Se lo han Ganado a Pulso

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Se lo han Ganado a Pulso

Por: Eduardo F. Izquierdo

Nadie imaginaba que fuera posible. Todos daban por hecho que las cosas siempre serían igual. Así habían educado a la inmensa mayoría desde el preciso momento que venían a ese mundo.

Indefensión aprendida, lo llamaban. Solo se salvaba un diminuto porcentaje. Aquellos que formaban parte de las cúpulas de los que se consideraban, a sí mismos, los elegidos. Donde no llegaban las leyes escritas para el común de los mortales y que permanecían al margen de cualquier problema que afectara a los desposeídos. Tan aceptado era el guion inexorable que todos, sin excepción, cumplían con los cometidos impuestos, sin apenas alzar la voz. Incluso orgullosos de ocupar su pequeño espacio dentro de aquella sociedad enferma. Participando en su mantenimiento a cambio de unas miserables migajas. Los más afortunados dentro del recinto global trabajaban al servicio de los intocables. Muchos eran tratados con desprecio por sus semejantes. Los consideraban traidores y sentían envidia hacia ellos. Pues disfrutaban de ciertos privilegios fuera del alcance de los demás. Como esas mascotas que son tratadas bien por sus dueños y reciben caricias en el lomo de vez en cuando. Ni que decir tiene que todo el conjunto social era mostrado como un gran logro. El cenit de la civilización. Lo mejor que se podía diseñar en ese momento de la evolución humana. Resultaba demencial que la publicidad vendiera el lucro y el bienestar de unos pocos, como si fuera en beneficio de todos. Cuando era evidente que no era así. Tan evidente, que la degradación avanzaba a pasos agigantados y ocupaba cada vez mayores espacios en ese fracasado sistema. Había voces disonantes alejadas del discurso oficial, no cabía duda, pero se las tachaba de locuras febriles sin finalidad práctica. Irrealizables, imposibles, descomunales, utópicas, financieramente un desastre, todo lo inimaginable por no llevarlas a cabo. Por supuesto, como podéis imaginar, quienes se encontraban tras esos discursos, no podían ser otros que aquellos que no deseaban perder sus privilegios arraigados y eternos. Era de una lógica aplastante, desde la perspectiva de aquellos que se sentían los señalados por los dioses. Nada que ver con aquellos que sobrevivían en el día a día, sumergidos en la incertidumbre, golpeados por un presente oscuro y de camino a un futuro tenebroso. Se respiraba un aire viciado, en algunos lugares tóxico incluso. O, quizá, lo irrespirable fuera solo esa sensación claustrofóbica que lo envolvía todo.

Sucedió un día cualquiera. No se diferenciaba de ninguno de los anteriores hasta esa fecha. Amaneció como venía siendo lo habitual. Las pantallas tronaban con mentiras y banalidades, se acudía en masa a los precarios empleos o se mendigaba por los rincones al uso. En el cielo brillaba con timidez aquella estrella que ahora permanecía tras un velo de polución de origen indeterminado. Nada fuera de lo común y cotidiano. Hasta que se pulsó el botón o lo que quiera que fuera.

Lo llamaron el botón, así de simple. Como si fuera un sencillo interruptor de encendido. La salida de un túnel sin iluminar hacia un valle soleado. No hubo proceso de cambio, no se necesitaron años de planes interminables y estériles, ni tampoco campañas eternas de publicidad vacía, al servicio de mentes manipulables. Todo sucedió sin preaviso y de inmediato. Tan rápido, que algunos tardaron semanas en salir de su asombro estabulado. Se encontraron, nos encontramos todos, en un mundo sin precariedad planificada y a la medida. Tal fue el impacto que se comenzó a abrazar el bienestar con pasión. Y, no solo eso, curiosamente no quedó rastro de hostilidad en ningún aspecto. La colaboración tomó el testigo de la competitividad laminadora y se erradicó la podredumbre dentro del corazón. A nadie le importaba cómo había pasado. Tampoco se preguntaron dónde fueron todos aquellos que se dedicaron a arruinar ese mundo. Solo descubrieron que ya no estaban.

Desaparecieron. Y con ellos todos sus vestigios. Fue fácil y placentero recibir el cálido abrazo del amoroso bienestar en un mundo gélido y violento. Resultó asombrosa la vertiginosa velocidad con la que se avanzaba hacia un futuro prometedor, pleno de sorpresas increíbles hasta unas horas antes.

Se abría un nuevo camino nunca antes visto, ni soñado siquiera. Se recicló todo lo obsoleto, mientras las pasiones se recreaban y florecían. Cayeron todos los grilletes, sin ser conscientes de que sucedía sobre la marcha. Y era tan emocionante, que solo podía provocar un torrente eterno de maravillosas promesas y realidades proyectadas en todas las direcciones. Fue un salto cualitativo de proporciones épicas. Tan grande que ni las mentes privilegiadas se tomaron su tiempo en analizarlo. Solo aprovecharon el momento para conquistar nuevas metas y alcanzar otros universos, como niños jugando en un mundo nuevo y pletórico de emociones.

—Ya lo merecían. Se lo han ganado a pulso —dijo el feliz diseñador, mientras pulsaba el botón.

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