Por: Lehaim

14 de Febrero:
Me encantaría poder ver tu cara cuando leas esta carta, amado desconocido. Seguramente pensarás que me falta un tornillo porque es difícil que alguien se enamore sin conocer personalmente a la otra persona; como mucho, encandilarse con el físico y tú no te consideras especial. Lo sé por tu manera de andar, como si estuvieras en las nubes, ajeno a ti y a los que te rodean; en tu mundo. Por tu manera de vestir, arreglado pero informal; la sonrisa con la que le das las gracias a la linda camarera que te sirve el café o la cerveza, de total cortesía, sin percatarte de cómo se le cae la baba… son muchos los detalles de ti que me hacen galopar el corazón cada vez que te veo en la plaza donde vivo, desde mi ventana porque desde hace un año, yo no salgo a la calle.

Ayer, añadí un detalle más a la lista de los motivos que me hacen estar pendiente de ti, de tu llegada. Te sentaste, pediste tu consumición y abriste un libro que llevabas bajo el brazo y pusiste delante de tu cara porque el sol te molestaba; al ver el título, la emoción me llevó hasta las lágrimas. Era el mismo que yo estaba leyendo y descansaba sobre mis rodillas. Tenía que llegar a ti y no se me ocurrió nada mejor que escribirte una carta pero el problema estaba en cómo hacértela llegar porque no sabía tu nombre ni donde vivías, así que llamé a mi amigo Paco y le conté lo que me estaba pasando.

Él, que es un novelero tremendo, me quiere muchísimo y está deseando que vuelva a hacer una vida normal, me dijo que era una gran idea; se vendría a casa y yo te presentaría desde la distancia —esas fueron sus palabras— luego se acercaría y sin dar explicaciones, te la daría. Yo tenía que estar arreglada cuando él viniera a recoger la carta y según viera, desde mi ventana, tu reacción ir a por ti u olvidarme.

Ha pasado un año desde esta historia y ahora estás sentado junto a mí, en un banco de nuestro parque favorito leyendo, de nuevo, la carta que llegó a tus manos de forma tan inusual y querías que yo conociera porque te hizo recobrar la confianza y gracias a ella, estar abierto a una nueva relación. Muchas veces te preguntaste quién sería tu enamorada sin rostro y ni por un momento, se te ocurrió que la chica que se sentó en el velador de al lado, con el mismo libro que estabas leyendo y te pareció una casualidad —menuda casualidad— era la autora de la carta que acababas de leer y mucho menos, la que con cariño y tesón te conquistó. Venías como yo, de una ruptura dolorosa. Mi decisión fue encerrarme en casa y desde mi ordenador trabajar; leer, ver cine, cualquier cosa menos salir a la calle porque todo me recordaba a él. Tú, por el contrario, decidiste solamente darte un descanso emocional; esas fueron tus palabras.

No tenía ni idea de que la hubieras guardado porque nunca me has hablado de esa enamorada invisible y ello me conmueve ya que demuestra que te gustó, hasta el punto de conservarla, por eso voy a volver a enviártela —yo también guardé una copia— añadiéndole los momentos que estamos viviendo hoy, día de San Valentín y con ello queda cerrado este primer año tan especial para los dos, en el que nos hemos ido conociendo y enamorando día a día, al que deseo le sigan muchos más.

Esta carta es mi regalo especial para este día. La voy a escribir en cuanto llegue a casa; voy a poner cualquier excusa para irme pronto y aunque me gustaría mandártela por correo postal, lo voy a hacer a tu correo electrónico para que te llegue hoy mismo. En cuanto he tomado esta decisión me consumen los nervios; seguro que has notado que me pasaba algo.

Espero que no sientas que te he tomado el pelo al no decirte nada cuando te has sincerado conmigo esta tarde y con cariño y respeto, me has leído mi carta pero quería que lo supieras sin estar yo delante, para que te diera tiempo a poner en orden tus emociones y no sentirte obligado a poner buena cara; no te puedes imaginar lo que me ha costado guardar el secreto.

P.D. Sea lo que sea que decidas, quiero que sepas que este año contigo ha sido el más feliz de mi vida. Te adoro.