Disfunción Mental

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Disfunción Mental

Por: Yordania Velázquez Avila

PUM, un puñetazo cargado de rabia se deja caer sobre el tocador.

— ¡Soy un imbécil!

Los frascos de perfume, gel, cosméticos, adornos del cabello, todo esparcido en el piso de la habitación. Un cuadro, antes capturando un momento único de felicidad, ahora, quebrado, antónimo.

— Dime ¿Con quién andas? ¿Quién es el cabrón del que te enamoraste? Anda, dime, no lloriquees más.

Lágrimas recorren lentamente los surcos de un rostro sombrío, escondido entre un par de brazos cruzados y piernas desnudas.

— Tienes que estar con alguien, lo sé, lo presiento, tu silencio me lo dice. – Los ojos centellantes contemplan la figura femenina sobre la cama – ¿Por qué no quieres que te toque? Anda, dime.

— No entiendes nada— palabras que se escapan entre sollozos casi apagados.

— ¿Por qué hace un mes que solo eres pretextos, que si te duelen las piernas, las caderas, la garganta, que si fiebre, que si estás exhausta? ¿Por qué no quieres que te toque? Dime ¿Hasta cuándo tú y tu amante van a estar jugando conmigo? Ya no eres la misma, lo siento, hace un mes eras toda dulzura, todo amor, todo fuego, deseosa, atrevida, espontánea, intensa, me amabas, lo sé…..

— Aún te amo.

Mentira, eres un témpano de hielo, una roca frígida ¿Crees que no te conozco? ¿Crees que no me doy cuenta? Estás cambiada, ¿Por qué antes hacíamos el amor en cualquier lugar de esta casa? Y ahora… esta casa parece tan vacía — Silencio, segundos que son interrumpidos por el sonido de un celular— Vamos contesta ¿No vas a contestar? Ah porque es él ¿verdad? Vamos dile, dile a él que estás con tu esposo, el único hombre que debería importar en tu vida— el tono del celular se torna irritante para aquella figura humana iracunda que extiende la mano atrapando el pequeño artefacto electrónico y callándolo mientras se impacta contra la pared.

La silueta femenina se levanta y cubriendo su desnudez con las sábanas se dispone a escapar de la habitación. Una mano le cierra violentamente la puerta.

— ¿A dónde vas?

— Al baño, déjame pasar, por favor.

La mano se retira de la puerta, que se abre con un chirrido discordante y la sombra de la fémina se pierde colándose en el baño, al entrar, la puerta se cierra de golpe frente al rostro masculinamente cuadrado.

— ¿Por qué te encerraste?

— Me voy a bañar ¿Puedo?

— No quieres que te vea ¿Por qué no quieres que te vea? Te he visto tantas veces que puedo repasar cada recodo de tu cuerpo, cada cicatriz, cada marca ¿Sabes? Me duele pensar que un cabrón venga a restregarme en la cara que ha visto el lunar rojo en tu seno izquierdo. Ábreme — Un fuerte golpe se impacta en la puerta.

El agua cae limpiando más que la piel, mezclándose con la espuma y las lágrimas.

— ¡Ah! Ya sé qué estás haciendo, te masturbas, ¿verdad? Si, porque eres una ninfómana, me oyes, una maldita pu… ninfómana que no te basta con el macho que tienes en casa, tienes que salir a buscar a cualquiera afuera y luego te masturbas, pero no le has dicho eso a él ¿verdad? Él ni se imagina con quién se acuesta, si es que solo lo hacen acostados, pero él no va a poder hacerte feliz, feliz solo yo podría, lo sabes, porque él no te ama como yo, no te desea como yo, no entiende tu cuerpo como yo…..

La puerta se abre y un rostro lúcido asoma.

— ¿Yo soy una pu… ninfómana?

— Sí, una puta ninfómana.

