Título: Misterio

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Título: Misterio

Por: Rocío Garrido Marcos

Caminaba por las calles vacías, absorto en mis pensamientos, repasando las ideas que las últimas lecturas habían sembrado en mi mente.

Llevo más de medio siglo leyendo a buen ritmo y estoy repleto de voces que a veces no se ponen de acuerdo entre sí. Leo literatura, filosofía, historia, psicología, antropología, sociología, pero sobre todo mucha ciencia; y cuantos más conocimientos adquiero, más preguntas se me ocurren y más consciente soy de mi propia ignorancia.

He llegado a la conclusión de que el mayor misterio de la naturaleza es la mente humana. Desde los años noventa del siglo pasado, mi interés ha estado orientado hacia la psicología cognitiva y las neurociencias, disciplinas estas que se encuentran revolucionando todos los ámbitos del conocimiento.

Uno de los antecedentes determinantes para el desarrollo de estas ciencias fue el Proyecto del Genoma Humano, publicado en febrero de 2001 en la revista Nature. Este trabajo es el resultado de la recopilación de subproyectos de investigación de diferentes países, encaminados a localizar la secuencia completa de toda la información de la genética humana que se encuentra contenida en los cromosomas, cuya importancia permitió reconocer el papel que juegan los genes en la construcción y codificación del cerebro. Tal y como mencionó el profesor de ciencias biológicas y neurología en la Universidad de Stanford -Robert Sapolsky-, “No podemos hablar de conducta sin tener en cuenta a la biología”.

El Derecho Internacional proclama en la declaración de 1997 al Genoma Humano (constitutivo de la identidad de cada individuo así como de la identidad global de la especie), como patrimonio común de la humanidad.

Basándome en diferentes estudios definiría las neurociencias como el tratado de las bases biológicas de la conducta humana. A pesar de sus pocos años de existencia, estas disciplinas han experimentado la multiplicación en sus estudios. Se han encargado de explicar cómo funciona la mente en base a su condición biológica enraizada en el cerebro. Su importancia radica en que ahora, gracias a escáneres de alta tecnología, se han revelado secretos que hacen que lo que un día fuera parte de la ciencia-ficción, hoy lo sea de la ciencia formal. Ahora sabemos que es necesario conocer el cerebro para entenderlo y diseñar estrategias que mejoren nuestra conducta.

Las neurociencias nos han permitido mostrarnos tal y como somos, tal y como es nuestro ser bio-lógico (hago esta separación para sugerir la relación entre nuestra vertiente animal y nuestra parte racional).

Además, los descubrimientos sobre nuestro cerebro tienen implicaciones morales. Tal y como dice -Steven Pinker- en su libro La Tabla Rasa: “la negativa a reconocer la naturaleza humana es como la vergüenza que el sexo producía en la sociedad victoriana, y aún peor: distorsiona la ciencia y el estudio, el discurso público y la vida cotidiana”. Por eso es tan necesario apoyar esta ciencia que nos está permitiendo conocernos, conocer cómo somos y por qué somos así. Y tenemos que hacerlo sin miedo y apostando por mejorar nuestra condición humana.

Otro de los motivos del porqué los científicos y en especial los psicólogos se están acercando al estudio de las neurociencias es porque rompe mitos y vuelve a plantear problemas eternos, pero ahora con un enfoque más riguroso desde el punto de vista científico. Uno de esos problemas es el de la relación mente-cerebro. «El cerebro, nos guste o no, es una máquina. Los científicos han llegado a esa conclusión, no porque sean unos aguafiestas mecanicistas, sino porque han acumulado evidencias de que cualquier aspecto de la conciencia puede vincularse con el cerebro«. -Steven Pinker-

El órgano que tenemos dentro del cráneo es tan difícil de entender que hasta ahora es considerado como el objeto más complejo del sistema solar. Tal y como lo expresó -Carl Jung- «En cada uno de nosotros hay otro al que no conocemos«.

Durante la mayor parte de la historia de la humanidad hemos sido incapaces de entender cómo funcionan el cerebro y la mente. Los antiguos egipcios consideraban al cerebro un órgano inútil, Aristóteles creía que el alma habitaba en el corazón y otros, como Descartes, creían que el alma entraba en el cuerpo a través de la pequeñísima glándula pineal. Todo ha cambiado recientemente y empezamos por fin, gracias a las nuevas tecnologías y descubrimientos, a conocer el cerebro realmente. Lo que no aprendimos en toda la historia lo empezamos a descubrir después de la década de los noventa, pero apenas lo estamos comprendiendo y asimilando.

En cuanto a la manifestación del alma humana, me viene a la memoria lo que Abraham Maslow llamaba “experiencias cumbre” puesto que representan los momentos más valiosos de la vida, cuando nos encontramos gozosamente catapultados más allá de lo mundano y lo ordinario. Los nuevos autores de la ciencia espiritual lo definen como “fluir”, y los místicos como Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz hacían referencia en sus obras a estos estados de conciencia denominándolos “éxtasis”. Es en estas ocasiones de expansión, aunque sólo sea por un breve instante, cuando llegamos al hogar de nuestro Verdadero Ser. En el transcurso de los últimos treinta años me he aplicado en investigarlo y, durante mi búsqueda, he leído a los más osados, inspiradores y penetrantes “pioneros de paradigmas” de nuestro tiempo en ciencia, psicología, negocios, religión, espiritualidad y potencial humano. Este diverso grupo de individuos tienen en común la percepción de que la humanidad está dando un salto cuántico hacia adelante en su desarrollo evolutivo.

Michael Murphy, rastreando estudios de religiones comparadas, medicina, antropología y deportes, llegó a la estimulante conclusión de que hay etapas más avanzadas del desarrollo humano. En la medida en que una persona alcanza esos niveles de madurez espiritual, empiezan a florecer extraordinarias capacidades de las que siempre habíamos oído hablar pero que hasta ahora no habían podido ser demostradas.

Lo que a través de la historia habíamos concebido como “magia” se sirve hoy de la ciencia para llegar a nuestro limitado entendimiento. Sólo tenemos que reconocer y aceptar que existen esas capacidades y que la humanidad está alcanzando el cénit de su desarrollo.

Fue en ese momento cuando un grito ensordecedor interrumpió mi diálogo interno… Perturbó mis conversaciones más profundas conmigo mismo sobre las neurociencias, la psicología cognitiva y la conducta humana… Sobre las “experiencias místicas”, la evolución y las etapas más elevadas del desarrollo de la humanidad… Sobre las capacidades extraordinarias que florecen en el ser humano cuando alcanza determinados niveles de madurez espiritual.

Un grito que desgarraba el aire y se escapaba por las rendijas de todas las puertas y ventanas, obnubilando mis conocimientos.

Un grito estentóreo, atronador, estridente,… como de bestias depredadoras que se abalanzaban sobre su presa.

Aquella aterradora vivencia, me hizo ser consciente de que me encontraba solo en medio de una ciudad vacía, con todo el mundo encerrado en sus casas o hacinado en los bares, frente a las televisiones encendidas y las miradas clavadas en ellas, mientras las gargantas coreaban al unísono aquel terrible sonido que entraba por mis oídos y reventaba mi cerebro: ¡GOOOOOOOLL, GOL, GOL, GOL, GOL, GOL, GOL, GOL, GOOOOOOOOOOOOOOOOLL!

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