Undertale

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Undertale

Por: A.P.V. (15 años)

Ana era una niña como cualquier otra (o eso creía), tenía 14 años y vivía con sus papás en una casa a las afueras de la ciudad. Era una casa un poco vieja, no era muy grande y tenía dos pisos. Parecía una casa normal a simple vista, a excepción de la puerta del final del pasillo del segundo piso; ésta era una puerta vieja y en la parte de arriba había 7 pequeños huecos de formas muy extrañas. Ana siempre les preguntaba a sus papás por qué la puerta tenía esas formas y por qué permanecía cerrada, a lo que respondían que la puerta estaba vieja y que por eso debía estar cerrada. Por alguna razón a Ana no le convencía esa respuesta, creía que le ocultaban algo y pronto descubriría la razón.

Era sábado por la mañana y los papás de Ana habían salido. Ella estaba en la cocina preparando su desayuno cuando escuchó pisadas que venían de las escaleras y, por instinto, se asomó por la puerta de la concina: lo que provocaba el ruido era un ser muy alto y con capucha, de la cual resaltaban dos grandes cuernos.

Ana estaba asustada, así que nuevamente entró a la cocina; la extraña figura la vio y la siguió, Ana estaba acurrucada en el piso. La criatura se acercó a ella, gruñó y le dijo: – Necesito que vengas conmigo.

Ana permanecía en el piso sin moverse y en silencio, entonces la criatura repitió: – Necesito que vengas conmigo.

Ana estaba muy asustada, pero se armó de valor y dijo: – No sé qué eres ni te conozco, no iré contigo a ningún lado.

Como respuesta la criatura se levantó la capucha y dejó al descubierto su horrible y grisáceo rostro. Se trataba de un troll. Tenía dientes afilados, unas orejas parecidas a las de un murciélago y sus llamativos cuernos. Pero algo en el cuello del troll llamó la atención de Ana, tenía 7 collares, cada uno con una piedra de forma extraña, que de cierto modo le resultaban familiares a Ana ¿Por qué? Después de observarlas atentamente, recordó la puerta de arriba. Eran exactamente las mismas formas
que tenía la puerta. Ana miró al troll y con voz temblorosa dijo: – ¿Tienes algo que ver con la puerta de arriba?

El troll gruñó y asintió con la cabeza. Ana estaba más confundida que antes, pero ya no se sentía asustada, entonces dijo: – ¿Qué hay tras la puerta?

El troll la miró y dijo: – Por eso vine aquí, a llevarte de vuelta a tu mundo.

Ana lo miró, abrió la boca para decir algo, pero el troll la detuvo y dijo: – Allá te lo explicarán todo, yo no soy el indicado para decírtelo.

Ana lo miró y aunque se sentía un poco nerviosa, por alguna razón sintió que debía seguirlo y juntos subieron las escaleras. Cuando llegaron al final del pasillo, el troll se quitó los collares uno por uno y los ubicó en el hueco correspondiente, mientras lo hacía miró a Ana y explicó:

− Soy el guardián de la puerta, sólo las criaturas que tienen estas piedras pueden entrar a Undertale. Verás, hay distintos guardianes y puertas, los guardianes son criaturas mágicas como los trolls y los duendes, nosotros protegemos las puertas a nuestro mundo mágico, por eso no todos pueden entrar aquí.

En ese momento terminó de poner las piedras de los collares en la puerta, golpeó 7 veces la puerta y la abrió. Ana no salía de su asombro, tras la puerta había un bosque. Pasaron al lado donde estaba el bosque y el troll cerró la puerta, miró a Ana y le hizo una seña para que lo siguiera. Empezaron a caminar por el bosque, estaba lleno de criaturas mágicas: había hadas volando por todas partes, también había un fénix posado en un árbol, unos gnomos corriendo por todas partes y Ana creyó ver un unicornio. También había flores brillantes, algunos arbustos que cambiaban de color, flores azules que volaban y muchas cosas más. Ana estaba fascinada e intentó pellizcarse varias veces para ver si se trataba de un sueño, pero no, todo era real.
Después de caminar un rato por el bosque llegaron a un pueblo donde había un pequeño letrero de madera que decía: Bienvenido a Undertale.

Ana miró al troll y este le dijo: – Ven por acá, trata de no llamar la atención.

