Mi Cumpleaños

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Mi Cumpleaños

Por: Itxaso Benitez Corzo

Acaricias mi pelo mientras me voy adormeciendo, tumbada sobre tus piernas. Me tapas y tus dedos siguen recorriendo mi cabeza. En el balcón, el sol inunda las flores, y las dota de un brillo especial. Cada vez oigo tu dulce voz más lejos. vas cambiando la presión que ejerces sobre mi cabeza. El sonido incesante del agua en circuito cerrado difícil de describir. Quiero mirarte, pero me pesan los párpados. Sonrío. Acaricio tu pierna y me devuelves la caricia sobre mi mano, sin dejar de recorrer mi cabeza casi como si estuvieras contando cada uno de los pelos que la componen. Tu silencio me hace intuir una sincera sonrisa. Me duermo, segura, en tus brazos.

Me despierto y no estás a mi lado. Estoy desorientada, no sé dónde estoy, ni qué hora es. La temperatura es agradable y no quiero moverme. Me froto los ojos, aún me cuesta abrirlos. Me estiro procurando no destaparme. Me vuelvo a acurrucar. La tranquilidad de la estancia me hace sentir la misma paz que al dormirme, pero tú no estás. Te llamo, y no me sale la voz. El sol aún ilumina las flores, no es tan tarde. Carraspeo, y te vuelvo a llamar. Apareces con una sonrisa radiante, y te sientas en el hueco entre mi cuerpo y mis piernas, aún hechas un ovillo. Me vuelves a acariciar la cabeza, y me besas fugaz. Te quedas mirándome con un brillo especial en los ojos. Me pierdo en tu mirada. Silencio. Sonrisas. Se ha parado el tiempo. El sonido del agua y de los pájaros hacen de éste, un momento memorable. Tu sonrisa como marco. Tu mirada como paisaje. Te amo. Me sonrojo. Me acurruco mientras sonrío. Tu voz dulce me invita a seguirte. Me destapas delicado. Me abrazas al incorporarme. Tu olor me embriaga. Acaricio tu pelo, y tú dibujas mi espalda con las yemas de los dedos. Delicado. Sonriente. Feliz. El corazón se me acelera ante la sorpresa que dices que me has preparado. Cogida de tu mano, te sigo hasta la cocina. La sonrisa se me desborda.

Las lágrimas están a punto de hacerlo. Todo está preparado con un nivel de detalle y de amor que me hacen sentirme especial. Mi flor favorita en el centro de la mesa. Tu mirada feliz. El plato que más me gusta de la manera en que me gusta. Pétalos de la flor que me gusta por toda la mesa. Me ayudas a sentarme. El corazón me da un vuelco al descubrir que los cubiertos son los que me regalaron el día que hice la comunión, que estaban en casa de mis padres. Te pregunto con la mirada porque no soy capaz de hablar. Sonríes. Sólo disfruta, mi niña. Esa forma de llamarme me derrite, y lo sabes. Vuelvo a sonrojarme como si fuese una quinceañera en su primera cita. Agacho la cabeza. Me rodeas con tus brazos firmes. Beso tu ombligo y me pierdo en ti. Levanto la cabeza mientras trago saliva. Te amo. Ahora eres tú el que se sonroja. Te agachas a mi altura. El tiempo se nos para en la mirada del otro. El beso es irremediable. Eterno. Dulce. Delicado. Apasionado. De nuevo, dulce. Tus manos sujetan con firmeza mi cabeza. Las mías juegan en tu nuca. Nos volvemos a mirar. Brillamos.

Me pides que me siente de nuevo en el salón mientras recoges. Quiero ayudarte y no me dejas. Salgo a regañadientes de la cocina. Me abrazas por detrás y me dices que aún hay más, que el día de mi cumpleaños aún no ha acabado. Tu beso en mi cuello hace que un escalofrío recorra todo mi cuerpo. Me deshago de tus brazos riendo por las cosquillas que me haces. Te miro de reojo mientras me alejo de ti. Un beso al aire.

