Por: María Vega González

—Qué maravilla cuando por fin llegó aquel verano, y una amiga y yo, nos fuimos de vacaciones a La Habana durante 16 días.

Nuestros amigos nos habían recomendado dicho viaje por la variedad y originalidad del mismo.

Estando en el aeropuerto de Madrid, embarcamos con mucha ilusión y alegría. Nuestras vacaciones, y solo nuestras, nos hacían vivir con mucha fortaleza y poder.

Nos sentamos en nuestros respectivos asientos y como teníamos muchas horas de vuelo, decidimos dormir tranquilamente.

Cuando nos despertamos, miramos hacia atrás y vimos cómo la mayoría de los jugadores de la selección cubana de baloncesto, estaban con una botella de ron en la mano, y a mujeres sentadas encima de ellos.

Nuestra reacción se hizo notar rápidamente, ya que no nos hizo ninguna gracia dicho ambiente.

Casi de repente y sin darme cuenta, se acerca un hombre muy alto y atractivo y me dice:

Marc: —“Hola, soy Marc, el capitán de la selección cubana de baloncesto, tómate una copa conmigo”

Lucía: —No bebo alcohol, y además estoy todavía medio dormida.

Marc: —Ya lo creo, me dijo, pues llevas durmiendo todo el viaje.

Lucía: —¿Y tú cómo lo sabes?

Marc: —Mientras escuchaba música, te he estado observando.

Pero todavía me esperaban más sorpresas, por parte de este joven jugador.

Marc: —“Te invito a mi casa de La Habana”

Mi amiga, iba directamente a retorcerle el cuello. Freno el intento de acabar con Marc, y le digo: «a este le pongo yo firme, ya lo verás».

Lucía: —Acepto el trato, pero con una condición.

Marc, reacciona con un entusiasmo fuera de lo común, inusual.

Pero su gozo acaba en un pozo, cuando le comunico que mi condición para ir a su casa, es sólo y únicamente si me acompañan 20 personas más.

Marc: —Quiero que solo vayas tú.

Lucía: —Entonces no hay trato, y se acabaron las negociaciones.

Con tantas horas de vuelo, me levanto para andar un poco por el pasillo, pero Marc, sigue insistiendo.

Marc: —Eres la chica más bonita que he conocido en mi vida.

El hombre cubano no escatima a la hora de lanzar piropos a una mujer. El piropo forma parte de la idiosincrasia de los cubanos. Es algo muy común que se oye en las calles cubanas diariamente y a todas horas.

Se pone a dar vueltas y a perseguirme por todo el avión, y los pasajeros comienzan a pararle los pies por su osadía.

¡Qué bien, en breve, vamos a aterrizar! Ya estamos llegando a La Habana. Perderé de vista a este Casanova y atrevido jugador de baloncesto.

Desde luego los hombres cubanos cuentan generalmente con facilidad de expresión, y cuando se trata de conquistar a una mujer, saben cómo alterar sus fibras más sensibles con solo palabras.

No son para nada retraídos, ni penosos. Más bien osados y decididos.

En Cuba a los hombres se les suele enseñar en su propia casa formas y maneras sensuales desde la infancia. Se les educa para que el macho no llore, que éste, por demás, deberá ofrecer una buena impresión durante el coito y para eso tendrá que ser siempre muy fogoso.

La fama sexual de los hombres cubanos es muy conocida. Los hombres cubanos se consideran gente de sangre caliente. Son intensos y explosivos en todo lo que hacen. La mayoría son hombres muy celosos.

La cinta corredera, se dispone a entregarnos las maletas. Miro justo en frente, y allí le tengo a Marc, que me mira fijamente, me guiña el ojo, me envía un beso de despedida y en voz alta me dice.

Marc: —“Algún día volveré a verte, belleza oriental, y espero tener más éxito que el que he tenido hasta ahora. Mientras tanto disfruta de las maravillas de esta isla”.

Lucía: —Hasta siempre divertido, pero muy atrevido para mi mentalidad vasca y europea. Y además intrépido Marc, capitán de la Selección Cubana de Baloncesto.

“… Y TODO TERMINÓ CON UNA BUENA COPA DE VINO”