A 60 Millones de Kilómetros

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A 60 Millones de Kilómetros

Por: Rubén Navarro

Relato corto de ficción: A 60 millones de kilómetros

¿Por qué lo llaman Planeta Rojo? Si estuvieran aquí lo entenderían. Allá donde miro, la tonalidad varía cuando te acercas, pero la primera impresión es que el rojo, más bien el ocre, domina todo el horizonte visible y te lleva a pensar que es algún efecto desconocido de la atmósfera el que produce esa tonalidad.

Pero lo más importante, el hecho destacado, es que yo elegí venir a este planeta. Fui voluntario a una misión sabiendo que probablemente no habría viaje de retorno. Lo acepté tras una profunda meditación en primera instancia conmigo mismo y, cuando estuve preparado, fui capaz de explicar mi decisión. Hacerlo entender a otros no es sencillo pues todos los que no pueden comprender esta decisión es porque no sienten ni ven lo que veo yo. ¿Cómo podría explicarlo? Quizás sea el espíritu de aventura, el miedo a lo desconocido que en mi caso motiva más que amedrenta. Saber que entre unos pocos que piensan igual que yo me han escogido a mí, hace que esta decisión sea aún más relevante en mi vida; descubrir todo un planeta nuevo y comprender que soy el primero en llegar a este mundo totalmente desconocido, hostil y que en futuro, podría ser nuestro hogar. Es difícil de explicar, pero siempre he sentido en mi ser esa voluntad por explorar más allá de nuestro planeta Tierra.

El viaje ha sido largo, pero después de tocar la nave suelo marciano, toca el primer paseo, mi primer contacto. Nervioso, ansioso, algo de presión que me cargo sobre mis hombros pues todo el mundo me estará mirando.

Algo más de dos semanas terrestres desde que mi hogar está en Marte, concretamente 19 días, toca inspeccionar una zona que desde Control de Misión en la Tierra, me han recalcado su importancia pues en un pasado, pudo haber un río o al menos se dan las características que se podrían dar en la Tierra para ello.

Diario de misión – Salida M19: “Abro la escotilla y bajo esos peldaños que me separan de suelo marciano. Mis huellas están por doquier de mis salidas anteriores, pero ahora abro una nueva ruta. Ya estoy acostumbrado al color y a esta nueva morfología del terreno, aunque siempre, en cada una de mis salidas, hay algo que es nuevo a mis ojos. Me encuentro en la zona de estudio. El terreno parece seguir una dirección y todas las rocas marcianas están orientadas bajo un mismo patrón. Hay algunas diferencias respecto de lo que he visto anteriormente y mi misión en este punto es tomar muestras superficiales, recoger algunas muestras de rocas que podrían ser interesantes y tomar muchas fotografías y algunos videos que serán revisados por mí y por otros muchos ojos a millones de kilómetros, incluso varios programas especiales revisarán estos videos, pero esto será en el planeta que me vio partir. Me queda una reserva de 7 minutos de oxígeno para que mi monitor me marque que es el momento de volver a mi hogar; tengo 10 minutos más de reserva de emergencia, pero esto sólo se debe usar en caso de emergencia y en esta salida, al igual que en el resto, no se ha producido ninguna anomalía.

Tengo un procedimiento tanto de cómo hacer las fotografías como los videos. Estoy con la foto 34, a simple vista parece normal, pero hay algo que me ha resultado extraño. Termino con las 40 fotos y el monitor me avisa de mi regreso, echo una última mirada a toda la zona y me centro en lo que pensaba que había visto, ahora se me escapa. Emprendo el camino de vuelta.

Ya en la nave, empieza todo el proceso para quitarme mi escudo protector. La gravedad marciana es inferior a la terrestre y el esfuerzo físico es menor teniendo en cuenta el peso del equipo. Dejo las muestras recolectadas en un espacio seguro y la cámara en la mesa de trabajo para luego descargar todo el material gráfico. Primero tengo programada una ducha y después comer algo para prepararme para la revisión del material gráfico y, para mañana, la identificación y análisis del material marciano recolectado. Me pongo manos a la obra.

—Bueno, vamos a ver qué fotos y videos he hecho.

Digo en voz alta. Hablo sólo, pero las únicas voces de compañía es la que sale de la música que tengo metida en mi dispositivo lector de mp3 y algún video de mis compañeros de la Tierra.

Descargo las fotos y las visualizo en la pantalla de alta definición preparada al efecto. Mientras me tomo un café, voy tomando apuntes de las distintas imágenes que veo. Algunas imágenes las giro 90º, a otras les cambio el color según considero, amplío zonas que me parecen interesantes y todo aquello que puede ser relevante lo voy anotando para posteriormente enviar todas estas fotos y mis anotaciones a los técnicos de la Tierra.

Por fin llego a la imagen 34. Hago una primera visual, rápida. El poco café que me queda se ha enfriado, pero sorbo el último momento de placer cafetero del día. Dejo la taza y amplío la zona en la que creo que he visto algo, hasta todo lo máximo que el zoom óptico permite para no perder calidad de imagen. Parece ser que sí hay algo, pero la imagen no es lo que me va a sacar de dudas. Será dentro de dos días terrestres donde volveré a esa zona. Todas las fotos son interesantes pero la I-19-34 no para de meterse en mi cabeza en cualquier instante en el que no estoy concentrado haciendo algo. La estructura de la nomenclatura es I de Imagen, 19 de la salida marciana y el 34 es el orden de la foto tomada.

Dos días después…

Todo listo para bajar y me llevo esa inquietud conmigo la cual me ha estado acompañando desde mi última salida. Pie en suelo marciano y voy directo, fijando mi vista a mi objetivo como guepardo a su próxima víctima. Cuando llego al punto concreto, no encuentro lo que en mi mente veía, pero tras unos pocos minutos mirando por doquier, ¡ahí está! Me acerco, me agacho y lo veo de cerca. Todo lo que pensaba que podría ser, ha sido, y en ese momento la emoción y la alegría inundan mi cuerpo.

Este descubrimiento tiene unas implicaciones que van más allá de lo anteriormente descubierto por el ser humano y va a tambalear muchas de las creencias que para algunos son pilares en sus vidas. Yo sólo lo veo como algo maravilloso, algo increíble y que hemos estado buscando. No es exactamente como pensábamos o como creíamos que debía ser, pero es lo que siempre hemos querido algunos.

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