Joya en Sanabria

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Joya en Sanabria

Por: Tejedora de Sueños

Hace muchos años, en el lugar donde hoy ocupa el Lago de Sanabria. Existía un pueblo llamado “Valverde de Lucena”. Rodeada por tierras fértiles y productivas. La gente era egoísta, de actitud poco solidaria y caritativa.

Una noche previa de San Juan fue lluviosa con truenos y relámpagos. Apareció una sombra que se movía lentamente hacia el pueblo.

El relámpago iluminó su vieja capa de lino.

Iba apoyado en un bastón donde cuelgan dos conchas.

Era alto, de barba blanca y abundante cabellera. Calado hasta los huesos llamó a la puerta de una casa. Desde el interior una voz preguntó.

—¿Quién llama?

El peregrino respondió:

—Soy un peregrino buscando refugio y alimento para pasar la noche.

La respuesta no fue agradable.

—No acogemos a nadie. Si eres un peregrino sigue tu camino.

Siguió su camino, su ancianidad le hace tropezar por culpa del agua.

Tres veces cayó al suelo. Con torpeza se levantó. Miró el cielo volviendo a llover con intensidad. Diciéndose «tengo frio intentaré conseguir refugio».

Fue llamando a otras casas. Se negaban abrir sus puertas.

En la última casa grito:

—¡Por favor dejadme entrar!

—Déjanos en paz. Vete por dónde has venido.

Cansado, hambriento y aterido de frio, decide abandonar el pueblo. A la salida había un horno de leña.

Se encontraban dos mujeres cociendo pan, dejando entrar al peregrino.

Se secó con el calor del horno mientras aquellas mujeres hacían un pequeño panecillo para él.

Intentaban sacarlo, pero había crecido tanto que era imposible sacar por la boca del horno.

Finalmente salió, siendo ofrecido al misterioso peregrino junto a un vaso de leche caliente.

—¿Desea algo más?.

—No ya es suficiente. Sigan con su trabajo.

—Tranquilo está usted en su casa.

Acabó de comer esos manjares, descanso hasta el amanecer.

Él se dirigió a las mujeres.

—Gracias por socorrerme. Ahora seguiré mi camino.

—Deme su zurrón.

—¿Por qué?

—El camino es largo y puede que sus tripas sienta ganas de comer. Lleve estos dulces.

—Están calientes.

—Recién salidos del horno. También llévese unas cajas de leche y agua.

—Gracias. Buenas personas, seréis recompensadas. No salgan afuera.

Salió de allí desapareciendo en el horizonte.

—¿Qué será lo de recompensar? ¿Por qué no podemos salir?

Con esas dudas se fueron a dormir sin esperar lo que la mañana siguiente iba a suceder, siendo las respuestas a esas dudas.

El anciano, cuando estaba alejado de aquel lugar.

—Respetaré a esas dos mujeres, prácticamente me han salvado la vida.

Pronunció esta frase:

“Aquí clavo mi bastón. Brotará un manantial causando una tragedia para que aquellos que reusaron prestar ayuda sean castigados de por vida”.

Clavó el bastón empezó a brotar un gran caudal de agua. A las pocas horas el pueblo quedó inundando.

Al día siguiente, el sol iluminaba el valle. Un gran lago cubriendo lo que antes era el pueblo. Solamente era una isla ubicada donde estaba el horno de leña sobresaliendo del agua.

Días más tarde, un vecino con la ayuda de una pareja de bueyes “Redondo” y “Bragado” Intentan sacar las campanas de la iglesia; una fue recuperada. La otra permanece en el fondo.

El día de “San Juan” las personas bondadosas y generosas dicen que oyen replicar esa campana que reposa en el fondo.

Actualmente está el “Lago de Sanabria”

VALLADOLID A 27-7-2022

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