Colgando de un Hilo

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Colgando de un Hilo

Por: CaRperucita

Relato Corto: Colgando de un Hilo

— ¿Te has fijado en el cordel que cuelga del techo? Dice Lucas que lleva ahí toda la vida y, sin embargo, pasa desapercibido. ¿Qué es?

— Tira de él.

— Tira tú.

— Si nos cae el techo encima, nos golpeará a los dos, así que no importa quién lo haga. Enol se incorporó decidido a descifrar aquel misterio, mientras su gemelo Noel, esperaba el acontecimiento sin variar la postura que hacía un instante ambos compartían: piernas en alto, tumbado encima del edredón boca arriba, mirando al techo. Aunque el pequeño se estiró todo lo que daba de sí, sus manos no llegaban a rozar la cuerda, que se mostraba desafiante, inalcanzable. Noel comprendió que tenía que colaborar. Erguido encima de la cama, dejó que su cómplice ganara altura situándose sobre sus hombros y juntos consiguieron tocar ese apéndice que pendía de una nube en el cielo azul que decoraba su habitación infantil. Un pequeño salto y… ¡objetivo conseguido!

En la estancia contigua se oía croar. Lucas -el hermano mayor- en estado de total exaltación, confirmaba el éxito de su gran invento. Acababa de recibir su sapo adjunto. Las fotografías, videos y demás archivos enviados vía e-mail pasaban a una fase de total obsolescencia. ¡El correo electrónico con teletransporte incorporado ya era una realidad en su cosmos!

Enol y Noel, Noel y Enol, se confundieron más que nunca el uno con el otro. Eran idénticos pero ahora, al otro lado de aquel hilo, podría decirse que eran un único ser. La sensación resultaba verdaderamente extraña. Su cuarto había quedado atrás. Impresionante el poder de una simple cuerdecilla, frágil y menuda, pero tremendamente poderosa.

Su sistema, tan complejo y sencillo a la vez, funcionaba. Lucas era listo y sabía mucho. Bastante más de lo que nadie hubiera podido sospechar.

Aquello era como flotar, pero sin agua; como volar, pero sin aire; viajar, sin espacio. Allí estaban los dos, sin saber dónde. ¿En manos de Las Parcas, tal vez…?

Las primeras pruebas con objetos inanimados se habían ido sucediendo: auto-envíos de cromos, gomas de borrar y lápices habían ido alcanzando su buzón. El día en que finalizaba el curso escolar, quedaba todo dispuesto para pasar al segundo nivel.

Aquella hebra de apariencia inocente los hacía balancearse. A Noel le recordaba la cantinela aquella de los elefantes y se sentía uno de ellos. Nunca supo cuándo o cómo terminaba la canción.

La última sesión había sido inolvidable de buena, a solas con su creación en la sala de ordenadores, ya vacía. Afuera, el verano esperaba y los niños salieron disparados en cuanto la campana anunció el comienzo de las vacaciones. Lucas se quedó voluntario a recoger. La excitación daba un brillo especial a sus ojos, en los que se reflejaba un saltamontes.

Ese fue el primer ser vivo que salió disparado en un correo. Turno entonces para aquel sapo que, ajeno a su destino, saltaba en el jardín. Antes de embarcarlo hacia un futuro incierto, tecleó a toda velocidad: “Envío adjunto a Benancio que, si realmente llega, significa que eres un genio. Un saludo,

Yo mismo”.

Enolnoel y viceversa, se sentían pegados el uno al otro, como un día habían estado en el vientre materno.

Transcurría el tiempo pero… el anfibio se resistía. Llegó a darlo por perdido en el ciberespacio. Por eso, el instante en que por fin aterrizó en la alfombra de su cuarto marcó un hito en su proyecto y supuso una considerable dosis de la motivación que por aquel entonces empezaba a decaer. Lloró de emoción, situando a Benancio entre sus dedos, en signo de victoria.

Les recordaba su viaje en avión con la sensación de estar parados, aunque se desplazaban a gran velocidad. Eran movimientos suaves, eso cuando los percibían. Pero ninguno sabía cómo regresar.

El batracio parecía de cartulina. Llegaba desorientado y rebuznó. Una vez descomprimido, se fue estabilizando y su crisis de identidad resultó pasajera. Se lanzó a croar locuazmente, como si quisiera contar al mundo su aventura.

El incierto y peculiar viaje los condujo finalmente hasta una atmósfera más familiar. Aquella especie de cable los soltó y el péndulo se alejó, depositándolos en su destino. ¡Adiós, Nona, Décima y Morta!

Lucas sabía ahora que la duración del envío dependía del peso y características del elemento adjunto, así como de la velocidad de la conexión, aunque esto último resultó secundario. Quedó así inaugurado el tercer ciclo del plan. El definitivo.

Un silencio inquietante envolvía la casa. Ni un ruido. No se escuchaba a los gemelos, que suponían un continuo sonido estereofónico. ¿Qué estarían tramando?

Lucas, embargado ya por un estado de máxima agitación, no paraba de moverse. El desenlace, se aproximaba.

¿Dónde están los…?

En la estancia colindante con la habitación de los gemelos la pantalla del ordenador se iluminaba.

Silencio

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