Cuando un Sueño se Muere

Inicio / de Aventuras / Cuando un Sueño se Muere

Cuando un Sueño se Muere

Por: Agu AG.

Una densa niebla había cubierto el viejo embarcadero. Parecía un lugar abandonado, dejado de la mano de Dios. Sólo las aves que de vez en cuando sobrevolaban el lago, daban al mismo cierto toque de vida. Sebastián miraba por su ventana e imaginaba que volvía a navegar, a embarcarse rumbo a cualquier lugar. Es lo que siempre le gustó hacer. Del mar le gustaba todo: su olor, su sonido, incluso su carácter, a veces dulce y tranquilo y en otras ocasiones bravo e imprevisible. Tras lo ocurrido sólo le quedaba su embarcadero y una pequeña barcaza de paseo. Pero días como aquel, tan desapacible y frío, lo obligaban a encerrarse en casa y vivir de sus recuerdos.

Había nacido en un pequeño pueblo pesquero, donde la vida marchaba tranquila, menos cuando algún barco no regresaba a puerto el día esperado. Era entonces cuando toda la población se movilizaba, acercándose al puerto para arropar a los familiares de los que aún no volvieron. Gracias a Dios, siempre lo hicieron, maltrechos a veces , a bordo de la lancha de la guardia costera. Recibidos entre aplausos, besos y abrazos, la mar los traía de vuelta sabiendo que regresarían a ella una y otra vez, por ser su medio de vida y por el amor que le procesaban. Quizás por todo ello, creció con el deseo de embarcar. En casa le suplicaban una y otra vez que estudiara, creyendo que así desecharía su deseo de entregarse al vaivén de las olas. Marchó a Salamanca, donde se doctoró en Derecho. ¡Qué orgullosos estaban de él! Pero una vez terminó sus estudios y volvió a su pueblo natal, continuó oyendo la intensa llamada del mar. Ni un solo día ejerció como abogado. Dedicaba sus días a pasear por el puerto, a charlar con pescadores, patronos y marinos. Todo lo que ellos le enseñaban se le hacía más interesante que lo que había aprendido en la universidad. Aquello no era teoría, leyes ni legajos. Era la vida misma.

La muerte de su padre y la herencia que recibió de él, le hizo hacer realidad su sueño: tener una embarcación propia con la que poder navegar. Podría dirigirse a donde quisiera, libre de elegir su destino. Desde la primera vez que embarcó y puso rumbo a sus sueños, sintió que ése era su sitio, que no se había equivocado. Se sentía sin ninguna atadura. No necesitaba ni nadie ni nada. Pero los días de calma terminaron pronto. Un buen día el mar se enfureció y quiso hacerle saber a Sebastián quién mandaba allí. Su rugido fue atroz y engulló la embarcación sin ni siquiera darle la oportunidad de defenderse. Cuando abrió los ojos se encontraba tumbado e inmóvil en la cama de un hospital. ¿Qué había pasado? Ya no percibía el olor a salitre que tanto le gustaba, ni oía las gaviotas, sus compañeras en tantos momentos del día. Intentó incorporarse pero una de sus piernas no le respondía. Pudo comprobar que estaba casi totalmente cubierta con vendas y le pesaba muchísimo. No podía dar crédito a que su sueño hubiera sido tan breve. Dio un grito y se arrancó los apósitos. Tuvieron que aplicarle tranquilizantes pues parecía haber perdido la razón. Y entonces fue cuando comenzó su verdadera aventura.

Podía verse a sí mismo flotando en el mar, pero no en la superficie, sino en las profundidades. Se sentía como un astronauta ajeno al efecto de la gravedad terrestre. Su cuerpo no pesaba en absoluto y podía respirar de forma autónoma. Se encontraba totalmente desnudo pero no sentía la frialdad del agua. Giró su cuerpo lentamente hasta colocarse de forma que pudiera observar el fondo marino. Plantas de vivos colores formaban una bella alfombra traspasada por peces de los tamaños más diversos. Se respiraba una paz infinita. El silencio era absoluto a excepción de una leve melodía que salía de entre las rocas. Nadó tranquilamente hacía allí, introduciéndose en una especie de caverna. Se sentía tan liviano como una hoja llevada por el viento, pudiendo recorrer la gruta sin hacer ningún movimiento voluntario. Sólo se dejaba llevar. La diversidad de colores era infinita, una paleta de tonalidades que hubiera sido la envidia de cualquier pintor. No veía ninguna posible salida, pero no le importaba. La situación le producía tal sopor que no quería que terminara. ¿Para qué quería salir de allí? En un momento determinado sintió que algo rozaba su hombro. Giró la cabeza y pudo ver lo más bello que cualquier humano podía imaginar. Junto a él se había colocado una niña, o mejor dicho la imagen etérea de una niña, pues se trataba más bien de un reflejo, una figura incorpórea. Ésta, sentada sobre sus piernas cruzadas, flotando tranquilamente, era la viva imagen de la serenidad. Se colocó a la altura de la pierna derecha de Sebastián y la acarició suavemente. Fue una sensación sumamente agradable, reconfortante. Al mirarla a los ojos la pequeña le transmitió un mensaje telepáticamente, sin emitir un solo sonido: ”Tranquilo. Cuando un sueño se acaba, el Dios de mar crea otro para ti. Búscalo, no te rindas. La mar te quiere siempre junto a ella”.

