Ajada

Ajada

Por: J.M.C.

Me caí de la copa de un árbol, no era mi momento, pero así sucedió. Todo el pavimento estaba desierto a mi alrededor y me entró desesperación. De repente y bruscamente un viento me elevó. Envuelta en un torbellino, tomé consciencia de mi situación, el fin de mi existencia estaba cerca y no tenía control. Mi vida transcurrió cuando me vi en esa posición. Yo era una hoja hermosa entre un montón. Mi color era de un verde muy intenso y destacó. Las demás me tenían envidia por la diferencia de la tonalidad de mi coloración. Pese a todo estaba muy a gusto donde la naturaleza me colocó. Era el final del verano. Los rayos del sol se filtraban y me causaban una agradable sensación. Tan satisfecha me sentía, que los murmullos de las demás criticándome no me provocaban dolor. Ya no quedaba mucho para el otoño, la época en la que asumimos nuestro destino, desprendernos de la rama en la que brotamos y de la cual formamos un vínculo, del cual nos separaría esa estación y que por naturaleza nos traería nuestro fin, cayendo a un vacío sin control y con sumisión. Mi sino se adelantó. Mi existencia fue agradable, a pesar de que las demás no me aceptaban con agrado yo me evadía con el canto de los pájaros. ¡Qué bonito sonido, producían con sus picos!. En una ocasión me causaron temor, pues una oruga se paseó por mi cuerpo y sus picos, aquellos que entonaban melodías tan gratas , ahora me atacaban pudiendo causarme daños en mi frágil tamaño y desgarrarme sin piedad en esa lucha que nos lleva a la supervivencia de alimentarnos para sobrevivir. Ahora tirada en el suelo, añoro el silbido del viento, que se colaba entre las ramas y me causaba tal placer con sus caricias o la lluvia que me bañaba y me dejaba una agradable sensación después de caer sobre mí como una cascada de bienestar, llevándose con su manto todo resto de aquello que se posaba sobre mi diminuta forma existencial. Fui testigo de muchas historias… pero lo que más me gustaba era la risa de los niños. ¡Qué sonido más bonito! La risa de esas pequeñas criaturas te envolvían y te hacían sentir que formabas parte de algo muy especial. Lo contrario eran los llantos , me causaban una desazón y una tristeza que me acongojaban. No me gustaba nada. Se acercan unos pasos y aquí languidezco expuesta a todo. Me pisotean sin miramientos, me siento insignificante. Antes nunca fue así. Formaba parte de un todo en mi universo. Sigo aquí, desesperada a merced de nuevos acontecimientos. Siento que la vida se me escapa y la realidad es que siempre estuve sola. Fui feliz donde nací. No conocí el amor, por eso no lo extraño, simplemente existo y cumplí con mi cometido formar parte de un todo, algo placentero para mí y que transmitía al mundo que pertenecía. Los días pasan y siento como todo mi ser se contrae, El sol que antes me envolvía en un abrazo cálido ahora me quema. La lluvia ya no es agradable, me martillea y me debilita. Todo ha perdido ese sentido por el cual estaba aquí . Y pasan más días , me consumo poco a poco. De pronto, algo me hace revivir. Oigo un sonido a lo lejos que me es familiar. ¡Han vuelto! Las risas de los niños me siguen en mi desenlace. ¡Qué felicidad! Ahora siento que no estoy sola , el sonido más bello me acompaña en mi final. Siento un sentimiento extraño. Me siento elevada.

Es como si hubiera vuelto a la rama. Alguien me observa y me susurra y se hace la oscuridad.

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