El Fantasma Bonachón

Inicio / Infantiles / El Fantasma Bonachón

El Fantasma Bonachón

Por: Quijosan

Relato corto: El fantasma bonachón

Martina se había quedado sola en su habitación, despierta, a pesar de de que mamá le había contado un cuento como todos los días. La mayoría de las veces, cuando le contaban un cuento se quedaba dormida, incluso antes de que el relato terminara. Pero ese día, no había conseguido dormir, estaba desvelada y sentía un poco de miedo, quería llamar a sus papás pero no se atrevía, pues como tenían que dormir para poder trabajar al día siguiente, seguramente se enfadarán. Permaneció inmóvil en el silencio y la soledad de la noche durante un buen rato, hasta que advirtió que algo se colaba por debajo de la puerta: una neblina blanca y transparente fue elevándose poco a poco por encima de su cama hasta quedar flotando en el aire. Asombrada y asustada a la vez, observó con los ojos desorbitados que esa “cosa” tomaba forma y se convertía en un fantasma.

Martina, sobrecogida, lloraba, tapándose la cara con las sábanas, intentando desaparecer de la presencia del fantasma, pero éste con una sonrisa enorme, en su cara bonachona, la tranquilizó diciendo:

– No llores, pequeña, que no te voy a hacer ningún daño. Has de saber que yo soy “el fantasma bonachón”, cuyo cometido, consiste en ayudar a dormir y soñar con cosas bonitas a todos los niños y niñas cuando están desvelados.

A continuación, su rostro bonachón comenzó a gesticular tan graciosa y simpáticamente, que la niña no pudo contener la risa. Aunque no se fiaba de él; así que le dijo entre sollozos y risas:

– No eres mi amigo, eres un fantasma y los fantasmas asustan mucho a los niños. Márchate o llamo a mis papás.

– No Martina, yo no asusto a los niños – dijo Bonachón – los acompaño cuando están solos y tienen miedo. Los ayudo a dormirse cuando no tienen sueño. Sólo asusto a los mayores cuando son malos y se portan mal con los niños. A esos, los asusto mucho y no los dejo dormir hasta que se portan bien. Si siguen portándose mal, los sigo asustando todas las noches sin dejarlos dormir nunca, nunca, para que se “chinchen”. Pero a los niños, nunca los asusto, ni yo ni ningún fantasma, porque los niños todos son buenos, aunque algunas veces se porten mal.

Martina se fue tranquilizando con las palabras, las simpáticas muecas y con el aspecto buenazo del fantasma, de tal manera que ya más tranquila, se atrevió a preguntar:

– ¿Y dónde vives?

– Vivo en un país lejano, donde las casas son de chocolate, las calles de caramelo, las farolas de chupa-chups, los parques están llenos de gominolas, chuches de todas clases y patatas fritas. Y cuando riegan las calles lo hacen con zumos y cola cao.

Mientras contestaba a Martina el Fantasma Bonachón realizaba unas graciosísimas piruetas por la habitación que divertían muchísimo a Martina.

– ¡Que guay! – dijo Martina – yo quiero ir a tu país. ¡Llévame, por favor!

– Claro que te llevaré, pero primero has de dormirte y una vez dormida nos iremos juntos en tu sueño; y para ello, te cantaré una nana. Mis nanas son muy dormilonas, ya lo verás. Todas las niñas y niños a los que les he cantado mis nanas se han dormido enseguida. Nadie se resiste a mis canciones de cuna, que así se llaman también las nanas.

Cuando Bonachón acabó de cantar la nana, Martina se durmió y un hermoso sueño tuvo a continuación.

Subida encima de Bonachón volaba a toda velocidad rumbo a ese maravilloso país del que le había hablado éste. Volaban tan rápido como el viento, así que llegaron enseguida y Martina pudo comprobar que todo era como le había contado su gran amigo el fantasma. Jugó y disfrutó durante toda la noche con todas las cosas asombrosas que había en ese país.

Alucinada y sedienta de chuches chupaba las casas de chocolate, lamía todos los suelos de las calles que eran de caramelo, se subía a las farolas de chupa-chups y se relamía con su sabor.

En los parques se hartó a comer gominolas y patatas fritas. Montó en todos los columpios, que eran también de chocolate. Luego se fue con el fantasma a un parque de atracciones que estaba lleno de tiovivos, norias, barcas, aviones, helicópteros, montañas rusas y muchas atracciones más que ahora no me acuerdo, y todas de caramelo que se podían chupar y morder. Y por último, fueron a una bonita playa con arena de chupitainas, donde se bañó. Por la noche tuvo ocasión de presenciar unos maravillosos fuegos artificiales playeros como nunca había visto y que gustaron muchísimo.

Cuando acabaron los fuegos artificiales, un barquito de vela le estaba esperando para llevarla a alta mar, donde le esperaba otro barco pero más grande lleno de juguetes y de niños con los que jugó y se lo pasó “pipa”.

Por la mañana, cuando su papá la despertó para ir a colegio, Martina estaba de muy buen humor.

Relatos cortos: barco del fantasma

– ¡Pareces muy contenta! ¿Qué tal has dormido esta noche? – preguntó su papá.

– Esta noche no he dormido, papá. He viajado a un país mágico con mi amigo el fantasma Bonachón, donde había cosas maravillosas y niños muy divertidos con los que he jugado mucho. ¡Cómo iba a dormir!

– ¿Ah sí? ¡Estupendo! ¿Estarás cansada? – Preguntó papá.

– No estoy cansada – contestó la niña.

– Qué raro… – concluyó papá. Y se fueron al colegio ella, y al trabajo papá.

Dejar un comentario

Your email address will not be published.

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable El titular del sitio.
  • Finalidad Moderar los comentarios. Responder las consultas.
  • Legitimación Su consentimiento.
  • Destinatarios .
  • Derechos Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.

Esta web utiliza cookies, puede ver aquí la Política de Cookies