Cuestión de rutina

Inicio / Dramáticos / Cuestión de rutina

Cuestión de rutina

Por: Javier González Ogando

Relato breve: Cuestión de Rutina

Se incorporó, como siempre, mucho antes de que sonara la alarma y, aún sin despertarse del todo, inició la rutina vespertina de los actos cotidianos, hizo los ejercicios físicos de todos los días, se afeitó, se duchó y desayunó, como siempre en el mismo orden, finalmente se vistió con la ropa de su oficio y preparó las herramientas del mismo. ¡Todo ello sin haberse despertado aún completamente! Tras tantos años de repeticiones podría haberlo hecho incluso dormido, después de todo, era una simple cuestión de rutina.

Finalmente salió de su cubículo completamente preparado, pero aún con esa misma especie de ensoñación que separa el mundo de los sueños del completo despertar y se dirigió a la parada en la que le recogería el vehículo que le llevaría al lugar de trabajo. Cuando por fin subió al mismo, ni siquiera se fijó en los rostros de sus compañeros que, como siempre, reflejaban la somnolencia que el suyo, hizo un rutinario gesto de saludo que fue respondido por parecidos gestos y algún que otro gruñido gutural sin significado concreto. Tras tantos años de practica, todos ellos eran muy capaces de seguir sin despertar del todo durante cada vez más largos periodos de tiempo. De hecho, alguna vez, él había logrado mantenerse así durante todo el día, ensimismado hasta llegar la noche y arrojarse sobre su cama todavía sin haberse despertado absolutamente para aprovechar la inercia de ese estado y quedarse dormido sin tener que darles vueltas a los hechos acaecidos durante el día.

Cuando el vehículo llegó al punto de destino, todos y cada uno de ellos se dirigieron maquinalmente a sus respectivos puestos, no había necesidad de organización, ni de toma de decisiones, pues todo estaba rutinariamente organizado desde hacía tanto tiempo que no era necesario reflexionar, ni espabilarse definitivamente para encaminarse a sus respectivos objetivos. Él concretamente se dirigió, como todos los días, a su puesto en la torre del campanario, ascendió a lo más alto de la misma y preparó su puesto, como un autómata, tal como hacía todos los días, con los mismos gestos rutinarios y la misma colocación de equipamiento, bártulos y herramientas.

Por fin, una vez cómodamente asentado, escudriñó, aún adormilado y con desinterés el horizonte. Pronto, aún a lo lejos, distinguió varias figuras que avanzaban, como a saltos, lenta y cautelosamente. Probablemente, por el aspecto general, una familia en busca de provisiones. Como tantas otras veces había hecho, apoyó el rifle con mira telescópica en el alfeizar, apuntó y disparó varias veces hasta que todas las figuras fueron quedando sin vida en tierra. Un largo bostezo le hizo dejar de nuevo el rifle apoyado sin más y, sin dejar de mirar con desinterés el horizonte, se dispuso a esperar hasta que llegara la hora de su relevo, con un poco de suerte no pasaría nada importante que pudiera sacarle de su ensoñación y le impidiera mantener ese grato perfil bajo. Después de todo, aquello era simple cuestión de rutina.

Dejar un comentario

Your email address will not be published.

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable El titular del sitio.
  • Finalidad Moderar los comentarios. Responder las consultas.
  • Legitimación Su consentimiento.
  • Destinatarios .
  • Derechos Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.

Esta web utiliza cookies, puede ver aquí la Política de Cookies