Desde mi Atalaya

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Desde mi Atalaya

Por: Quijosan

Desde mi atalaya veo pasar las nubes y busco en ellas formas y figuras siempre cambiantes. Abajo, en la calle, un niño y una mujer joven con mascarilla, pasean cogidos de la mano. Mi alado vecino, posado en el tejado, junto al nido, gira la cabeza en todas direcciones a un ritmo endiablado emitiendo insistentes y efusivos trinos. Me asomo a observarlo, interrumpe su cántico y vuela hasta el árbol más próximo, donde reanuda su obstinado cantar.

Los árboles lucen ya sus frondosas ramas de tonos verdes. Los campos tapizados de verde se adornan con flores multicolores. Todo está tranquilo apacible y silencioso. Silencio que solo se interrumpe con el sonido de algún automóvil que se desliza por la calzada.

Y reflexiono sobre la pandemia, sus posibles causas y consecuencias. Me pregunto si el “bichito” que está poniendo en jaque a la Humanidad, habrá sido obra de la Naturaleza, en un intento de defenderse contra quienes se han convertido en su mayor amenaza. O si por el contrario habrá sido causado por el hombre.

Lo más lógico y racional sería pensar que la Naturaleza, cansada de soportar los continuos ataques a que está siendo sometida por parte sus depredadores humanos, intentara defenderse, utilizando este arma de destrucción masiva, (“coronavirus”) contra quienes la están atacando y destruyendo. Contra quienes obsesionados con el crecimiento económico sin límite, el consumo excesivo, los viajes incesantes, etc., deterioran, el medio ambiente, extinguen especies de la fauna y devastan la flora. En definitiva quebrantan la salud del Planeta.

Otra hipótesis, más irracional que más parece ficción que realidad, sería que el maldito virus ha sido creado por gentes sin escrúpulos. Individuos sin entrañas, a los que preocupa el crecimiento acelerado de la población del planeta, que no las vidas de sus moradores, y especialmente las de los ancianos, seguramente, porque no son útiles ni productivos y suponen un enorme coste económico. Teniendo en cuenta además que es la población mayor la que sufre más sus consecuencias.

En todo caso, sea cual sea la causa de su aparición, y a pesar de estar viviendo una situación de confinamiento, me consuela pensar que el desarrollo ilimitado y competitivo, la ambición de crecimiento desmesurado, la creación de necesidades de todo tipo, la destrucción de la Naturaleza, el delirio del despilfarro del hombre; que todo esto, digo, ha disminuido, y que la Tierra se ha tomado un respiro, que creo le va a venir muy bien, al menos de momento.

Pero soy muy escéptico en cuanto que hayamos aprendido la lección; de que vayamos a cambiar de actitud de ahora en adelante. A juzgar por las enormes presiones, a las que están siendo sometidas las diferentes administraciones por parte de los poderes económicos, quejosos y abrumados por las numerosas pérdidas que les está ocasionando el confinamiento, y las prisas que parece que toda la gente tiene por empezar la desescalada.

Dejo mis deliberaciones y fantasías, que no me llevan, sino al cabreo y a la melancolía, y me acojo a la fantasía de los libros. Abro uno de Delibes y me sumerjo en su lectura. En dicho libro, Pacifico Pérez, personaje protagonista, va contando, su vida, y la de sus antepasados, al doctor Burgueño durante siete noches, ante una copita de anís. Es decir, al médico del sanatorio penitenciario donde está internado, Pacifico, acusado de haber cometido un crimen de forma inesperada y repentina, a pesar de ser un joven ingenuo y de exacerbada sensibilidad.

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