Cartas del Primer Amor y del Último

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Cartas del Primer Amor y del Último

Por: Rosabel

Ella se sentó en el suelo de su loft mientras sacaba, de una cajonera, de debajo de su diván, su diario rojo de piel. Ella sacó de su diario, una carta de amor de su primer amor. Una de las muchas cartas que su primer amor le escribiría mientras él estaba en la mili. Ellos se habían distanciado antes de irse; “habían roto”, pero seguían conociéndose todavía más, en aquellas cartas que se escribían desde el fondo de su corazón. ¿Cómo habían llegado a romper? ¿Era por una tontería o era por la familia y conocidos que les rodeaban? Ellos se habían gustado desde el principio, desde que se conocieron y a ella le asustaba que siempre estuviese rodeado de otras compañeras del instituto.

Ella empezó a leer una de esas primeras cartas de él para ella, que decía así:

“En vista de que no me escribes he decidido volver a escribirte de nuevo. Espero que no me hayas escrito por los exámenes (ella recordó que habían terminado justo al final del verano de 1984 cuando ella empezaba primer curso de carrera, y lloraba todos los días).

En un principio empezaré hablándote de mí, pues bien, en cuanto a la mili te puedo decir que por el momento me va bien y que por destino me han dado el de antiaéreas y el de músico, y te puedes imaginar que absurdo que esté yo en la banda de música, pero por lo visto se han empeñado a que aprenda a tocar algún instrumento. No es que me queje del destino, sino que es muy aburrido tener que ensayar a diario, Por lo demás, te diré que todo marcha relativamente bien: el piso, los amigos, etc. En cuanto a mi vida fuera del cuartel, bastante independiente, pues hago lo que me apetece siempre, dentro de un orden, claro está, pero a su vez algo monótona y solitaria, ya que los amigos que tengo no me apetecen para salir, salvo rara vez que voy con ellos a la discoteca. Pues bien, como te iba diciendo suelo salir la mayoría de las veces sólo, voy al piso, me cambio de ropa, cojo un libro, y salgo a la calle a vagabundear; a veces me voy a la montaña, otras al río Ebro o alguna plaza donde suelo ponerme a leer, hablar con los ancianos, me mezclo con los hippies y hablo con ellos. En cuanto a las tardes, muchas veces suelo ir a la catedral donde rezo el rosario (tu y yo no debemos perder nuestra fe, por eso éramos catequistas y estábamos en el movimiento de los Focolares) y escucho misa. Aquí he encontrado a Dios de verdad, es que cada día lo tengo más cerca de mí, además me he hecho amigo de un sacerdote, organizador de la catequesis, con el cual me confesé. He descubierto que no he sabido apreciar tu amistad y sobre todo siento ahora más que nunca que te he hecho daño, ¿sabes qué me pasaba cuando te hablaba de JA? Pues bien, te lo voy a confiar, aunque me dé vergüenza; eran celos, pienso que te dará risa, pero es la verdad, además ya es hora que te dé una explicación sobre lo nuestro, pues cada vez que te miro a los ojos, éstos me hablan, y siento que quieres hablarme, pero que en el fondo no te atreves. Pues bien, lo que me pasó es que ……”

Su primer amor; ese chico especial de la pandilla para todas las amigas, que no cuajó y por el que estuvo a punto de dejar su novio en el altar seis años después, pues siempre tuvo presente a su primer amor y siguieron una amistad duradera hasta el punto de que antes de casarse y con los preparativos del traje de novia, él la llevó a Sevilla y le preguntó si verdaderamente creía que aquel era el tipo de hombre que ella necesitaba, que se lo pensara bien antes de decir el SI, en el altar.

Cuántas lágrimas había derramado ella ante esa sociedad injusta que le había abierto lo ojos y que volvía ahora a martirizarle. Ahora en el otoño de su vida, 38 años después de esa carta cuándo pasaban 15 años de haberse divorciado y cuando hacía casi el mismo tiempo que había conocido a su actual pareja. La relación con su actual pareja, siempre había sido difícil, mejor dicho; traumática, tenía blancos y negros, pero no grises, altos y bajos, pero no medios, Los años que vivió el padre de su pareja y que él ponía a todo excusa que: “se debía a su padre”, hicieron un martirio de noviazgo. Cuando murió su padre, esa misma noche, le dijo que ya podían casarse pero a pesar de empezar ella a arreglar los papeles, éstos quedaron olvidados en la cómoda… Ella pensaba que él no pasó su duelo como debiera, él se convirtió en una persona más hostil, amargada, empezó a decirle que no estaba a gusto no sabía porque. Y el por qué se fue convirtiendo en no estoy a gusto contigo, no estudies las oposiciones, no hagas más cursos, no seas del teléfono de la esperanza, no salgas con las amigas y no me gustas como mujer que esperaba. Él le decía a ella que solo tenía que hacer una cosa para q el estuviera contento; ser una mujer de su casa y no dar por culo. Ella le preguntaba qué era no dar por culo y él le decía; mejor estás calladita, sin protestar. Y vino la pandemia y ella pasó el virus con todos sus síntomas, pero él sólo se preocupó de su integridad y de su trabajo como médico. Ella encerrada sin salir ni a la tienda a comprar, días y días en que sólo lo veía a él asustado, exhausto, amargado y con miedo.

