El Cuento del Sol y la Luna

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El Cuento del Sol y la Luna

Por: La Nona

Esta es la historia de un sol y sus amigos. El sol es muy grande. Nos da calor y luz. Trabaja mucho durante el día y, por la noche, se va a dormir para descansar y cargarse de energía para empezar con fuerza un nuevo día. Pero una vez, el sol tuvo un gran problema.

Cuando se dispuso para irse a dormir, esperando a que llegase su compañera la luna con sus amigas las estrellas para darnos la noche, se dio cuenta de que tardaban mucho. Miraba su reloj y no aparecían. Así que seguía trabajando dando luz y calor al mundo mientras esperaba. Pero pasaron los días y la noche no aparecía.

Muchos animales se estaban poniendo nerviosos porque, para ellos, la noche era su momento de caza, como los búhos o los gatos o su momento de descanso, como los perros o los animales de la granja, y la selva y todo estaba cambiando. El agua del mar estaba preocupada porque, sin la luna, las mareas no funcionaban. Y los niños y niñas cada vez tenían más ojeras moradas debajo de sus ojos porque, sin noche, no podían descansar bien porque entraba mucha luz por la ventana. Pero lo peor de todo es que, sin las estrellas, nadie podía mirar al cielo para soñar o pedir deseos. Las plantas no podían descansar sin la noche. La tierra se moría.

Y aunque el mundo giraba, nunca era de noche en el otro lado y el sol tenía que correr de un lado para otro dando luz y calor a todos. Y empezó a cansarse.

De pronto un día apareció un objeto brillante en el cielo, hecho de algo dorado, muy elegante, lleno de ventanas grandísimas subiendo hacia el cielo gracias a un gran globo de colores. Y dentro, cuando el sol se asomó por la ventana más grande, vio muy tristes a la luna y las estrellas, encerradas en jaulas de cristal y a un ser malvado que se alimentaba de su luz y de los sueños que había robado.

Nadie tenía fuerzas, ni el sol ni los seres de la tierra, para abrir aquel objeto que engañaba con su brillo a las estrellas para luego encerrarlas en su prisión. Lloraban mucho. Pero aquellas lágrimas que derramaban los animales, los niños y niñas y el sol, despertaron a la reina de la tierra, llamada Madre Naturaleza. La reina habló a todos los seres de su reino y dijo:

“Sólo vuestro amor, vuestra unión y vuestra fuerza podrán salvar a la luna y las estrellas porque darán energía al sol. Y tú, Señor Sol, puedes con un rayo de tu luz cargado con esa energía, dirigir tu calor hacia el globo, derretirlo y liberar a tus compañeras. Del malvado ser, ya me encargo yo, porque la naturaleza tiene también su fuerza y se encarga de poner cada cosa en su sitio. Procurad estar más atentos a las señales de la tierra y el cielo la próxima vez para que esto no vuelva a pasar. Habéis estado demasiado concentrados en vuestras cosas sin cuidar al mundo en que vivís. Es hora de cambiar.”

Entonces todos se dieron las manos, animales, niños y niñas y con toda su fuerza, miraron hacia el cielo, hacia el sol que empezó a crecer y crecer hasta que uno de sus rayos alcanzó aquel objeto brillante. El globo se derritió y comenzaron a salir por el gran agujero miles de pequeños luceros que iluminaron un cielo que iba oscureciéndose. Finalmente salió la luna, reluciente como un faro en la oscuridad, fuerte y blanca como la nieve sobre el cielo que se había vuelto de un azul muy profundo. Miró al sol, muy, muy cansado que sonrió y empezó a desaparecer por el horizonte para irse a dormir. Del malvado ser no se supo más. El objeto cayó y cayó hasta las profundidades de la tierra a través de un gran cráter de un volcán y nunca volvió a salir.

Los niños y niñas y muchos animales se fueron a la cama para tener dulces sueños. Otros lograron conseguir alimento durante su caza nocturna y las cosas comenzaron de nuevo, pero no iguales. Todos habían aprendido una lección.

Tenemos que estar pendientes de nuestro mundo. Hay que cuidarlo, limpiarlo y protegerlo, sin dejarnos cegar por los brillos de los malvados que nos quieren quitar el futuro y los sueños viviendo juntos en paz, como el sol y la luna.

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