Desde mi Infierno

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Desde mi Infierno

Por: A. N. B.

¿Alguna vez has sentido que sería mejor si el mundo se acabara? ¿Si sus bellezas y riquezas desaparecieran en un segundo y tú quedaras solo en este vasto universo? Yo lo he pensado más de mil veces e incluso he pensado lo hermoso que sería si yo no existiera y hubiera quedado como una minúscula célula entre millones dentro los órganos de mis padres.

En este momento no soy capaz de contemplar la belleza del paraíso donde estoy, su cielo de colores rosa, anaranjado y azul cerúleo, con nubes que parecen algodones y un lugar lleno de plantas hermosas que conviven con un mundo de vidas minúsculas sin fin. En este instante solo veo las tristezas del universo, como por ejemplo la existencia de nosotros mismos, la humanidad; los que vemos pasar a una persona sufriendo desde sus entrañas e igual la dejamos pasar como si no existiera, o solo nos reímos de su infortunio. Pero eso no es lo más triste que observo, es la creación de nosotros lo que lloramos sin razón y estamos tan deprimidos hasta el punto de matarnos, pero no sabemos por qué. ¿Por qué un ser divino crearía algo tan humillante o mal hecho para hacerlo sufrir? Esa es una pregunta que me he hecho desde mi enfermedad precoz, y hasta hoy no la he respondido.

Lloro como si hubiera perdido la persona más importante de mi vida, lloro como si hubiera quedado en la bancarrota teniendo que alimentar 5 bocas, lloro como si mi alma estuviera en fuego, lloro y lloro sin parar encontrando mil excusas por las cuales estoy en este estado. Mis lágrimas no me dejan ver la luz del sol, solo la oscuridad envuelve mis ojos.

Me pregunto una y otra vez: – ¿Qué ocurre conmigo? – mientras escucho mis gemidos y súplicas desesperadamente en un cuarto negro y helado donde sólo estamos mi conciencia y yo metidas en los más profundos niveles del infierno, siento que le grito exasperada a mi conciencia: – ¿Por qué estoy así? ¿Qué he hecho mal? ¿Por qué estoy sufriendo tanto? Y ella responde fríamente, sin un poco de compasión: – Porque eres una inútil, una perdedora, ¡Aprende eso de una vez!.

Mi cuerpo tiembla terriblemente, mi boca está amarga, mis uñas están clavadas en las palmas de mis manos y los ojos hinchados de tanto llorar. Si… si sólo tuviera una máquina del tiempo y me devolviera en el tiempo para parar esto, o si sólo pudiera ir al futuro para traer medicamentos ya desarrollados para curar la depresión que tengo ahora…, mis pensamientos son en vano, no hay tal máquina del tiempo en donde pueda parar mí. nacimiento, no hay tal pastilla que me cure de inmediato, no hay nada que cure el dolor espantoso que tengo en mi alma aparte de la muerte… o ¿si habrá? Dios sabrá. El me dio esta imperfección con la que vivo y probablemente El me dé el antídoto, tal vez inesperadamente, sin darme cuenta de cuándo ni qué será.

Una luz cegó mis ojos, por la rendija de la puerta pude ver la luz brillante que tanto esperaba. La muerte. Llegó la muerte. Mi cerebro se quedó en blanco esperando que mi vida llegara a su fin, como un cuerpo inerte me quedé acostada sobre el helado suelo a que mi alma se desprendiera de mi cuerpo y volara fuera de mí para jamás volver a sentir ningún sentimiento; sin embargo, la muerte se tardaba y era más extraña de lo que yo había pensado. Sentía que abatían la puerta fuertemente enfrente mío, pero mi cuerpo no reaccionaba, ni mi voz salía, sentía dos voces que me gritaban y lloraban desesperadamente. – ¿Qué será que están diciendo? Más movimiento de abatimiento y golpes en la puerta, luego el sonido de una chapa abriéndose. – ¿Sera que así es de extraña la muerte? – Mi mente estaba en blanco y mi cuerpo paralizado del miedo por lo que iba venir, un cadáver con una capucha negra recogiendo lo que me quedaba de vida.. pero en vez, aparecieron dos personas muy familiares que al momento me costaba reconocer, eran mis padres; mi mamá llorando y mi papá con la expresión de dolor más intensa que yo haya visto.

Mi mamá con suavidad me acogió en sus brazos y me abrazaba con todas sus fuerzas a su pecho, ella con dulzura me calmaba mis sollozos y una y otra vez me decía que todo estaba bien. Mi conciencia reaccionó y la abracé llorando, se acostaron a mi lado acompañándome hasta que yo me quedé dormida, diciéndome que de esto siempre habrá salida, esto es solo una etapa de la enfermedad en donde cada vez voy a progresar hasta manejarla mejor.- No hay obstáculo que te detenga, eres tú la que vas aprender a volar cada vez que se cruce un problema.

Me quedé mirándola a los ojos mientras mi corazón recobraba el pálpito normal y las lágrimas se me secaban. Todo parecía hermoso, su rostro brillaba, mi cama era tan suave como las plumas, el cuarto parecía para una princesa y mi mente estaba en paz, como si por fin pudiera aceptar ser yo, aunque tuviera tan espantosa enfermedad.

Mientras mis ojos se cerraban y sentía el calor de la mano de mi mamá, pensé.- No hay mejor medicina que el cariño de mis padres. Siempre, pero siempre combatiré el trastorno bipolar con el amor que tengo. – y sonreí.

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