¡Ay Abuela!

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¡Ay Abuela!

Por: Tamara

Había planeado hacer algo diferente para ver a su abuelita, estaba cansada de los asedios del lobo, del cazador haciendo el papel de héroe, de atravesar siempre el mismo bosque y sentir un miedo espeluznante… Porque siempre había sentido miedo… aunque lo disimulara.

Ese día, le dijo a la abuela: —vámonos a pasear al Rio Cristal… nos encontraremos allá, pero no vayas como siempre, con el gorrito desteñido y la túnica raída por el tiempo. ¡Vamos a tratar de engañar al lobo!. Mira, te traje un yin, unos botines y esta blusita escotada que espero te quede bien. Te pintaré el pelo color café, para darte los aires más juveniles y le diremos al cazador que te acompañe como si fuera tu novio. ¿Tú sabes? por si aparece el lobo durante la espera. Eso sí, el cazador debe ir también bien de copete para cenar juntos en el restaurante del lugar. Yo, que soy la anfitriona, voy a ir con una capucha verde. ¡No sé cómo se las arreglará esta vez para encontrarme! porque me voy a untar colonia de roble y a pintar la cara de follaje. ¡Cierto es!… que él tiene buen olfato y me rastrea… ¡Pero creo que esta vez le va a ser muy difícil!…! Nos encontraremos allí, en las instalaciones a la orilla del rio.

Ya estaban en el lugar, la abuelita y el cazador y habían pasado varias horas y caperucita no aparecía, y a la abuelita que le gustaba el trago y estaba ansiosa, (ya se había dado algunos) comenzó a cantar la canción de Silvio Rodríguez…. (La eeeera estáaa parieeendo un corazón, no pueeede máaas se muere de dolooor y hay que acudiiir…) Bueno… ella no sabía por qué estaba cantando aquella canción… pero estaba muy entonada y pensó que con esa iba a alegrar la situación.

Y el cazador la miró de reojo, como diciendo y… ¿Qué le pasa a esta loca?… Pero no dijo nada al ver que ya estaba pasada de tragos, solo la mandó a callar.

La abuelita se le acercó y mirándolo con ojos entornados muy coqueta, le dijo:

—Cazador, mira que llevamos tiempo encontrándonos repitiendo la misma historia, el mismo cuento, y yo nunca te he dicho que estoy enamorada de ti, de tu cuerpo, de tus ojos. Sííí, ya sé que tengo unos añitos de más, pero mi corazoncito late por ti eeeh. ¡Yo quisiera que me tuvieras en cuenta!. Además sé que tienes intenciones con la caperucita, pero si decides empezar conmigo. ¡Yo!… estaría feliz.

El cazador… que siempre estaba buscando la forma de encontrar una víctima potencial a sus asedios, la miró con ojos maliciosos y pensó.. —Nooo, no está nada mal la vieja, Arregladita con pitusa, botines y escote pronunciado, se le pudiera hacer un tiempo—. La observó detalladamente y se había puesto los dientes, le veía su sonrisa fenomenal… además no tenía los espejuelos puestos y sus ojos también se veían grandes y hermosos.

Ya él, estaba pasado de tragos también y sin poder contenerse a la encantadora abuelita le espantó un beso que la dejó soberanamente sofocada.

A la sazón llegó caperucita y vio el enredo que tenían los dos y exclamó.

—¡Pero abuela! no te puedo dejar sola ni por un segundo… ¡eres más rápida que vena en celo!.

A lo que ésta le riposta

—¡Hay hija, es que tu demorabas tanto y… ¿Qué te pasó?

—Nada abuela, ni quieras saber… resulta que venía camuflada que ni los pajaritos notaban el cambio entre yo y los árboles, toda de verde con mi capucha y la cara pintada de follaje, pensaba «¡ahora si me le escapé!» Y… ¿Qué tú crees abuela?,.. Cuando venía por la orilla del rio me percato de una sombra que venía detrás de mí…. aceleré el paso y ella también… cuando echo la vista atrás, era el maldito lobo que traía la lujuria reflejada en el rostro con sus garras rastrillando el rabo… ¡Hay abuela! Ese lobo me tenía hasta la coronilla, le espanté un seboruco que cayó desmayado en el suelo y fue el momento que aproveché para abrirle la barriga y llenársela de piedra, se la cosí toda y lo deje allí, yo creo que no pueda levantarse en un buen tiempo.

La abuela la miro seria e incrédula y luego con ganas de reír le dijo:

—Caperucita mira que hemos cambiado la versión de este cuento, ahora ni sé cuál va a ser el final.

A lo que ella le respondió:

—¡Mira abuela!… no te preocupes por eso, vamos a dejárselo al lector y que él le ponga el final que quiera. Nosotros nos vamos a tomar unas cervecitas con el cazador y vamos ver qué pasa.

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