Mi Rincón, para Ti

Inicio / Románticos / Mi Rincón, para Ti

Mi Rincón, para Ti

Por: Itxaso Benitez Corzo

Me despierto al alba, y te miro dormir. Aún tienes en los labios esa bella sonrisa con la que te dormiste anoche. Esa sonrisa que me transporta a una nube de infinitas posibilidades. Esa sonrisa que me calma y a la vez me provoca taquicardia. Esa sonrisa que se nubla cuando sufro. Esa sonrisa que brilla cuando vibro. Te beso en la frente, y acaricio tu mejilla. Te miro dormir. Te admiro en todas tus facetas. Cuánta belleza junto a mí cada mañana. Soy afortunada de tenerte compartiendo mi vida. Tomo mi libreta y mi boli, y comienzo a agradecer todo lo que tengo. El primer agradecimiento es para ti. Te miro de reojo mientras sonrío. Me disperso soñando despierta, siempre a tu lado. Me levanto procurando no despertarte. Preparo los desayunos, y los coloco en la bandeja. Los acompaño de un sobre, que rocío con esa esencia que tanto te gusta que use. Vuelvo a la habitación y de nuevo te miro, te admiro, me embeleso, sueño. Mis besos y mis caricias hacen que poco a poco vayas abriendo los ojos. Me abrazas mientras me coloco sobre tu pecho desnudo. Me tapas. Te abrazo con más fuerza. Nos miramos absortos en nuestros sueños. Nos sonreímos cómplices. Un beso en mi frente. Un beso en tu pecho. Me incorporo para coger la bandeja, pero tú me la quitas de las manos con dulzura. Tu beso en mi espalda hace que un escalofrío recorra todo mi cuerpo. Nos fundimos entre besos, caricias, abrazos, miradas, y amor en una explosión de pasión a la que nunca me acostumbraré. Me sigo poniendo nerviosa. Me siguen temblando las piernas al verme frente a ti. Sigo sin creerme que este sueño sea realidad.

De nuevo sobre tu pecho, hablamos de nuestros sueños personales, y de cómo el otro va a ayudarnos a materializarlos. Estamos relajados, serenos, y convencidos de que, juntos, somos imparables. Desayunamos sin salir de la cama. Reímos y pasamos a temas más serios, para volver a mezclar sonrisas y bromas. Eres la perfecta combinación de seriedad y locura. Eres magia. Me haces vivir. Me haces sentir. Contigo soy mi mejor versión. Te miro sin saber bien qué me estás diciendo. Te das cuenta, y sigues hablando fingiendo que no te importa. No puedo prestarte atención, sólo puedo admirar tu belleza por dentro, y por fuera. Me sonríes y me acaricias. Sujetas mi cara entre tus manos. Me besas. Se para el tiempo. Al abrir los ojos, los tuyos me están mirando, brillando. Estás nervioso. Quieres abrir el sobre. Te lo acerco. Te lo pegas a la nariz, y absorbes todo lo que puedes, para llenarte de ese, mi olor. Dentro, sólo una localización de GPS. Me miras extrañado pero sonriente. La única norma que te pongo es que hoy, conduzco yo.

Mientras nos preparamos para salir hacia un día de aventura y sorpresas, la conversación es agradable y las bromas no cesan. Me siento tan bien siendo yo, que no cambiaría esta sensación por nada del mundo. Contigo siempre he sido y sigo siendo sólo yo. Contigo puedo ser todo, y me hago nada a la vez. Contigo río y lloro desde el corazón. Contigo se me para el mundo. Contigo, quiero todo contigo, siempre. Contigo soy mientras eres. Contigo no me falta ni me sobra nada.

