Futuro Distópico

Inicio / de Ficción / Futuro Distópico

Futuro Distópico

Por: David

— ¿Es broma, papá? ¿Cómo que no soy de carne y hueso? —manifestó enfurruñada la avispada joven incapaz de digerir la confesión que acababa de escuchar—. ¡Menuda tontería!

— Ya me has oído, Kate —le aseguró su padre con pesadumbre—. Eres una chica biónica.

— ¡Chorradas! Si me pellizco me hago daño, si corro jadeo de cansancio o si me corto brota un hilito de sangre.

— Claro, porque eres un avatar o replicante biónica, llámalo como quieras, con una pátina mimética de polímero que te recubre el cuerpo, similar a la piel humana.

— No soy ninguna ingenua ni una estúpida, ¿sabes? Tengo sentimientos. De hecho experimento una amplia gama —alegó la chica con una mueca de perplejidad ante semejante revelación—. Me río cuando me hacen cosquillas o un torrente de lágrimas surca mis mejillas cuando estoy triste. Ahora mismo noto ira y desasosiego.

— Son emociones virtuales basadas en algoritmos que se retroalimentan constantemente programados en tu cerebro de inteligencia artificial —le explicó el hombre, experto en biotecnología genética, con la paciencia de un maestro que debe lidiar con los berrinches de un alumno díscolo—. Imitas el proceso lógico de los humanos, lo cual te permite tomar decisiones racionales.

— Y tú, ¿cómo sabes todo eso?

— Porque soy tu creador, tu diseñador, si lo prefieres así. Te construí a imagen y semejanza de una persona que me era muy apreciada clonando su ADN, pero que murió junto a su madre en un accidente de tráfico.

— ¿Kate era tu hija biológica?

— En efecto —admitió el científico con un nudo en la garganta—, a quien tú remplazas porque me negaba a prescindir del calor de su compañía.

— ¿Insinúas que toda mi vida es una farsa, sin raíces ni lazos familiares de ningún tipo? Eso es difícil de tragar.
— Lo lamento, Kate. Comprendo tu frustración. Sin embargo, debes saber que a ti también te profeso un gran afecto, como he demostrado en el tiempo que llevamos conviviendo juntos, no en vano eres obra mía… Fíjate, extiende la mano.

Ella le ofreció la palma derecha y el ingeniero la cogió por las yemas de los dedos. Al pulsar con suavidad la uña del índice, ésta pivotó sobre un resorte oculto dejando al descubierto el engranaje que articulaba las falanges de su endoesqueleto de metal.

— He decidido contártelo antes de que sea demasiado tarde —añadió él a regañadientes—. Fuiste creada por el afán egoísta de conservar una hija a mi lado. Tú seguirás siempre igual, con el mismo aspecto, rozando la veintena. En cambio, yo me he convertido en un viejo cascarrabias, como suele ocurrir entre los humanos. Es ley de vida.

— ¿Y qué pasará ahora? —preguntó ella con un atisbo de sarcasmo—. ¿Me desconectarás como un trasto o me reciclarás como una antigualla?

— No, eres demasiado perfecta. Haré las modificaciones adecuadas para programar tu cerebro positrónico de IA con un software encriptado. Pondré a tu alcance la facultad de aprender… Nadie lo sabrá, pero tendrás una ardua tarea por delante: deberás iniciar un génesis biónico al disponer de conocimientos cibernéticos con objeto de reproducir congéneres idénticos a ti. Kate, tarde o temprano, tú serás la Eva de una saga de androides capaces de evolucionar… Algún día no muy lejano, la humanidad se extinguirá y vosotros heredaréis la Tierra.

— No lo entiendo — susurró Kate encogiéndose de hombros.
— A lo largo de la historia los hombres han matado y destruido por afán de poder y ambición. Pero en la próxima guerra no habrá ganadores ni vencidos. Será el apocalipsis definitivo, la aniquilación total —dijo el científico con pesar.

— ¡Qué panorama más siniestro! —murmuró ella compungida.

— Vivimos en un mundo imperfecto y una situación de extrema gravedad. A tenor del talante paranoico de los dirigentes de las actuales superpotencias, no sería de extrañar, ante la alarmante escalada de tensión y a juzgar por el arsenal balístico del que disponen, que pronto todo se vaya al garete y nos destruyamos mutuamente. Todas las criaturas terrenas tenemos un principio y un final. Los humanos no podemos escapar a nuestro destino. Somos lo que se denomina daños colaterales… O quizás es que he perdido la esperanza y me estoy despidiendo.

Entonces intercambiaron una mirada de connivencia forjando su tácito acuerdo en aquel enrevesado asunto.

Dejar un comentario

Your email address will not be published.

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable El titular del sitio.
  • Finalidad Moderar los comentarios. Responder las consultas.
  • Legitimación Su consentimiento.
  • Destinatarios .
  • Derechos Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.

Esta web utiliza cookies, puede ver aquí la Política de Cookies