El presente texto es una explicación, utilizando la lógica y ciertos conocimientos en estadística, macroeconomía y microeconomía, de diversas razones por las que no se deberían de llevar a los niños al colegio. Se trata de una explicación sencilla, sin pretender la exactitud. Sin números ni porcentajes determinados. Una aproximación lógica.

 

 

HECHOS

 

Las leyes españolas obligan a que los niños de entre 6 y 16 años vayan al colegio de forma presencial. Las leyes españolas protegen la salud de todos los españoles. En situación de pandemia mundial, en la que España es uno de los países del mundo donde el virus más se ha propagado, las dos leyes se contradicen. ¿Y cuál es la ley que prevalece?. Por extraño que pueda parecer, es la de la obligación de asistir al colegio.

 

El Covid-19 es un virus que, por sus características, apenas afecta a los niños, pues son asintomáticos en su mayoría, siendo las personas mayores o con patologías previas las más afectadas. Pero el coronavirus también afecta a personas de mediana edad, provocándoles fiebre, dolor de cabeza y muscular, como sintomatología leve; pneumonías y trombos como sintomatología más grave; o la muerte.

 

El virus se contagia, según se ha podido comprobar, principalmente por las vías respiratorias y los ojos, propagándose a través de gotículas que puedan llegar a las vías respiratorias y ojos a través del contacto, bien sea tocándose la cara con las manos o al llegar a directamente de algún afectado (al hablar, estornudar, toser, etc.). También se ha comprobado que se transmite por aerosol, lo que significa que el virus se mantiene activo en micro gotitas que flotan en el aire y que pueden infectar a quien respire ese aire.

 

En el caso actual de que prime la asistencia al colegio, encontraremos diversos impactos, que describo a continuación:

 

 

IMPACTO EN LA SANIDAD

 

Es evidente, considerando los hechos anteriores, que hay muchos niños españoles que están infectados (debido al elevado número de infectados entre la población) y que son asintomáticos. Es evidente que los niños infectados infectarán en el colegio a muchos otros niños. Las mascarillas, geles y demás medidas a tomar por cada colegio reducirán los contagios, pero lamentablemente no impedirán un elevado número de nuevos contagiados.

 

Es evidente que los niños que se contagien en las aulas, que probablemente serán asintomáticos, tendrán muy altas probabilidades de contagiar a sus familiares convivientes, donde las medidas de contención se reducirán drásticamente, a los amigos a los que vean fuera del colegio o a los compañeros de actividades extraescolares.

 

Por el hecho de ser asintomáticos, y porque los síntomas de los adultos y ancianos suelen aparecer días después de ser contagiados, muchos niños estarán contagiando durante mucho tiempo a sus familiares y amigos, y éstos a su entorno laboral o personal, llevando el virus a un sinfín de personas que podrán ponerse enfermas. La propagación será de dimensiones exageradas y un porcentaje muy elevado de la población se verá infectada.

 

 

Cuando un elevado porcentaje de la población esté infectado, el número de enfermos será, como es lógico, muy elevado. Empezarán a surgir enfermos con diferentes patologías, que deberán ser puestos en cuarentena, junto con su entorno inmediato, y muchos de ellos deberán ser hospitalizados. Cuantos más infectados, más enfermos y más hospitalizados. Si el número de pacientes que necesiten hospitalización es muy elevado, la sanidad colapsará, no habrá suficientes camas, ni suficientes médicos ni suficientes medicinas. Esta situación sin duda llevará a un nuevo confinamiento.

 

IMPACTO SANITARIO EN LA FAMILIA

 

Las familias que se vean infectadas podrán desarrollar o no la enfermedad. Sin duda un porcentaje, más o menos elevado, lo hará. De aquellos que desarrollen la enfermedad, un porcentaje sufrirá graves consecuencias. Algunos niños pasarán a ser huérfanos, otros pasarán a tener que ayudar a sus progenitores de por vida, por las graves secuelas que el virus les causará. A algunos les cambiará la vida para siempre.

 

 

ECONOMÍA

 

Mucha gente, desgraciadamente cada vez menos por el alto nivel de paro, tiene que trabajar. Algunos de forma presencial, otros de forma telemática. Todas las personas que tengan hijos, tanto los trabajadores como los no trabajadores, y de estos últimos tanto los que trabajen telemáticamente como los que trabajen de forma presencial, están obligados a llevar a sus hijos al colegio. Es evidente que el coste económico de que los niños con padres trabajadores no vayan al colegio sería enorme, ya que habría que dar ayudas, o algunos padres tendrían que dejar de trabajar, etc. Pero hay muchos que no necesitarían tales ayudas, por no estar trabajando o porque sus trabajos se lo permiten, y preferirían no llevar a los niños al colegio.

 

 

IMPACTO EN LA ECONOMÍA

 

En caso de que se encuentre algún caso de coronavirus en el aula, todos los niños del aula se irán a casa. Como se ha indicado anteriormente, es lógico que exista un elevado número de niños asintomáticos asistiendo a las aulas e infectando a otros niños durante un tiempo, por lo que al cabo de tres semanas o un mes, se empezarán a descubrir miles de casos en los padres y, posteriormente, en las aulas. Los padres trabajadores infectados tendrán la baja obligatoria, los no infectados pero que tengan que pasar cuarentena, también tendrán la baja (pagada), o, sin baja, tendrán la obligación de no asistir al trabajo, con el impacto para empresas que ello supone. Nos encontraremos con miles de trabajadores de baja por enfermedad o en cuarentena. En caso de necesidad de confinamiento, las implicaciones económicas serán todavía mayores. Gasto en sanidad, en bajas laborales, reducción de ingresos vía impuestos sobre beneficios de empresas o autónomos y también reducción de ingresos por IVA. El impacto negativo en las arcas del Esado de las consecuencias económicas de un elevado número de infectados será, por tanto, enormemente superior al impacto negativo de las consecuencias económicas de una prevención en forma de ayudas a colegios que ofrezcan la posibilidad de no asistir a clases físicamente.