Antes de montarnos en el coche, te beso con pasión. Respondes con caricias por todo mi cuerpo. Agarras mi pelo con fuerza, pero sin tirar ni hacerme daño. Estaría dispuesta a dejarme llevar. Se me ha olvidado que no estamos en la intimidad de nuestro hogar. Tomas conciencia de dónde estamos, y te separas sin dejar de comerme con la mirada. Nos sonreímos. Un beso fugaz en los labios, y ya estamos dentro del coche. Conduzco tranquila entre la escasa circulación de la ciudad. Es una preciosa mañana de primavera. Nuestra emisora de radio favorita nos acompaña. Cantamos a pleno pulmón y nos reímos de nosotros mismos, del otro, del mundo, de todo y de nada. Pareces empezar a recordar ese lugar del que tanto te he hablado, pero que aún no te he enseñado.

Efectivamente, llegamos a ese rincón con encanto que tanto me gusta, y que por fin puedo disfrutar contigo. Saco mi cámara de fotos, fiel testigo de todos los momentos que quiero seguir recordando por siempre. Una primera foto juntos. Sonríes tímido mientras me agarras fuerte de la cintura, trayéndome hacia ti. Sin movernos, te beso en la mejilla y dejo constancia de ello con una imagen que me hubiera encantado haber tomado aquel día en que compartimos una comida y al despedirnos nos tomamos un par de fotos. Me agarraste justo como lo estás haciendo ahora. Me hubiese encantado haberte besado como lo hago ahora. Pero en ese momento no era la situación adecuada. Qué suerte que ahora sí lo sea. Qué afortunada me siento de poder gritar a los cuatro vientos que tengo el inmenso privilegio de que me permitas compartir tu vida conmigo. Cierro los ojos, respiro hondo, y te cojo de la mano, dispuesta a mostrarte todos los rincones de este pequeño espacio que tanto me da.

Apenas unos pasos y ya estamos sobre una de las calas más hermosas que he conocido. Pequeña, discreta, y rodeada de vegetación. Las fotos siguen formando parte de este inmenso recuerdo. Paseamos por el camino que sobre la cala y en la falda de la montaña, nos lleva a una playa más grande y concurrida. Los árboles y su sombra son el cobijo perfecto para las fotos, los besos, los arrumacos, y las miradas que lo dicen todo. Me apoyo sobre la barandilla de madera, y me abrazas por detrás. Me dejas soñar, y sueñas conmigo. Silencio. El leve ir y venir del mar es el marco perfecto a esta escena que tantas veces he generado en mi mente. Sin duda la realidad supera con creces a la ficción. Me recuesto sobre tu pecho y me abrazas con firmeza. Tu beso en mi cuello me devuelve a la realidad. Sólo el mar, tu respiración, y algún pájaro. No se oye nada más. Estoy inmensamente feliz. Estoy plena. Seguimos paseando, haciendo fotos, bromeando, acariciándonos, admirando la belleza del paisaje. Te enseño las curiosidades que conozco, y descubrimos juntos otras nuevas. Al llegar a ese bello museo de la radio que ya he visitado, no lo piensas y tiras de mí para que entremos, sabes lo que disfruto en ese medio y me quieres dar también este capricho. No rechisto, pues me encanta ver el museo un millón de veces, especialmente si puedo hacerlo cogida de tu mano. Salimos, y me siento niña otra vez, pero esta vez es diferente, ahora tengo la madurez de una adulta, aunque la ilusión sigue siendo la misma de cuando tenía 3 años y me entusiasmaba ante cualquier cosa. Me brillan los ojos al mirarte. Tu sonrisa resplandece entre las fachadas blancas. Seguimos con las fotos y los rincones. Veo un ángulo perfecto para hacerte una foto que parece casi una pintura del mejor artista del mundo. En vez de pedirte que sonrías, un sincero “te amo” sale de mi boca, y tu sonrisa se vuelve la más hermosa que haya visto jamás. Te enseño la foto y no puedes evitar emocionarte con el resultado. Esa instantánea sella la perfección de lo que éste, mi rincón, tiene para ofrecernos.

Dejar un comentario

Your email address will not be published.

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable El titular del sitio.
  • Finalidad Moderar los comentarios. Responder las consultas.
  • Legitimación Su consentimiento.
  • Destinatarios .
  • Derechos Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.

Esta web utiliza cookies, puede ver aquí la Política de Cookies