La Libertad Tiene un Precio

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La Libertad Tiene un Precio

Por: El Escribano

Era una mañana de primavera. Hacía sol y la temperatura era agradable. Corría el año 2019, las noticias no paraban de hablar de virus llamado COVID-19 que estaba infectando a medio planeta, cada día que pasaba subían la cifra de contagios entre personas y decenas de miles morían. El presidente en rueda de prensa, anunció un confinamiento domiciliario, algo insólito en nuestra historia.

Carlos, de profesión conductor, había finalizado su jornada laboral, se disponía una tarde más a dejar el vehículo que conducía en la nave. El supervisor le esperaba allí, su rostro era muy serio y enfadado.

— Buenas tardes Carlos, tienes que subir a la oficina, el jefe quiere hablar contigo. Carlos ya sabía por experiencia lo que suponía el despacho, debía temerse lo peor.

Muy despacio fue subiendo los peldaños de las escaleras, llamó a la puerta con los nudillos un par de veces y entró al despacho. Encontró al jefe sentado, normalmente habría más gente allí, pero esta vez estaba solo. Gaspar era una persona sociable, aunque en aquel momento estaba muy irascible. Carlos se sentó frente a él.

— No sé si te has enterado de las noticias pero, debido al COVID, la demanda de clientes ha bajado mucho y nos vemos obligados a cerrar la empresa, así que me temo que debo prescindir de tus servicios.

Firmados los papeles, se despidió de sus compañeros y jefes y se dirigió a su vehículo. Suspiró aliviado al recordar los pocos pagos que le quedaban de su flamante Seat Ibiza, de tres puertas, de color azul eléctrico. Arrancó el coche y se marchó a casa. Carlos vivía de alquiler, en un piso de 30m2, cocina y salón conjuntos, separados por una práctica barra americana, una única habitación, un baño y la pequeña terraza.

Se tumbó en el sofá un rato, para descansar y desconectar del día con su móvil, consultó las noticias, los mensajes de grupo, etc. Después de eso, preparó la cena y cayó rendido en un placido sueño.

Día 1 del confinamiento:

Carlos se despertó sobre las 10:00 de la mañana, se alegró mucho de no tener que madrugar, tenía mucho cansancio acumulado. Preparó un suculento desayuno, café con dos rebanadas de pan bimbo sin corteza con aceite. Recogió la mesa y encendió su portátil para hacer las gestiones pertinentes debido a su nueva situación. A mitad de mañana salió a comprar alimentos, pues tenía la nevera vacía. Había muchísima gente en el supermercado, aquello era un caos, empujones y personas llenándose de provisiones como si de la guerra se tratase. Cuando regresó a casa se puso a cocinar unos macarrones con tomate y atún, que le quedaron deliciosos. Con el estómago lleno se marchó a dormir. Tuvo un sueño en el cual recordó su niñez. Carlos era huérfano de ambos padres, fue criado por su abuelo. Tenía muchos recuerdos felices con él, le enseñó muchas cosas y tuvo una infancia muy feliz. Nunca podría olvidar las palabras de su abuelo durante sus últimos estertores:
“Recuerda Carlitos que no importa cuántos obstáculos encuentres en el camino, debes levantarte y perseverar hasta llegar a la meta final. Lucha por tus sueños hijo”

Carlos se incorporó de golpe y comprendió el significado de las palabras de su abuelo. Ya había llegado la hora de llevar a cabo el proyecto que había estado posponiendo durante tanto tiempo. Se puso a ello esa misma tarde….

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Dia 60 del confinamiento:

Carlos estaba feliz, después de mucho tiempo, no solo salían las noticias cotidianas de la televisión del virus, y las pruebas de la esperada vacuna; para él su felicidad era doble. Había acabado su ansiado proyecto.

Consiguió publicar su primera novela, después de tantos años intentándolo, su trabajo y tesón habían sido recompensados. Finalizada la maquetación y las correcciones decidió autopublicar su primer libro electrónico. Lo publicitó por redes sociales a través de sus conocidos y amigos más cercanos.

Con el paso del tiempo, la novela de Carlos tuvo mucho éxito de ventas en España y el extranjero, llegó a traducirse a más de veinte idiomas. El móvil del joven escritor no paraba de recibir peticiones de diversas librerías de todo el país para autografiar su libro a sus lectores.

Viajó a Madrid, para la promoción de su libro en una librería muy famosa del lugar, cuando pasó con su vehículo por la entrada del lugar observó la enorme fila de personas. Le hizo feliz encontrar a tanta gente que le apreciaba.

Cuando estaba en su mesa firmando autógrafos, se le acercó un adolescente, podría tener trece o catorce años de edad, era alto para su edad, pelo corto, ojos castaños, pálido, llevaba una roída camiseta de color azul, pantalón corto vaquero y unas desgastadas zapatillas de lona.

— Buenas tardes muchacho, ¿Cómo te llamas? Le preguntó Carlos para dedicarle el libro.

— Buenas tardes señor, me llamo Roberto y su novela me ha gustado mucho, me gustaría hacerle una pregunta ¿Qué le hizo ser escritor y cualquier persona puede escribir un libro?

Carlos vio en los ojos del joven ilusión y entusiasmo. Pensó la respuesta y le dijo al muchacho:

— Chaval eso no era una pregunta sino dos, pero te diré una cosa, pero que quede entre nosotros, ¿vale? El chico asintió con la cabeza.

— Mi abuelo me dijo cuando era pequeño una frase que siempre recordaré. La quiero compartir contigo, espero que te ayude:
“Recuerda Carlitos que no importa cuantos obstáculos encuentres en el camino, debes levantarte y perseverar hasta llegar a la meta final. Lucha por tus sueños hijo”

Espero que eso te sirva de inspiración, aparte te he dejado una sorpresa en el libro para que recuerdes este día.

— Muchas gracias señor Carlos, le estoy muy agradecido. Se despidió de él dándole la mano. Roberto se alejó de todo el tumulto de personas que se agrupaban allí, cuando salió de la librería, abrió el libro y leyó la dedicatoria:

“A mi fiel lector Roberto, le dejo escrito las palabras que me han hecho el hombre que soy hoy: Recuerda Roberto que no importa cuántos obstáculos encuentres en el camino, debes levantarte y perseverar hasta llegar a la meta final. Te dedico este libro con mucho cariño. ¡Lucha por tus sueños!» En la parte inferior estaba la firma de Carlos.

Abrazó fuertemente el libro contra su pecho y se alejó de la librería saltando y con mucha alegría, había encontrado un tesoro.

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