 

Para pagar el impacto económico directo, el Gobierno subirá los impuestos, de forma que la capacidad de gasto de aquellos que aún tengan ingresos se verá sensiblemente reducida, por lo que gastarán menos, lo que implicará menores ingresos para el resto de empresas y autónomos y, consecuentemente, también menores ingresos para el Estado (impacto indirecto)

 

 

INCERTIDUMBRE

 

Riesgo e incertidumbre se refieren a la probabilidad de que algo ocurra. La incertidumbre se diferencia del riesgo en que el segundo se puede medir en términos númericos o estadísticos, por tratarse de algo de lo que se tiene experiencia o datos previos. Por el contrario, la incertidumbre no se puede medir, simplemente no se conoce la probabilidad de que algo suceda al carecer de datos.

 

En el caso del coronavirus, la incertidumbre es total. Nunca en la historia de la humanidad se ha dado una pandemia de esta gravedad estando tantos niños escolarizados. Apenas se conoce el virus, apenas su forma de afectar a quienes lo alojan, no existe información sobre cómo se desperdigará entre un grupo de niños en espacios reducidos, ni en qué porcentaje se verán afectados. Con este nivel de incertidumbre obligan a todos los padres, independientemente de su situación laboral o social, a llevar a los hijos al colegio.

 

 

DE QUÉ SE TRATA

 

Se trata de tener el menor número de incidencias posibles en la salud, con el menor impacto económico negativo posible. Entonces ¿por qué obligar a toda la población a llevar a los niños al colegio de forma presencial?

 

NUEVAS DINÁMICAS

 

El inicio escolar conllevará nuevas dinámicas que deberán ser aprendidas. Se producirán un sinfín de errores en los protocolos escolares que deberán ser solucionados y modificados. Habrá decenas, si no centenares, de casos de coronavirus por estos errores, por la falta de experiencia y porque cada error afectará a un número considerable de alumnos. El inicio de curso se centrará en la salud de los alumnos y en el aprendizaje e interiorización de los protocolos, relegando el expediente académico a un tercer plano. Pero el primer objetivo, el fundamental, el de la salud, se conseguiría con un riesgo sensiblemente menor, por un lado porque los niños que no fuesen al colegio tendrían menor riesgo de verse infectados y, por otro lado, porque, al estar las aulas más vacías y siendo menor el número de niños y niñas a controlar, los que sí vayan al colegio también tendrían menor riesgo de contagio. Y cuando decimos «niños» nos referimos también a las familias que conviven con esos niños y las personas que tengan contacto directo con esas familias (compañeros de trabajo, compañeros de extraescolares, etc.)

 

 

UNA PROPUESTA

 

Mi propuesta es que la escolarización presencial sea voluntaria hasta el 15 de octubre. Habrá padres que quieran llevar a sus hijos al colegio, y otros que no. Unos que, por sus circunstancias personales o por su forma de pensar, tengan o quieran llevarlos. Otros preferirán no hacerlo. El número de alumnos asistentes se vería reducido considerablemente, siendo beneficioso tanto para los que vayan como para los que no asistan. Sería beneficiosos también para los docentes, los cuales tendrían que controlar menor número de alumnos y lo tendrían más fácil a la hora de aplicar los protocolos y modificar aquellos que se vea que no funcionan. Una vez finalizado el primer trimestre, se tendrían datos para medir el riesgo y poder tomar decisiones basadas en datos, y no en incertidumbre total.

 

¿Por qué el 15 de octubre? Porque la mayoría de los niños son asintomáticos. Al serlo y no hacer PCR diarias (algo que no tendría lógica, y menos en niños) no se sabe qué niños están afectados. El virus se transmitirá de una forma u otra (casi nada, poco, mucho, o demasiado) y llegará a las casas de sus progenitores. Éstos tardarán unos 10 o 15 días en presentar síntomas. Por tanto en entorno a unas tres semanas o un mes se tendrán datos reales de la transmisión del virus en las aulas (sobre una muestra muy elevada, no de la totalidad, y por tanto fiable). Y con esos datos se podrán tomar decisiones: educación presencial, semipresencial, grupos más reducidos, telemática o confinamiento.

 

 

¿CÓMO LLEVARLA A CABO?

 

Sería totalmente voluntario. No todo es positivo, ya que tendría ciertas consecuencias en el desarrollo social de los niños (leve impacto si se trata de un mes), en su expediente académico o en la economía familiar. Debido a la voluntariedad de la norma, las consecuencias económicas las asumirían los padres o tutores legales. También existirían ciertas desigualdades según cada centro, pero las desigualdades ya existen entre comunidades autónomas y también entre centros e incluso dentro de cada centro. Son muchas las desigualdades, no sólo físicas (cada centro tiene unas instalaciones diferentes, un número de alumnos diferente, unos docentes diferentes y unos recursos diferentes), sino también psicológicas (algunos docentes están más de acuerdo que otros en llevar mascarillas entre los pequeños, tienen mayor tendencia al expediente académico que otros, etc.). Serían daños colaterales que se habrían de asumir. El confinamiento agravaría los impactos negativos expuestos.

 

La reducción del número de alumnos en los colegios reduciría drásticamente el riesgo de contagio tanto para los que no van a al colegio como para los que sí van.

 

El impacto negativo económico de un muy probable repunte de casos entre los alumnos y sus familias, será mucho mayor que el impacto de la prevención de dicho impacto.