Por: Santiago Iglesias de Paul
Diez minutos de relax tras el paso de la última paciente por mi consulta. Soy profesional de la psicología. Toda una eminencia.
Ella, con mis sabias palabras, y por cierto tan acertadas, se había ido encantada de la sesión. Tanto es así, que incluso intentó darme propina. Sin dudarlo la acepté, que mi hijo comenzaba el máster de las pelotas y además tenía que comprar aceite esa misma tarde.
La paciente me juraba que no aguantaba al marido, que le superaba, y quería un cambio drástico de forma de vida. Era el típico caso de manual, así que lo tuve claro: le di entonces información de REMAX y demás agencias inmobiliarias de la zona, y le sugerí que se mudara rápidamente. Quedó muy satisfecha con mi consejo, pues gracias a mí había cambiado lo de envenenarlo en la cena por una sencilla mudanza. Es más, dijo de abandonar el “Lexatin” y entre abrazos me dio su dirección de tik-tok. No contenta con eso, además, hemos formado un club de lectura y todo.. Vamos a leer “El cocinero del 27” a ver qué tal.
Según se fue de mi despacho, bastante cutre por cierto, abrí la bolsita de “gusanitos” que dejé ayer a medias. Y los devoré mientras leía el historial del siguiente paciente. ¡Qué ansia la mía, cómo devoraba los gusanitos!
No sé, esto de ir dando consejos entre firmar recetas y más recetas, no termina de llenarme. Porque para llenar, lo que se dice llenar, están los gusanitos. Podría plantearme muy seriamente eso de ir a vivir al campo, andar por las mañanas, cuidar gallinas y todo eso, pero bueno… mejor seguir leyendo el historial siguiente…
¡Cielos qué historial!. Un gordo tremendo me venía a ver. Parece ser que comía de todo y a todas horas. Que en lugar de ver series por la tele, veía a todas horas torreznos por las paredes y llenitos de grasa. Sin duda un caso complicado. Una situación desesperada. Difícil diagnóstico y con una solución que había que meditar.
Por fin entró. No había visto a un tío más gordo en mi vida. Su brazo eran como 3 brazos míos, su barriga podría almacenar 100 litros de «Estrella Galicia». y lo que más me llamó la atención: de su bolsillo pendía un paquete de gusanitos. Me tranquilicé… qué alivio, éramos del mismo partido. Y no hay nada como ser del mismo partido. Sangre de mi sangre, hoy por ti, mañana por ti también y todas esas proclamas.
Desde aquel día, mi vida ha cambiado. Ahora somos los dos gordos. No es que estemos gordos, es que literalmente lo somos. Ya no me quiero ir al campo a dar aburridos paseos por las mañanas. Porque entre mi amigo el gordo y yo, hemos puesto un bar para gordos, Como suena. Bueno, la única persona delgada con la que tratamos, y vamos a visitarla los 2 juntos, es nuestra psiquiatra, pero es que su padre tiene la fábrica de gusanitos, y ese sí que es de los nuestros. Es más, le llamamos “El gordo”
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