Es Mi Momento

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Es Mi Momento

Por: Sonia Ruiz Corcos

Una copa de vino ayuda a la circulación, eso dicen los entendidos. Tomar buenos caldos con moderación puede tener ciertos beneficios, como mejorar la salud cardíaca, intestinal y cerebral. Esto se debe a que contiene compuestos con efectos antioxidantes, antiinflamatorios y mejora los niveles de lípidos. Unos favorables datos científicos a los que agarrarme cuando quiero justificar mi copita de las seis.

El trabajo me tiene totalmente absorbida durante más horas de las recomendables, con la mente a cien y problemas para desconectar, sintiendo una ansiedad silenciosa que me ataca ferozmente desde hace tiempo, unida a nerviosismo y tensión.

Cada día llego cansada, estresada de toda la jornada corriendo de un lado a otro, pendiente del fijo, del móvil, el email y mil interrupciones más, pero ahora es mi momento.

Lo primero es quitar los tacones, no espero ni a llegar al dormitorio. Los saco forzados y camino descalza sintiendo el frío tacto del suelo, revitalizando el flujo sanguíneo restringido durante horas.

Cojo la carta que he escrito en el descanso de la comida y la llevo conmigo, quizá haga falta un último repaso.

Fuera recogido, el cabello vuelve a su lugar y deja de molestar libre, sin horquillas y ataduras.

Descorcho una botella de vino y me sirvo, escuchando el ruido que hace al romper contra el cristal desprendiendo aromas sin necesidad de acercarlo a mi nariz.

Sujeto la copa por el tallo y paseo hacia el baño donde abro el grifo de la bañera y añado unas sales olorosas.

Quitarme el sujetador es otro de los pocos placeres que me quedan de este mundo.

Me sumerjo en el agua caliente, junto a mí la carta y el tinto destaca inmediatamente sobre los azulejos blancos impolutos, con su color brillante de intenso rojo rubí y, a veces, reflejos violetas, aroma cautivador y sabor afrutado.

Alzo mi copa en un brindis único y exclusivo:

Por los pensamientos secretos y todo aquello que nadie sabe.

¡Por mí!

Un trago largo pasa por mi garganta, vino joven que recuerda a la fruta fresca sometida a larga maduración, y me siento como esas uvas tempranas que con el paso del tiempo han sido pisoteadas y ya nadie recuerda con lozanía.

Cierro los ojos dejando la mente en blanco e invitando a la meditación. Pensar en no pensar, ¡demonios! Estoy pensando.

Siento el cuerpo destensar ante la fluidez del agua caliente ¿Qué ocurrirá después? ¡No! eso es pensar de nuevo.

Aspiro el penetrante olor de sales de mar e imagino el ruido de las olas, mientras tomo otro sorbo, es relajante, me gusta la sensación.

Objetivo conseguido, no pienso. Solo escucho el ruido del agua, su olor me embriaga y me envuelve meciéndome como en el útero materno en una evocación nueva y muy gratificante.

Termino mi copa junto a un puñado de barbitúricos, los efectos son mágicos y precipitados, disfruto de mi último baño como un ritual sagrado de contacto conmigo misma que me retorna la paz.

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