Caminando sobre las Nubes

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Caminando sobre las Nubes

Por: J. P. PICCO

Observando a la pareja de jóvenes sentada frente a mí, me recuerdan que en este mismo restaurante francés, una noche lluviosa estaba con mi amada Ema, nos sentíamos tímidos pues era la primera vez que veníamos a un sitio así, era su cumpleaños número 25 y había ahorrado de mi salario durante algún tiempo para poder pagar la cena, cuando nos pasaron el menú después de una lectura silenciosa nos miramos y soltamos nuestras risas, pero risas contenidas claro está, pues no entendíamos nada de lo que allí decía, finalmente seleccionamos algunos platillos que al pronunciarlos eran aún más graciosos, todo acompañado de dos copas de vino tinto.

Mientras esperábamos, ella disfrutaba de la decoración y de la música, pero yo disfrutaba al verla sonrojada y expectante, ya que ese sitio y la música no tendrían el mismo sentido si ella no estuviera conmigo.

– ¿Qué te pasa?, estas muy callado mirándome- me dijo con tono alegre.

En mi mente sólo estaba ella, se me arrugaba la voz y se inundaban mis ojos para expresar la felicidad que me producía estar a su lado, tantas cosas vividas entre las necesidades de cada día, pero ese momento era diferente y quería que fuera eterno.

– Solo lo disfruto a tu lado, está muy bonito- Respondí.

Hoy la recuerdo con nostalgia, cuando ya mis manos están arrugadas y torcidas, mi cabello cano y mis fuerzas reducidas, hace dos años que se fue mi adorada Ema y he quedado solo, solo para cerrar la historia de nuestro amor.

Una historia para nadie y para todos, dirigida al viento, al tiempo, a los lugares y al calendario, sin que alguno de ellos pueda darme una respuesta en letras, solo con los hechos de lo que cada uno ha compartido conmigo.

Este amor que se dio desde el consejo no pedido, la consulta de cada día sobre su bienestar, el detalle sorpresivo, el extrañar su ausencia, el compartir la sexualidad como el regalo otorgado por Dios para ricos y pobres, el vivir muchos más momentos de austeridad que de suficiencia económica, el permanecer sin algún compromiso más solo el del amor, en las buenas y las malas noticias, el acompañarnos en la enfermedad y las oraciones para su descanso eterno.

Aquel día no sabíamos cómo empezar a comer tan hermoso platillo, parecía una obra de arte, pero era mejor no esperar más, así que acerqué un trozo de lo que parecía salmón a su boca, dejamos de pensar en los demás y nos centramos en vivir nuestro momento, los sabores que nunca habíamos probado inundaron nuestros sentidos, luego ella hizo lo mismo al compartirme de sus vegetales, son cosas que solo entienden los enamorados ya que el verdadero amor es compartido.

Al terminar la cena, la noche continuaba con otra copa de vino mientras disfrutábamos de la música de Edith Piaf, canciones que recordaríamos todos los días en adelante, especialmente mientras preparábamos los alimentos; Ema saca del bolso su bolígrafo y escribe en su servilleta, no logro ver si registra algún dato importante, quizás sería solo eso porque no me entrega ningún mensaje, sino que guarda el bolígrafo y la servilleta en su bolso mientras me sonríe.

Al pagar la cuenta salimos de aquel lugar, como caminando sobre las nubes, no alcanzaba para el taxi, pero no importaba, la noche era bella para caminar hasta la próxima estación de buses, mientras caminábamos tarareábamos el fragmento de la canción que a ambos nos había seducido.

En el transporte éramos los únicos que nos dirigíamos hacia el sur de la ciudad y entonces comentábamos de cosas refinadas y del estilo particular del mesero para hablar mientras nos atendía.

Al llegar a nuestro hogar nos quitamos el disfraz de gente elegante, dejando libre nuestra imperfecta desnudez, al unir nuestros cuerpos todo acoplaba a la perfección y el ritmo de nuestra entrega mutua producía la armonía sublime de estar hechos el uno para el otro.

Al culminar nuestro punto máximo de éxtasis, tomo el rostro de Ema para tener la atención de sus ojos y le digo –te amo-.

Pero Ema prefiere el silencio, se aparta de mi lado, se dirige hacia su bolso y saca la servilleta para entregármela, al leerla solo puedo sonreír y dormirme sobre su cuerpo.

Al día de hoy aun conservo aquella servilleta dentro de una bolsa plástica, al leerla entiendo el mensaje del viento, del tiempo, de los lugares y el calendario, todo personificado en Ema, el cual dice -Eres mi mejor elección, no me arrepiento de lo vivido, porque todo lo que recuerdo con el significado felicidad conduce a ti, te amo, Ema-.

Veo con disimulo a la pareja de jóvenes que seguramente repetirán el ciclo de una historia de amor de todos los tiempos, ha llegado finalmente la hora de irme al encuentro con mi adorada Ema, pero no me dejare caer aquí ya que todos los aquí presentes merecen un lindo recuerdo, mientras salgo de este sitio a caminar sobre las nubes.

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