— Ah, pero bien que estuviste varios años atrás de esta pu… ninfómana, para sentirte parte de mi piel, dentro de mi cuerpo, hacerme tuya….

— Nunca sales vestida del baño ¿Qué me ocultas? ¿Acaso alguna marca que ese cabrón le hizo a tu cuerpo?.

—Voy a salir.

— ¿A dónde, a encontrarte con él?

— Voy al hospital.

— Ah porque es un colega, lo sabía, lo sabía, pero él no sabe, es más, nadie sabe quién se esconde debajo de esa bata, de esa doctora aparentemente decente que no eres, ¿me escuchaste?

— Te escuché.

Es lo último que se escucha antes de que se cierre la puerta de la calle dejando solo en casa a alguien que se consume solo.

El pasillo del hospital está intransitable, en la sala de espera unos comentan sus dolencias, otros esconden sus miedos.

La puerta del consultorio se abre y una joven se despide del médico en la puerta. La silueta de la joven se va alejando poco a poco hasta perderse al doblar por otro pasillo.

— Permiso— Una mano masculina toca a la puerta y la abre discretamente.

— Adelante.

Dos rostros conocidos se encuentran.

— ¡Ah hermano eres tú!, pasa, tu esposa acaba de salir de aquí, me extrañó verla sola.

— Es que demoré más de lo previsto en una gestión y no pude avisarle.

— ¡Qué bueno que viniste! Quería hablar contigo.

— ¿Pasa algo?

— Eso mismo te iba a preguntar yo ¿Pasa algo entre ustedes, todo bien?

— No, no pasa nada, ¿Cómo la viste?

— Tranquilo, no es tan grave, solo me tiene preocupado porque la sentí deprimida, otras veces ha estado enferma pero ahora siento que hay algo más….

Lo sabía, sabía que había alguien más

— Se está quejando de sequedad de las mucosas, y la examiné, ciertamente encontré varias aftas bucales, los ojos están levemente enrojecidos, por eso le solicité a oftalmología que la chequeara, pero además sufre de dispareunia, me dijo, y en efecto tiene el clítoris dividido en dos por una gran fisura, y otras que le surcan dolorosamente los labios mayores de los menores, tiene los genitales destrozados….

!Qué clase tipo este!, mira como ha visto a mi mujer desnuda y se jacta de decírmelo, en mi cara, que le ha visto sus partes, ¡Y tiene el descaro de creerse mi amigo, mi hermano! y si ella estaba si, ¿Por qué no me lo mostró a mí?, ¿Por qué no me dijo nada a mí?, a mí, que soy su esposo, ¡Ah! porque seguramente este es el colega que se la está…., y dónde será que lo habrán hecho, ¿Será en la camilla o en el buró?«. Los ojos recorren todo el consultorio y se van deteniendo en la mesa ginecológica, escondida tras un parabán, cubierta por una sábana verde, el escritorio médico discretamente organizado. «Si, debe haber sido aquí en este buró porque bien que ella es fantasiosa

— ¿Me estás escuchando?

— Claro.

— Le tuve que indicar algunos estudios, pero por lo pronto subí la dosis de su medicamento, pienso que ella podrá rebasar esta crisis con facilidad, sobre todo porque aunque la enfermedad está en actividad, es incipiente y no presenta mayores complicaciones, de todas formas vamos a ver el resultados de los estudios y su evolución, claro está— El médico coloca una mano sobre el hombro del visitante— Ahora necesita mucho de ti, tenle paciencia.

La puerta de la casa se abre, todo parece estar tal y como quedó al salir, la soledad anuncia que no hay otros en casa, los perfumes y cosméticos aún yacen en el piso de la habitación conyugal, las cenizas dejadas en un cenicero dejaron de humear, la cama aún desatendida, testigo de secretos de alcoba y en cada habitación, cada mueble, el recuerdo de días felices.

PUM, un puñetazo cargado de rabia se deja caer sobre el tocador

— ¡Imbécil que soy!

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