Las olas de pandemia fueron pasando igual, y él muchas veces le decía que no era la mujer que esperaba y a cualquier comentario la cogía por el brazo para obligarla a irse a su casa, pues no le merecía la pena estar con ella. Algunas veces la pandemia hizo que no pudieran pasar las fronteras de una población a otra para que ella se fuese y otras ellas se fue, pero volvía. ¿Por qué volvía? Él iba a buscarla, su hija pequeña intermediaba entre ellos. Pero Ella pensaba que algunas cosas que le decía él, eran las del maltrato ese que le habían enseñado a detectar y sin embargo, caía una y otra vez y era por su religiosidad, le había hecho una promesa a aquel “Cristo”, años atrás, de que haría lo posible por amarlo y no dejarlo nunca, porque sabía que él lo necesitaba más que ella. Ella tenía presente su matrimonio que terminó con un abandono por parte de su marido tras una paliza que ella recibió y que quiso volver por navidad como decía la canción, pero ella había seguido hacia adelante, y entonces leyó la carta que le mandaba su último amor ¿Su último amor? Sí, sería su último amor; esta vez el chico de la pandilla, era ya un mayor jubilado de profesión; músico y educador social. Maestro de muchos y confesor de otros tantos, sobre todo de mujeres. Tenía cierta similitud con su primer amor, pero éste era sin duda su alma gemela. ¿Y cómo había llegado a él? Se había cansado de luchar, estaba deprimida y entonces se apuntó a un taller de música que él impartía. Ella, lo conocía, le había atraído siempre y con el cual se había cruzado varias veces en su vida. El día que fue al taller de música, ese día había vuelto a sonreír, había vuelto a soñar, había vuelto a escribir, en pocas palabras; había vuelto a creer en el romanticismo. ¿Era su alma gemela… estaba ahí y no lo sabía, por qué sus caminos que se habían cruzado tantas veces y se unían en uno solo, ahora? Su conexión era tal, como un entrelazamiento cuántico. Solo había una barreras que parecían infranqueables; él le dijo a ella que nunca dejaría a su mujer por lealtad, y él se preguntaba por qué ella seguía con su pareja y así le escribió una carta (que en este caso, ella imprimió del Word que le había mandado él en un email y que guardó con las cartas manuscritas de hace 38 años de su primer amor). La carta era una pregunta; ¿Entonces?

“Pero entonces?… ¿Por qué estás esperanzada en su amor? ¿Qué te aporta? Si no le sale de su interior dedicarte una mirada sonriente, unas palabras agradables, una dulce caricia que lleve implícita ternura, cariño, respeto. Si pocas veces alaba tus razones, admira tus dibujos, comenta tus lecturas, oye tus canciones, te valora en tu constante esfuerzo por facilitar situaciones harmónicas.

Pocas veces eleva tu autoestima resaltando tus logros, tus aciertos, tu gracia. Nunca demuestra sentimientos agradables a tus maneras, a tus formas, a tu belleza, a tus andares, a tu elegancia, a tu saber estar, a tu saber escuchar y a tu dirimir en favor de los desfavorecidos; a tu entrega, a tu valentía, a tu entereza.

¡¡Pero!! ¿Entonces? Si aún fuera alguien que comparte sus cartones y su espacio para que duermas en su cajero, si aún fuera alguien que recrimina a su perro para que no te ladre, si aún fuera alguien que roba una Rosa de Pitiminí para hacer latir tu corazón.

¿Alguna vez liberó al pájaro, ese que tu sufrías viéndolo preso? ¿Te trajo alguna concha de la playa con tu nombre inscrito y la fecha de vuestro primer beso? ¿Que no es romántico como tú? ¿Que es materialista, egoísta, desagradable, mezquino? ¡¡¡¡Pero!!!! ¿Entonces? Acaso ¿Sabe agradecer tu gran solidaridad? ¿Respeta tu dolor, tu silencio, tus lágrimas, tu alegría, tus deseos? ¡¡¡¡¡Pero!!!!!! ¿¿¿¿entonces????

Y ahora comparaba la primera carta de aquel amor de juventud y la carta del amor de sus últimos años de vida, y pensó; ya puedo morir en paz un día de éstos, si Dios lo quiere así, porque he conocido el amor desde el principio al fin, al entremedio no le daré importancia y porque es mi último amor el que yo busqué en toda mi vida, sin barreras en mi mente y con él no me importa nada más. Ella guardó las dos cartas en el diario, mientras una lágrima y una sonrisa le afloraron en el rostro, solo le pidió a Dios, que los últimos momentos de su vida le acompañe su canción: “ID YLLE PARMI LES FLEURS” Parole y musique: R&R; ellos la habían escrito juntos y la cantarían siempre juntos.

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