Repentinamente la voz de la pequeña se transformó. Lo que escuchaba ahora era una voz conocida diciendo: “Ya despierta. Gracias a Dios”. El subconsciente de Sebastián se negaba a regresar a la realidad. Pero esa voz familiar lo arrastraba hacia ella. Abrió los ojos y tuvo que enfrentarse a lo sucedido. Tras una gran tormenta, su barco naufragó. Un equipo de salvamento lo rescató del mar cuando su cuerpo estaba a punto de hundirse. Habían salvado su vida milagrosamente, pero su pierna derecha había quedado en muy mal estado. La rehabilitación fue dura, pero la afrontó con una fortaleza desconocida para aquellos que habían compartido la vida con el marino. Nunca una queja, nunca dejarse llevar por el desánimo.

Cuando pudo volver a caminar, compró una cabañita que poseía su propio embarcadero y una barca de paseo que le proporcionaría una forma de vida utilizándola como reclamo turístico a los huéspedes de una cercana casa rural. Por supuesto, también la utilizaba para alejarse de la costa y dejar sentir la brisa marina juguetear con su rostro. Recordaba con frecuencia el extraño sueño que tuvo mientras se encontraba en el hospital. Hubiera dado cualquier cosa por volver a vivirlo, sentir esa paz infinita tan parecida a la que siempre hablan que conlleva el más allá. Pero era consciente de que ello no era posible, era algo que escapaba al plano de la realidad, un regalo que la vida le había hecho para anunciarle que su sueño de surcar los mares y recorrer todos los lugares del mundo, había terminado. Quizás si no hubiera participado en esta extraña vivencia, no habría afrontado su destino con tanta fortaleza. Lo descargó de toda tensión, de todas las vanas pretensiones que tenemos en un momento determinado de nuestra vida. Él, el abogado inconformista que lo dejó todo por perseguir un sueño, hoy era feliz en su humilde hogar , con su humilde barco, con su humilde vida.

Una densa niebla había cubierto el viejo embarcadero. Parecía un lugar abandonado, dejado de la mano de Dios. Sólo las aves que de vez en cuando sobrevolaban el lago, daban al mismo cierto toque de vida. Pero como siempre, tras la tempestad llegó la calma y el sol dio paso a una luminosa tarde, acariciando con sus reflejos la superficie del agua. Sebastián salió a pasear. Debía hacerlo diariamente por prescripción médica. Fuera a donde fuese, sus pasos lo llevaban al viejo embarcadero. Así que, un día más, se sentó en él, sumergiendo en el agua sus cansados pies. Le encantaba observar el horizonte, cerrar los ojos y dejarse llevar. Algo rozó su pierna maltrecha, sacándolo de su estado de sopor. Se trataba de una botella que seguramente algún turista habría tirado después de una noche de fiesta. La cogió y pudo observar dentro de ella un papel cuidadosamente doblado. ¡Un mensaje en una botella! ¡Lo que le faltaba por vivir!. No sin dificultad, lo sacó a través del cuello de la botella y abrió lo que parecía un pequeño pergamino. Al leer su contenido, suspiró aliviado: la mar, su mar, no lo había olvidado.

Tranquilo. Cuando un sueño se acaba, el Dios de mar crea otro para ti. Búscalo, no te
rindas. La mar te quiere siempre junto a ella.

Dejar un comentario

Your email address will not be published.

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable El titular del sitio.
  • Finalidad Moderar los comentarios. Responder las consultas.
  • Legitimación Su consentimiento.
  • Destinatarios .
  • Derechos Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.

Esta web utiliza cookies, puede ver aquí la Política de Cookies