Me llamas, y te pregunto dónde estás, pues tu voz no proviene de la cocina, sino de más lejos. En la habitación. Voy, divertida y curiosa. Estás apoyado en el marco de la puerta. No entiendo nada. Me tiendes la mano, y la acepto. Sin bajarla, me guías. La cama está llena de pequeñas notas, sobres, y pétalos de esa flor que tanto me dice. La lámpara de la mesita es nueva. Sonrío al ver que tiene la forma de esa pasión que albergo, y que tantas alegrías me ha traído. Sin dejarme acercarme a la cama, me diriges al baño. La luz tenue de las velas, la música muy bajita, la espuma dentro de la bañera, y tu invitación a relajarme. No entiendo nada. Te miro confundida. Sólo disfruta, mi niña. Me besas fugaz en los labios y te hago caso. Cierras la puerta del baño, dejándome intimidad. La temperatura del agua está perfecta, y el olor a lavanda me relaja. Me sumerjo casi por completo. Entras delicado. Sólo te veo la cabeza. ¿Estás bien? Mucho, gracias. Sonreímos. Disfruta el tiempo que quieras, todavía no ha acabado el día de tu cumpleaños. Pero. Me invitas a guardar silencio con un dedo sobre tus labios. Cierras la puerta con suavidad. Salgo del agua cuando las velas están a punto de apagarse. Al encender la luz veo que junto a la toalla, hay ropa más cómoda para mí. Si quieres, ponte cómoda. Mi niña. Esa nota me hace sentir especial. Como llevo sintiéndome todo el día. Sonrío mientras me visto. ¿Cómo has adivinado mi talla? Me queda perfectamente bien. Salgo y tu sonrisa me recibe. Tus brazos abiertos de par en par parecen tener la forma exacta de mi cintura. No hables. Vamos a jugar. Me separo de ti sonriente. Te beso. Te dejas. Nos miramos durante un instante que parece una eternidad. Sin hablar. El corazón se me acelera ante tanta sorpresa. Me embriaga todo esto. No entiendo nada, ni me siento merecedora de tal despliegue. Me haces sentar en el suelo, junto a la cama. A medida que me vas entregando notas y sobres, voy leyendo nuestra historia, retratada desde tu óptica. Me emociono. Sonrío. Un sobre con un pañuelo de papel. Qué oportuno. Ya se ha vaciado casi la mitad de la cama, y con un gesto me invitas a sentarme encima. Gracias. Sigo leyendo. Te cuesta soltar la última nota. Respiras hondo, y cierras los ojos antes de estirar el brazo para dármela. Tranquilo. También estamos juntos en esto. Esta es más larga que las anteriores. Te retiras de la cama. Levanto la cabeza cuando lo haces, y me invitas a seguir leyendo. Dejo de verte, pero no paro de leer. Necesito parar un par de veces para tomar aire y secarme las lágrimas antes de que lleguen a mojar el papel. Me cuesta seguir leyendo, pero necesito seguir sabiendo el por qué de aquel tema que nunca tratamos en profundidad porque nos dolía demasiado. Te sigue doliendo, pero admiro la valentía de abrirme tu corazón de esta manera.

Te busco, vuelvo al salón. Sólo puedo abrazarte. Lloramos juntos. No nos salen las palabras, y a decir verdad no nos hace falta. Nos tenemos. Nos entendemos. Nos apoyamos. Nos queremos. Nos cuidamos. Nos mimamos. Nos besamos. Tus labios saben a sal. Volvemos a fundirnos, sin hablar. Gracias por confiar de esta manera en mí, me haces sentir única. Ha sido fácil, contigo todo es fácil. Te sonrío sin dejar de llorar.

Me lo pones tan fácil, y me haces sentir tan bien, que quiero celebrar cada día contigo, tu cumpleaños. Me llevo la lámpara que me has regalado, las notas, y una parte de tu corazón. El mío se queda latiendo en tu pecho.

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