Temor

Temor

Por: Calamanda

Vine a la selva tropical hace quince días aproximadamente a filmar su luz y disfrutar paz en sus bosques lluviosos y verdes de hojas anchas y frondosas. Llevo poco viviendo en mi país, en una urbanización de casas unifamiliares, y no tengo otras amistades que mis vecinos más próximos. Se han prestado amablemente a echarle un ojo, desde fuera, y comunicarme la más leve novedad.

Aprendo por mis continuas mudanzas a tomar medidas y antes de subir al taxi me aseguro de que todo queda en orden.

Como en otras ocasiones, si tengo un viaje por delante, también tengo en cuenta una serie de condiciones que considero de importancia. No se me ocurre desaparecer unas semanas, sin antes inspeccionar los alrededores. Vi todo normal y tranquilo. Quedé vagamente satisfecho y más animoso. Dejé la cancela y la puerta de entrada bien cerradas. Las luces de emergencia interiores alumbrando. Las ventanas amuralladas y las persianas abajo. A Curro, mi dóberman de guarda y defensa, suelto y con la comida escasa; está acostumbrado y se organiza. Una selección musical de acordes de guitarra con arreglos de gemidos de ultratumba mordisqueando un disco rayado, seleccionado desde el hilo musical y conectado a los altavoces, desde mi móvil; hoy no sé su paradero, dieciséis horas al día. Sustancias químicas que permanecen un tiempo en el ambiente de las estancias, dispuestas a ser inhaladas y desarrollarse en pulmones u otras partes del organismo y provocar algunos estornudos y pequeñas irritaciones en las mucosas nasales.

Días atrás, mi vecino más cercano aprovechó para pasear a su niño por mi acera, dice que miró distraídamente a las ventanas y dejan ver el interior. Se fijó, con una vuelta en el estómago, que en el salón las sillas están dispersas, las figurillas por el suelo, los candelabros tumbados, y se oyen risas. Ha apelado a la convicción de que tengo la casa llena de gente. En mi intimidad hogareña se escucha la cisterna del retrete y pasos entrando y saliendo del despacho a la sala y de ésta a las habitaciones y a las demás zonas; escaleras arriba, escaleras abajo, todo tipo de sucesos; sin temor, silencio ni permiso se recrean en ella como si no fueran extraños.

No ha vuelto a asomarse por si es víctima de cualquier atropello. Ni está conforme con avisar a la policía y acompañarlos, busca mi llegada; dice que su instinto me considera alguien que puede obligarlos a renunciar de sus planes de forma razonable.

Lo conozco lo suficiente y creo que está muy impresionado por si se animan e irrumpen en la suya cuando menos lo espere. Dice ser un hombre de intuiciones y que en este caso no va descaminado. No siempre habrá acertado, digo yo. Apenas sale, vigila sin descanso desde su ventana y ha perdido las ganas de dormir buscando respuestas. Le tortura no encontrar remedio a ese -callejón sin salida- Así llama a la situación y va a tomar vacaciones para no moverse del domicilio y avisar a la policía si los intrusos intentan hacerle una visita.

No ha vuelto a hacer la ronda por mi fachada pero desde la suya ve como hacen ejercicios gimnásticos en el pasillo, echan un sueñecito en la terraza, ponen canciones para bailar y aplauden. Dice que tiene que respirar hondo para no decirles cuatro cosas. Tiene una libreta y va anotando la edad y todo lo que de lejos puede deducir. Aunque le pone voluntad, a la mayoría no los distingue por unas máscaras que les cubren la boca y la nariz. El resto de las pistas las estoy estudiando y pueden parecerle mentira a cualquiera.

No sabe por qué pero caminan raro y torpes, a veces como a tientas, con una especie de funda de plástico envolviéndoles los zapatos, incluso los ve moverse con batas casi hasta los pies atadas a la cintura, y llevan cubiertos una parte de la cabeza y los ojos, con una variante de yelmo, de plástico transparente; imagina que para tener mayor campo de visión sobre las calles y sus viviendas, o captar la luz del día dispuestos a analizar cualquier movimiento.

No está libre de presagios, que es precisamente lo que menos necesito, y no sé si se inventa algunas ideas para que deje de llevar esta vida ambulante y despliegue mis actividades con él, jugando al tenis, al dominó, las cartas o juntos hagamos barbacoas. Se pone muy pesado con que me case y cambie de hábitos. Aún me retumba en la cabeza su última información, no sé si tomármela como verdadera o falsa.

Teme que los que ocupan mi hogar sean actores sin trabajo ni medios y se han escondido sin pensar en las consecuencias, para filmar algo de género cómico, e igual trabajan en directo con alguna cadena modesta, intentando crezcan sus audiencias. Lo he escuchado incrédulo, decía por el móvil que pueden venir a interrumpir la marcha del vecindario con los desafíos de algún reality show. Se ha fijado mejor y por las facciones le parecen asiáticos, o extraterrestres rejuvenecidos.

Si no voy para allá, lo que está pasando no parará. Presiente que pueden irse con mi casa a cuestas.

Qué busca este hombre con tanto ahínco ¿No estará jugando al veo, veo conmigo?

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