La Oscuridad del Legado

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La Oscuridad del Legado

Por: Alexis Fuentes Medina

Lleida, 31 de enero de 2017

Yo y mi madre nos dirigimos a Barcelona.

Salimos de casa en coche, tomamos un café en una bar de la calle Mayor de nuestra ciudad, por el camino observamos una tienda inclusive restaurante que se dedica a la comercialización de productos ibéricos de la tierra; decidimos comprar un bocadillo para los dos.

Posteriormente, tomamos rumbo para Barcelona para pasar un día en familia a la vez de disfrutar de la ciudad condal y obviamente hacer algunas compras innecesarias —así es nuestro instinto humano.

Recorremos la autovía dirección Barcelona y de repente suena el teléfono con una llamada entrante de mi tía. Atendemos la llamada.

Tras una larga conversación nos anuncia que mi abuelo por desgracia ha fallecido en la residencia donde se alojaba.

El motivo de la muerte era desconocido, sin embargo; había fallecido alrededor de las 7:00h solo y en la cama por un posible infarto de miocardio —sin antecedentes previos.

Nos informa en la conversación telefónica el lugar y la hora cuyo misa e incineración se iba a realizar.

A nosotros dos nos extrañó el término «incineración» ya que en todas las conversaciones familiares que siempre hemos mantenido siempre nos aseguró que no deseaba en absoluto la cremación.

Llamamos de nuevo a Mónica y le preguntamos: «tú sabias que el yayo jamás querría la cremación y entonces, ¿por qué ahora sí?» cuya contestación fue: «el yayo lo dejó escrito en una nota en la cómoda de su habitación…»

Obviamente pensamos que esa afirmación era falsa pero sabiendo de la persona que lo manifestaba, decidimos dejarnos al margen e investigar esa afirmación por nuestros propios medios.

Acudimos al tanatorio por la tarde noche, en el lugar estaba toda nuestra familia y algunos amigos de él.

Entramos.

Nos encontramos en un féretro transparente a mi yayo con una manta de encaje blanca. Imágenes que causan un impacto terrible.

Estuvimos en modo concentración pensando todos aquellos momentos inolvidables que hemos pasados juntos todos. Da la sensación como si el tiempo hubiera pasado como una bala, pero a la vez sientes como el tiempo se ha parado en el túnel, sensación agridulce.

Es deslumbrante ver a una persona que ha sido nuestra mano derecha allí, sin vida, por lo que entras en un periodo de concentración…

Súbitamente, observamos que aquel manto blanco con encaje que le cubría, hacia un ligero movimiento, como si simulase el movimiento cardíaco.

Acontecimiento que dejamos pasar sin más atención.

Tras la salida de lugar, tras estar un rato conversando; coincidimos plenamente en aquello que tuvimos la percepción. Nos quedamos ambos en shock.

Rebobinando en el tiempo, con Pedro, nuestro papá y en mi caso abuelo; tuvimos una discusión por problemas familiares que habían derivado a la ausencia de palabra durante algunos años, ya que el daño familiar duele por cinco.

Sintonizamos ambos en que ese movimiento ligero del manto era por la ausente despedida que lamentablemente no tuvimos. A partir aquel momento creemos firmemente en «el más allá».

Transcurren unos días y Mónica nos llama y nos comenta asuntos referente al testamento que Pedro había realizado en la residencia de últimas voluntades. Nosotros contestamos con firmeza: «¿En la residencia habéis realizado el testamento?», ella aseguró sus palabras.

Coincidimos ambos que no hay situación más deplorable y miserable que insistir a una persona mayor a realizar un testamento obligado y sin apenas razonar por sus propios medios.

Tras unos días, nos anuncia que las propiedades se reparten en un 16,66% entre los 6 hijos. Sin embargo, a su hija que más ha rendido ante él; exclusivamente hereda la legítima de los bienes.

Nos sorprendió.

Tras esta noticia, vinculemos con claridad y celeridad que Mónica y otra hermana habían persistido para que Pedro hiciera el testamento a sus beneficios.

Nosotros no habíamos conversado con Pedro desde algunos años por los hechos que ocurrieron. Indudablemente, para nosotros; el asunto con menos transcendencia era el testamento o la cuestión económica.

Nuestra importancia era la felicidad y la salud de Pedro, desde el primer momento siempre ha sido así. De hecho, preguntábamos a un amigo suyo sobre el progreso de él ya que lo visitaba cotidianamente.

Nosotros desde el primer instante no dimos importancia al valor económico de un testamento ya que el dinero es asunto secundario.

Tras pasar varios años, decidimos reclamar la parte legítima que nos otorgaba el testamento de Pedro ya que necesitábamos dinero.

Reclamamos la parte que nos correspondía legalmente y aquí empiezan los problemas familiares de nuevo…

Nos pusimos en contacto con todos los familiares para llevar a cabo el proceso establecido por ley.

Llamamos a algunos familiares para informarles.

Tras muchas llamadas insistentes a todos, todos; repito, absolutamente todos aseguraban que no estaban en una situación establece económica y era imposible pagar esa cuantía que fija la ley.

Acudimos al notario para informar de la situación, éste llama a Mónica para advertir de su obligación legal de pagar a la legitima, que Mónica —y todos los herederos— firmaron estar conforme. Tras una conversación tensa, comprendieron la situación y cedieron.

Se estableció fecha y hora para realizar el trámite.

Llega el día. Vamos todos al notario.

Nosotros decidimos no vernos con los demás herederos.

Resulta que Mónica tenia la intención de estafar a otra hermana con el fin de ésta abonar una cuantía inferior.

Todos pagaron con desconsideración y por obligación…

En conclusión, el legado de una persona debe ser considerado como el fracaso familiar más grande que puede existir ya que es el alimento de los leones por lo que toda la rabia y euforia sale a la luz…

La historia perdurará en el cielo, allá donde estés; yayo.


En honor a mi madre y mi abuelo.

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