Por: Lehaim

– Mamá, ¿cuando se va a levantar papá?, que vamos a llegar a la romería cuando ya no haya ni un árbol con sombra para hacer el columpio.

– ¡Dios mío que castigo de niño! – bufó Petri. Pero tenía razón ella, cuando era una niña, el día de la romería, daba bien de bien la tabarra, hasta que salían a la calle y se montaban en la caja del camión; en sillas de anea, sin cinturón de seguridad, tupidito, hasta el último espacio, de cestos con comida , mantas para la siesta… Y una sonrisa se le dibujó en la cara.

– Antonio, ¿cuando vas a salí de la cama?, ¿quieres que vaya yo payá, que estoy terminando de freí los filetes empanaos y con la espumadera, te ponga como un ecehomo?

– ¡Que ya estoy en el baño!, menos gritos so loca; señó qué temperamento -dice Antonio llevándose las manos a la cabeza.

– Bueno, pues ahora otra hora hasta que termines de arreglarte, eres peor que una mujé y total, pa quedá igual.

– Lo que faltaba, ahora el timbre, seguro que es la Charo ya prepará. Como ella vive sola y madruga más que los gallos, vendrá con los cestos y tos los apaños, se pondrá a cotorrear y me retrasará aún más.

– Vecina, ya estoy lista ¿y vosotros?, -dijo Charo, estirando el cuello, para ver por encima del hombro de Petri, si los cestos estaban ya en el salón.

– Mírala y se rompe el pescuezo pues no, aún estamos con los preparos, así que si te vas a poner nerviosa, mejó te vas a casa de la Marijose y el Manolo a esperar, que lo que me hace falta, es a una pesá como tú metiendo prisa.

– Bueno, no te pongas así mujé, si quieres, te hecho una mano viendo lo que tienes ya listo y así sabes lo que te falta.

– Vale, buena idea.

– Veamos: cesto de las mantas, cuerda y tabla pal columpio, bota de vino, con vino…

– No, va está llena de Agua del Carmen, no te digo.

– Ja, ja, ja, pero que graciosa eres.

– Bueno sigo: baraja pal cinquiyo, nevera con yelo, cervezas, gazpacho, agua y calimocho, revistas del corazón y las sillas plegables, creo que no falta ná.

– Falta, la comida que estoy terminando.

– Pos yo, mientras tanto, como cojo las indirectas, voy a casa de la Marijose y el Manolo a recordarles el radiocasé y las cintas pal camino, que luego allí tenemos la verbena, a vé si este año, encuentro alguno que esté solo y quiera que lo cuiden.

– Ya estás como tos los años, qué obsesión hija, con lo bien que vives solita pero bueno, tú misma.

– Antoñito ven pa cá que vea qué te has puesto que tú, como vamos al campo, igual vas hecho un mamarracho.

– Vooooooooy que estoy buscando el balón.

– Bueno, no estás mu malejo, pero te tienes que lavá la cara y detrás de las orejas, bastante mierda vas a cojé en la romería, pa que te la lleves puesta de casa.

– A vé las uñas, ¡madre del pelo lacio!, si pareces una bruja que largas y cuánto luto, ven que te las corte chiquillo.

– Bueno pos aquí estoy alma mía, ¿a que voy como un pincel?, -dice Antonio dando unas vueltas.

– Sí, como una brocha gorda de embarrá vas tú, coge los cesto y marchando qués gerundio.

– ¿Están el pienso y el alpiste listos?

– Eso, el comercio y el bebercio es lo que a ti te preocupa, ¿no preguntas por el café y los bollos de chicharrones?.

– Hummm pos no, -dice Antonio sacando la lengua-, vamos pa bajo que ya estarán tos en la Ka Uve montaos; preciosa mujé y hijo igualito a su padre.

– Buenas vecinos ¡vámonos yá! –dice Petri, feliz-, a vé si cogemos un buen sitio y pasamos un buen día.

– Un día especiaaaaaaaal con gente fenomelaaaaaaaal ; canta la Charo.

– Ponerse los cinturones que hoy la benemérita está como los búhos, con ojos hasta en el cogote y a cantá, porque vamos de romería -dice Manolo con mucha juerga.

– Siiiiiiii, la que nos sabemos tós, berrea la Charo.

– ¡Qué bonitas son las Extremeñas!, ¡qué buen vino nos da Valdepeñas!, cantan todos a coro, con las ventanillas bajadas. Felices y seguros de disfrutar mucho, aunque tengan que pasar el resto de la semana, a calditos y sal de frutas.