de reflexionar pensó que si quería ser alguien en la historia, hacer algo y
cambiar su vida, por algo hay que empezar. Recogió sus cosas con decisión, tampoco se
sentía segura de hacer lo correcto, después de saber que iba a dejar atrás todo lo que
tenía, sólo por un libro que explica eso. Pero la vida está para algo más que repetir
siempre lo mismo, está para superarte y conseguir tus metas, cambiar el mundo y
cambiarte a ti mismo. Porque si haces siempre lo que es lo correcto, nunca sabrás la
verdad. La mejor manera de conocerse a si mismo es haciendo cosas que nunca habías
hecho. Y decidida abrió la puerta de su casa con una bolsa en su espalda, dirigió su
última mirada a su alrededor y dijo:

– Es hora de escribir mi propia historia.

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