Caminaron por el pueblo hasta que se detuvieron en una tienda y entraron, no había nadie en ella más que un gnomo leyendo una revista de moda, que, según su encabezado, traía las últimas novedades de este verano para gnomos. Este levantó la mirada, miró al troll y luego sus ojos se enfocaron en Ana y exclamó: – ¡La primera puerta a la izquierda!

El troll asintió y le indicó a Ana que lo siguiera, ella obedeció y entraron por la puerta, tras esta puerta había un largo corredor que estaba iluminado gracias a unos insectos parecidos a las luciérnagas a excepción de que éstos, se quejaban por tener que estar ahí trabajando todo el día para servirle a criaturas más grandes. Al llegar al final del pasillo Ana y el troll se encontraron con una pared. El troll puso su mano y la pared desapareció, tras ésta, había un jardín. Ana y el troll pasaron al jardín y Ana se dio cuenta de que ese jardín pertenecía a un castillo. Emocionada le dijo al troll:

– ¡Estamos en el jardín de un castillo!

El troll la miró y le dijo: – Acompáñame.

Una vez más Ana lo siguió. El troll se dirigía al castillo, Ana seguía emocionada pero no dijo nada. Entraron al castillo y el troll se acercó a un gnomo y le dijo que tenía que ver al rey. El gnomo desapareció y luego, casi de inmediato, reapareció, los miró y les dijo: – Síganme.

Subieron algunas escaleras y entraron a una habitación, era grande, había varios cuadros, cada uno representaba etapas diferentes del reino, a excepción de uno, que estaba en blanco. También había estantes con objetos brillantes y formas irregulares y en el centro del salón, había un largo pergamino con una pluma flotante sobre él, que no paraba de escribir.
Al fondo de la habitación había un hombre de pie, pero su rostro no era visible ya que estaba de espaldas. Ana supuso era el rey por la corona en su cabeza. Cuando éste se dio cuenta de que Ana y el troll estaban con él, le pidió al troll amablemente que se retirara. Éste hizo una venia y salió de la habitación. De cierto modo la voz del rey le parecía conocida, pero sólo cuando se dio la vuelta, Ana se dio cuenta de que ese hombre era su papá. Ana estaba sin palabras, corrió y lo abrazó, estaba ansiosa de contarle todo lo que había pasado y también quería hacerle muchas preguntas. Pero su papá habló primero y le dijo:

− Tal vez quieras contarme muchas cosas y tengas preguntas, pero primero tengo que decirte por qué estamos aquí: Undertale es mi pueblo, tu pueblo, tu perteneces a este mundo. Supongo que quieres saber por qué te lo ocultamos, bueno pues creíamos que sería mejor decírtelo cuando estuvieras a punto de cumplir los 15 años porque entenderías mejor la responsabilidad que tienes en este mundo.

− ¿Cuál responsabilidad? – exclamó Ana

− Cuando cumplas los 15 años el poder que tienes dentro finalmente estará listo, como una luz, que alejará la maldad y las sombras de este mundo, pero si no lo sabes controlar podrás atraerlas a nuestro mundo, por eso debes quedarte en Undertale para aprender a controlar ese poder y cuidar de tu mundo. Confió en que lo harás.

Los días pasaron y llegó el día del cumpleaños de Ana, el día en el que se cumpliría lo que le dijo su padre, el poder llegaría a ella y debía aprender a manejarlo para cuidar a Undertale de las sombras.

Tras recibir la asesoría de sus padres y otros personajes del reino, la luz pudo estar controlada y en equilibrio con el reino, cada habitante y criatura era feliz y buena.

Su vida cotidiana quedó en el pasado y ahora vivía en Undertale, preparándose para algún día ocupar el lugar de sus padres. Sólo de vez en cuando salía a ver a sus amigos, a los que tuvo que mentirles, diciendo que se había mudado a otra ciudad. Si la verdad era revelada, el reino podía quedar expuesto a las sombras que habitan en nuestro mundo: un mundo donde no hay criaturas fantásticas ni poderes mágicos, un mundo completamente humano, en donde la oscuridad y maldad están siempre presentes y son pocos los que dejan que su “luz” predomine en sus vidas. Tal vez, cuando Ana ascienda al trono, las cosas cambien y, si abrimos la puerta con la ayuda de todos, pueda ser la luz la que llene nuestro mundo.

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