Seducción al Piano

Inicio / Eróticos / Seducción al Piano

Seducción al Piano

Por: Itxaso Benitez Corzo

Me encuentro en mi rincón favorito del acristalado y luminoso salón. Mis dedos se mecen entre las teclas blancas y negras. Ajena a todo, me dejo llevar por la música que sale de lo más profundo de mi ser.

Con la dulzura que te caracteriza, me miras obnubilado mientras sostienes una copa de vino. Me sonríes cuando mi mirada se cruza con la tuya. Te devuelvo la sonrisa, mientras entrelazo con suavidad una canción con otra. El atardecer va cayendo y la ciudad a nuestros pies se tiñe de un brillante rojo. Al fondo, el mar es testigo del juego de miradas. Te acercas con miedo a interrumpirme.

Dejas la copa sobre el piano, y te hago un hueco en el banco. Me rodeas con tus brazos firmes y delicados. Mi sonrisa se vuelve pícara, como la melodía que sale de mis dedos. Tu mano recorre mi muslo mientras un beso en el cuello me desconcentra de la pieza que interpreto. Acompañas el escalofrío que me recorre con tu mano en mi espalda. Vacilo en varias notas, mientras sigues besando mi cuello y llenándome de caricias. No sé qué estoy tocando. Sin apenas moverme, te devuelvo las caricias. Mi boca marca el ritmo de tus besos. Al abrir los ojos, nos brillan como si fuésemos dos niños en Navidad. Sonreímos. Te levantas, y me pides la mano para acompañarme a levantarme también. Sin separarnos del piano seguimos besándonos con frenesí. Las caricias se vuelven casi arañazos. Me coges por la cintura y me cuelgo a horcajadas de la tuya. Me colocas sobre la tapa del piano, y me haces tuya como nunca antes.

Tu lengua recorre cada poro de mi piel, y mi corazón galopa como un caballo desbocado. Conoces tan bien mis respuestas a tus estímulos, que por momentos me quedo sin aliento. Siento que voy a desfallecer. Me das tregua un par de segundos, para volver con más intensidad si cabe. Sujeto tu cabeza entre mis piernas, dudando entre pedirte que pares o que sigas. Agarro con fuerza tu pelo. Me encorvo como un gato, y me dejo ir con un gemido sordo. No puedo más. Me besas sobre el ombligo mientras tus manos traviesas no dejan de recorrerme. Sonrío, satisfecha, pícara, juguetona.

Me incorporo, y sin bajarme del piano te beso intensamente. Te acerco aún más a mi boca, y coloco tus manos sobre mi pecho. Rodeo tu cintura con mis piernas para bajarme del piano, y te tumbo en el suelo que tiene una agradable temperatura. Tomo conciencia de que has puesto velas alrededor, y el clima que has creado con la oscuridad de fuera y la tenue luz de las velas centelleantes hace que me excite más, y que tenga aún si cabe más ganas de dar todo de mí.

Recorro con mi lengua tu pecho. Un beso fugaz en el cuello. Intentas dirigirme con tus manos, que te retiro con dulzura. Ahora me toca a mí mandar. Me siento bien en este rol. Me siento segura junto a ti. No pienso en todas las imperfecciones que veo frente al espejo. Sólo puedo pensar en cómo darte placer como nunca antes.

Mi lengua sigue recorriendo tu piel, mientras gimes y te estremeces. Con mis manos firmes y mi boca astuta te llevo varias veces al punto en el que crees que no puedes más, para parar justo a tiempo y volver a retomar la intensidad de este juego en el que ahora yo pongo las reglas. Sientes que no puedes más, pero yo sé que sí. Cambio la intensidad justo a tiempo, y con un movimiento rápido me coloco a horcajadas sobre ti. Me sonríes, y me pides que no pare. Estaría todo el tiempo que fuese necesario para que te sintieras satisfecho sobre ti. El placer es tan intenso que necesito respirar un par de veces, sin dejar de moverme y ver cómo disfrutas. Con una mirada me indicas que estás satisfecho, y mis movimientos se vuelven más intensos, hasta que ambos acabamos extasiados. Me derrumbo sobre ti. Me abrazas. Nuestras respiraciones aún son muy rápidas. Un escalofrío me recorre cuando me acaricias. Te beso con dulzura. Nos miramos de igual a igual. No me hace falta preguntarte si estás satisfecho, pues tu mirada lo dice todo. Me acurruco a tu lado, con la cabeza sobre tu pecho.

Cuando nos hemos recuperado, nos ayudamos a levantarnos, y vamos a la ducha caminando de la mano. Pero decides que hoy nos merecemos un baño de espuma, así que lo preparas todo. La temperatura del agua es agradable, las velas ponen un toque romántico, y las sales de baño hacen que nos relajemos. Estamos acurrucados sobre el otro. Hablamos de futuro, de proyectos, de cómo contribuir a la felicidad del otro.

Al llegar a la cama, empieza a amanecer. Sonreímos. Me acuesto sobre tu pecho mientras acaricias mi cabeza. Me quedo dormida sobre la mejor nube que existe. La nube que tiene tu nombre, mi sueño.

Dejar un comentario

Your email address will not be published.

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable El titular del sitio.
  • Finalidad Moderar los comentarios. Responder las consultas.
  • Legitimación Su consentimiento.
  • Destinatarios .
  • Derechos Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.

Esta web utiliza cookies, puede ver aquí la Política de Cookies