Por: Tamara
Desperté en mitad de la noche porque algo apretaba mis sentidos y daba escalofríos a mi cuerpo. Me quedé quieta por un momento observando la oscuridad del cuarto.
Y allí estaba… muy nítida.
La silueta marcada en el rincón donde el brillo de la luna hacía sus juegos chinescos, me dejó en una pieza aterrorizada. Se movía y me tapé la cabeza temblando, deseaba que fuera una ilusión óptica o mi imaginación. ¿Pero?… ella rozó mis piernas cubiertas y la miré a través de los hilos del tejido de mi sábana.
Era de tez blanca, con nariz y barbilla alargada, sus cejas pronunciadas apenas dejaban ver los ojos hundidos que se perdían debajo del sombrero, sobresalían por encima de éste, finas puntas, semejante a un gorro que recordara al corona – virus.
Dios mío, (pensé), esto es diabólico y apreté los ojos. No supe por cuánto tiempo estuve así o si me había dormido. Solo sé, que al abrirlos nuevamente ya estaba amaneciendo y mi cuerpo se defendía ante una fiebre abrazadora. El dolor de articulaciones, cabeza y ojos, me dejaron sin fuerzas y recordé lo que había visto… (¿Serian alucinaciones de fiebre?)…
Me levanté, tomé agua y una pastilla para bajarla, no tenía sabor.— ¡uf ¡ exclamé. (No creo que vaya a coger este maldito virus). Pero bueno, vamos a tomar té para combatirlo —Me dije.
Miré por la ventana trasera de la cocina mientras preparaba el menjunje para tomar y… a escasos metros de mí, en el patio de la casa, una silueta vestida de negro con sombrero de picos y barbilla alargada se paseaba frente a mis ojos, a plena luz del día.
Salí corriendo para abrir la puerta que nos separaba y enfrentarla como se merecía, pero ella… se había desvanecido.
Todo esto me desconcertaba. Pareciera que me estaba volviendo loca. Hice la infusión y me la tomé rápidamente, compuse mi vestimenta y salí para el hospital a que revisaran mis signos vitales. (Esta pandemia está acabando con la vida de la gente y hay que cuidarse), pensaba.
Me hicieron el diagnóstico rápido, (dio positivo), análisis de sangre, placa de pulmones y electrocardiograma porque voy pasando ya, más de la media rueda.
Seguía con fiebre y comencé con faltas de aires, dolor de cabeza y un mareo que se apoderó de mí. Ya no supe más…
Desperté mirando a mí alrededor en el cuarto del hospital y muchas personas trataban de reanimarme, me tomaban la presión, me ponían el estetoscopio y ya el desfibrilador descansaba a un lado de la cama.
Una angustia me sobrecogió viendo la preocupación reflejada en sus rostros, los miré uno a uno, pero descubrí entre ellos… Otra vez… La figura fantasmal con su sombrero puntiagudo y la nariz aguilucha. Me observaba con una mirada sarcástica y retadora.
Le grité apenas sin fuerzas —Oye. ¿Qué quieres, llevarme contigo?… ¡Pues no, no lo vas lograr!
Los médicos se miraron y solo sentí un pinchazo en la nalga.
Ya han pasado varios días (estuve sedada) y supe que he estado entubada con sueros y antibióticos. Me siento mejor y me han dado el alta, por lo que voy para la casa muy contenta y creo que esta vez, me le escapé a la macabra. Mi cuerpo está cansado después de ese duro batallar con inyecciones y medicinas por lo que me di un baño y me preparé la infusión favorita. ¡Que agradable estar aquí!. Estoy sola y me siento en la sala a ver el televisor… pero… detrás de mí escucho un ruido y giro la cabeza para ver qué pasa…¿? El escalofrío nuevamente recorre mi cuerpo.
Frente a mí… con su mirada diabólica y una risa cavernosa, la bruja -virus hacia llamados con su dedo.
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