El Día del Ornitorrinco

Inicio / Infantiles / El Día del Ornitorrinco

El Día del Ornitorrinco

Por: Ann Mïrllad

Relato Corto: El día del Ornitorrinco

En el horario del mediodía, tenía que llevar a mi madre a la escuela.

La habían citado la maestra de letras y la maestra de ciencias, las dos, y seguramente el Director estaría en el aula, y también tendría su implicación en el asunto, quizás para levantarme un Acta de esas que dicen muchas cosas feas sobre los alumnos, o jurar que el lunes —por encima de la voluntad de Dios— me harían una amonestación pública en el Matutino.

El lunes me tocaba recitar versos sobre el Yate Granma delante de todos, en el mismo Matutino donde, pasando incluso por encima de la voluntad de Dios, el Director querría hacerme un escarmiento.

¡Y todo por una composición en la que escribí que mi animal preferido era el ornitorrinco!

La maestra de letras se asustó y pesó en confrontar a los psicopedagogos de la provincia. La maestra de ciencias le aseguró que los ornitorrincos no eran material de estudio en la asignatura de Biología y aunque a ella le dio un poco de gracia, las dos convinieron en que no era normal que una niña hablara de ornitorrincos en tres párrafos que bastaba dedicárselos a cualquier perrito juguetón llamado Mota o un gatico cazador de bolas de estambre.

Mamá fue ese mediodía a la escuela y escuchó pacientemente los argumentos de la maestra de letras y la maestra de ciencias.

Por fortuna, el Director tenía otros asuntos más importantes que atender.

Suspiré aliviada; al menos el lunes no pasaría vergüenza delante de todos, antes o luego de recitar versos dedicados al Yate Granma. Declamar tal poema, escrito por yo no sabía quién, a viva voz y delante de Alex, un chico que me gustaba mucho, en medio de un Matutino aburridísimo, era motivo suficiente para ponerme tensa desde el viernes. De solo pensarlo, el rojo se apoderaba de mis mejillas y mi nariz, y toda mi cara comenzaba a brillar como la blusa de la vendedora de refresco, o como las cuentas del pulso del Director.

Sabía que no tenía manera de evitarlo, entonces me ponía muy nerviosa y mi cara de luna menguante se entintaba más.

Las maestras le dieron a mi madre una ensarta de explicaciones tratando de limpiarse de culpas y luego le recomendaron que me llevara con un especialista… y bla, bla, bla…

Mi madre pidió que le mostraran mi composición.

Las maestras… “Cómo no, ahora mismo, se la mostramos… Usted va a entendernos perfectamente una vez que lea… Va a comprender por qué estamos tan alarmadas…”

Mi madre leyó de principio a fin y releyó de final a comienzo… Y volvió a leer al derecho y al revés. Solo una cosa le había llamado la atención y preocupado verdaderamente.

La maestra de letras había hecho un enorme círculo rojo alrededor de la palabra ornitorrinco y, justo al lado de la o inicial, dibujó una hache terrible que hablaba por sí misma.

Mamá escuchó hablar a la estúpida letra y después sonrió.

“¿Y bien…”, preguntaron a coro las maestras.

Mamá tomó un respiro y dejó ir un puñado de aire. Luego dijo sin mucho entusiasmo:

“Por favor, ejerciten un poco más la Ortografía. Buenas tardes”

Cuando salió del aula, las maestras se miraron boquiabiertas. Las dos abrieron también los ojos al unísono. Pensaron seguramente que en esta época los padres crían a los muchachos de una manera muy extraña.

Pero de lo que yo sí estaba muy pero que muy clara era que ornitorrinco no llevaba hache.

Dejar un comentario

Your email address will not be published.

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable El titular del sitio.
  • Finalidad Moderar los comentarios. Responder las consultas.
  • Legitimación Su consentimiento.
  • Destinatarios .
  • Derechos Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.

Esta web utiliza cookies, puede ver aquí la Política de Cookies