Por: Tamara
Pepito miraba la hoja en blanco y mientras tanto utilizaba el lápiz como baqueta haciendo sonidos musicales sobre la mesa. Pensaba en lo que debía escribir para cumplir con la maestra que había dejado como tarea describir o crear un robot que tuviera inteligencia artificial.
Le vino una idea perfecta…
Fue al patio y buscó tres latas pequeñas de refrescos de cola, perforó la primera con cuatro agujeros, los ojos, la nariz, la boca, tomó la segunda , cuatro agujeros más, el cuerpo y con la tercera picó cuatro tiras dándoles formas de articulaciones, brazos y pies, aseguró las piezas con trozos de alambres. Cogió unos pedazos de tela e hizo una pequeña camisa, un pantalón y un sombrero.
Casi estaba perfecto, pero le faltaban los órganos elementales, dos aceitunas por ojos y un melocotón por cerebro, recordó a un muñeco de nieve y le puso por nariz una zanahoria y para que su boca no fuera cortante se la forró con pétalos de color rojo, de rosa. Lo observó por un instante y se dijo:
—Este robot deberá ser inteligente y tener un corazón dulce y bueno, fue al refrigerador y buscó una fresa y se la puso muy contento murmurando — ahora, ya está completo.
Se sentó nuevamente a escribir lo que había hecho y cuando volteó la mirada descubrió que el robot estaba a su lado observándolo con sus grandes ojos aceitunados, brillándole de curiosidad. Pepito lo miró asombrado.
—Hola,¿ y tú como llegaste desde el patio hasta aquí?
—Olvidaste que me diste inteligencia artificial.
—Ahhh , sí .¿y qué puedes hacer?
—Mira para allí.
Pepito miró hacia el lugar que señalaba su creación y vio una plantica mustia que estaba a punto de secarse en una maseta. El robot hizo algunos giros con su mano de lata y poco a poco fue reverdeciendo ante los ojos de aquel que contemplaba absorto lo que hacía el robosito.
Pepito todavía mudo del asombro se volvió hacia él y le dijo:
—Te voy a llamar. Robot, corazón de fresa, en vez de corazón valiente como en una película que vi y me gustó mucho….y ven acá. ¿Tú puedes sacar cuentas y escribir?
—Claro, yo puedo hacer de todo…
—Entonces… ¿ me podrás ayudar en la escuela?
—Claro, repitió corazón de fresa.
—Bueno…—dijo golpeándose la barbilla con un dedito y mirando para arriba pensativo— Te llevaré en mi mochila y cuando la maestra pregunte o mande alguna tarea me ayudarás a resolverlas. Ahora te guardaré hasta mañana que entremos en el aula.
Pepito estuvo varios días participando y respondiendo las preguntas que hacía la maestra. Lo hacía rápido y con precisión y de esta forma logró la admiración de la maestra que lo ponía de ejemplo como niño aplicado, sus compañeros estaban orgullosos de tener en el aula a un niño tan talentoso y sus amigos de tenerlo. Pero Pepito se envaneció tanto, que cuando algún amigo venia y decía:
—Oye… ayúdame a hacer la tarea.
Este, le respondía:
—¡Ahhhh… no puedo! Estoy muy ocupado… estudia como yo.
Los amigos se fueron alejando ante la aptitud egoísta de Pepito y éste comprendió que se había portado muy mal con ellos y en especial con robocito que lo había ayudado a resolver todos los problemas de clases y ya hacía varios días que no lo sacaba escuchando solo su voz a través de la mochila cada vez que le preguntaba algo.. Esa mañana entró corriendo al aula y se sentó en el pupitre ansioso por ver a su amigo. Sacó los libros buscando a corazón de fresa y diciéndole:
— Hola, amigo, ¿Cómo estás hoy? era la primera vez que hiciera esa pregunta desde que le echara alli.
Este, se mantuvo callado y Pepito lo sacó y lo puso sobre la mesa para revisarlo. Al hacerlo vio que se había podrido su melocotón de cerebro y destilaba un líquido viscoso. Su corazón de fresa, era ahora una pasa prieta y compacta. Pepito comenzó a llorar y lo hacía desconsoladamente. Pensó que él era el causante de la desgracia de su amigo por dejarlo allí encerrado mucho tiempo y no haberle agradecido por ayudarlo a resolver problemas matemáticos.
La maestra lo vio tan abatido y le preguntó:
—¿Qué te pasa pepito?
—Nada maestra, es que yo había hecho este robot y él me ayudaba a hacer las tareas y creo que yo lo maté.
La maestra lo miró y se quedó pensativa… Estaba muy preocupada y le dijo:
—Voy a mandar a buscar a tus padres, por toda esta situación que me dices— Ella creía que Pepito deliraba y él a su vez se puso nervioso pensando que al contarle a su mamá todo lo relativo a la tarea y al robot, recibiría un buen castigo, por lo que salió del aula gritando:
—Nooo maestra, no se lo diga a mis padres, nooo y echó a correr por los pasillos de la escuela como loco cuando tropezó y sintió que iba despeñándose lentamente, era una caída incomoda, estremecedora, algo no estaba bien y sacudiendo la cabeza se sintió soñoliento, movió sus ojos y el corredor se convirtió en su cuarto. Se vio recostado encima de su libreta, sobre la mesa y frente a él… las primeras líneas que había escrito. ¨¨Robot corazón de fresa¨¨ … se sonrió por un instante y salió corriendo al patio en busca de tres laticas de refresco.
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