Por: Itxaso Benitez Corzo

Al entrar en el salón los ojos se me van inevitablemente hacia el rincón. Negro. Brillante. Pegado a la pared. Parece estar mirándome. Impoluto. Sobrio. Elegante. Discreto. El corazón se me acelera. Mientras voy a la mesa, no dejo de mirarlo, intentando disimular. Tu sonrisa me advierte que te has dado cuenta. Tu caricia me trae una mezcla de sentimientos, me calma y me pone nerviosa, y ambas cosas son por saber que estás aquí, también apoyándome en esto. Me das un beso mientras me retiras la silla. Tu mano sobre mi pelo pone una sonrisa en mis labios. Gracias. Te sientas frente a mí, y haces como si no te importara que os mire a partes iguales. A veces más a él. Pedimos la comida, y te disculpas para levantarte. Tu beso en mi sien me para el tiempo. Cierro los ojos, queriendo mantenerte cerca. Vuelves con esa sonrisa que me atrapa. La comida es apacible y la conversación intercala risas y momentos de seriedad. Como siempre. Como nunca. Mi postre llega con una nota. Agarras mi mano con la dulzura que te caracteriza mientras la leo. Los ojos se me llenan de lágrimas. Me tapo la cara con la mano que me queda libre. Sin soltarme, te levantas a abrazarme. No quiero que este abrazo acabe. Necesito tu apoyo. Te amo. Tras secarme las lágrimas, me acompañas al rincón que tanto ha atraído mi atención. Las sorpresas no han acabado. Me fundo contigo, que sin decirme nada me dices todo lo que llevo tanto tiempo queriendo oír. Acaricias mi cabeza. No puedo soltarte. Abro los ojos para volver a leer la carta sobre las teclas. Admitida. No acierto a leer más, sólo esa palabra, que retumba en mi cabeza, que ahora mismo es una explosión de pensamientos y de sentimientos de toda clase. Paso del miedo a la euforia, y de la necesidad de ser cauta, a dejarme llevar y flotar en el momento. Te sientas junto a mí en el banco, sin dejar de abrazarme. El conservatorio me ha admitido y voy a poder cumplir otro sueño, a tu lado. Mis dedos se mezclan con las teclas. Tus lágrimas
recorren mi hombro. Nuestras sonrisas brillan y nos apaciguan mutuamente. Te miro de reojo. Sin dejar de tocar, beso tu frente. Tu abrazo se vuelve más intenso. La ovación de todos los presentes me remueve sentimientos que creía olvidados. Agradezco el gesto con una tímida reverencia. Tu beso apasionado acelera mi corazón. Tus dedos en mi nuca me elevan sobre una nube. Abro los ojos, y los tuyos me miran con brillo. Tu respiración acelerada desencadena en mí la necesidad de intimidad. Sujeto tu cara entre mis manos. Te como con la mirada. Me pides con dulzura que toque esa, nuestra canción.