Un Nuevo Comienzo

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Un Nuevo Comienzo

Por: A. Sánchez

Me sentía como Ana Frank en “la casa de atrás” … solo que el enemigo que me buscaba no eran los alemanes, si no un maldito virus y no llevaba una estrella amarilla de identificación, si no una mascarilla que cubría la mitad de mi rostro y mi diario no era un cuaderno lleno de hojas en blanco que esperaban para ser escritas, si no unos guantes de látex, los cuales debía llevar si quería salir de casa.

De la noche a la mañana mi vida cambió, la mía y la de todos, y es cierto que no podía compararse con una guerra creada por el hombre en la que los disparos y bombardeos avasallaban la ciudad, esta vez sí era una guerra, pero una guerra pandémica a cuyo enemigo no le hacía falta disparar balas para matar, sus balas eras invisibles y esquivarlas era el reto de la humanidad.

Me cogió lejos de casa, lejos de los míos, la crisis económica anterior que había azotado al país me había hecho marchar para trabajar en algo que ni siquiera me gustaba. Vivir en un apartamento de 30 metros cuadrados siempre me había agobiado, pero ahora, encerrada como pájaro en jaula, como chimpancé en zoo, como tigre de circo, me sentía totalmente devastada.

Sentada en la ventana con una taza de té caliente viendo la lluvia caer me preguntaba si estaba llevando la vida que soñé, estaba tan ajetreada, sumergida en las prisas de la ciudad, que no me había dado tiempo a pensar, hacerme esta clase de preguntas que ojalá me hubiera hecho hace unos años.

Ahora en la soledad y tristeza de estar sola y encerrada me había percatado de que vida solo hay una y que no me gustaba la forma que tenía de llevarla…

Cientos de preguntas interrumpían mis pensamientos por momentos; ¿De verdad un virus es lo que me haría preguntarme qué quiero en mi vida? ¿Y mis seres queridos estarán bien? ¿Me echarán tanto de menos como yo a ellos?

Siempre pensando en el futuro, trabajando para tener dinero, comprar una casa y formar una familia, qué estupidez, amasando el ahora solo para la creación de un futuro, sin ver más allá, sin percatarme de que no había futuros, ni perfectos ni soñados. El futuro era ahora el presente, era este preciso momento, era cada instante que había desaprovechado por las prisas, por quimeras, por utopías…

Qué terrible la llamada de aquel lunes 13, un familiar había sido infectado, qué incertidumbre cuando no sabes nada del enemigo, qué impotencia cuando estás paralizada entre cuatro muros como si de unas tierras movilizas se tratase y a cada movimiento que quieres hacer para salir a la superficie me sumergería aún más…

Había intentado construir una vida que ahora carecía de importancia, ¿Qué era una vida lejos de tu entorno y tu familia? ¿Qué carajo hacia yo aquí? ¿Acabaría todo pronto para tener otra oportunidad y replantearme todo?

Los días iban pasando, las noticias empezaban a hacer mella en mí, las llamadas con mis padres eran cada vez más largas, fingiendo estar bien, reír delante, para más tarde colgar y echarme a llorar como si de una niña de parvulito se tratase.

Cuando se produjo el alta a los 20 días de mi familiar, sentía que la vida me estaba empujando, veía una gran multitud de caminos a escoger, sólo tenia que avanzar… tenía claro lo que quería hacer cuando saliera de estas malditas paredes, pero ahora no podía seguir viniéndome abajo, estaba decidida a mantener mi mente ocupada…

Yoga, ejercicio con cualquier cosa que encontraba por el piso, meditación, buenas recetas y la satisfacción de ser afortunada por tener al otro lado gente que me apoyaba. Tenía que ver el lado positivo, tenía tiempo para pensar y recapacitar en todo lo que había dejado de hacer, en todo aquello que no había echo nunca, y lo más importante ¿Qué estaba aportando yo a la sociedad? ¿Podría dar un giro y hacer mucho más por el resto de lo que hasta ahora había hecho? la respuesta fue rotunda, ¡Sí!

Ahora el virus se aleja, aunque por dentro tenemos el miedo de un rebrote, cada día avanzamos hacia nuevos comienzos, por fin puedo volver a casa, a una vida más sencilla pero la que me hace feliz, a plantar el huerto con mi padre, a disfrutar de los míos, y sentirme mejor por intentar hacer algo por los demás y por el planeta; Limpiar playas y pantanos de suciedad, hacer horas de voluntariado en las residencias de mayores, las cuales tan afectadas se han visto, renunciar al uso de determinadas materias que contaminan, donar sangre, hacer por el mundo y por otros de forma altruista, en definitiva “estar”, poner mi granito de arena que, junto al resto, harán un nuevo comienzo

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