Las 8

Las 8

Por: Pedro Alonso López

Las calles no suenan estos días, ni sufren las pisadas habituales. Nuestra vida se ha convertido en un confinamiento en torno a cuatro paredes con ventanas y algunos con suerte con vistas a un jardín o una terraza. Pasamos el día encerrados como si hubiésemos cometido un delito y estuviésemos pagando la pena encerrados en nuestra casa, que bueno, al menos es nuestra casa.

Cuando me acuesto, siempre pienso en poner el despertador un poco antes para que mi rutina cambie y tener la cabeza ocupada en algo diferente y divertido que hacer al día siguiente, pero me puede lo obvio, me he acostumbrado a lo mismo. Llevaba tanto tiempo gozando de otra manera de hacer las cosas que hasta lo que vivo ahora me complace.

Ya casi no queda café ni esa mermelada de cerezas que tanto me gusta. Rebusco en los cajones por si de casualidad hubiera alguna caja de galletas que me traje en alguno de los muchos viajes que pude realizar el año pasado. No ha sido hace tanto pero ahora me parece una eternidad. Lamentablemente solo queda la caja hermética de recuerdo.

Así que acabo tomando lo de siempre, unas tristes madalenas con una taza de leche y una cucharada de cacao que disimula un poco el sabor. Diez minutos me bastan, me levanto rápidamente de la silla y marcho a la ducha. Me visto y me preparo como si fuera a salir, pero rápidamente me acuerdo que hay un bicho ahí fuera esperándome así que creo que hoy tampoco voy a salir.

Cojo el teléfono, 125 mensajes sin leer y 20 correos. Me da pereza contestar ahora, siempre es lo mismo, las malas noticias, un resumen de la prima de riesgo, el número de contagios del día… Borro todo y me pongo a limpiar. Qué brillante está la casa, hacía tiempo que no la veía así. De fondo me entretengo con la música, tengo que cambiar de emisora, siempre suenan los mismos.

Creo que voy a empezar esa tercera parte de la novela que lleva tanto tiempo en mi mesilla y nunca me animo a abrir. Me siento en el sofá. No sé cómo lo he hecho pero ya es mediodía. Venga, aguantaré un ratillo y en nada me pongo a preparar la comida. Empieza fuerte el libro, no llevo ni quince páginas y ya ha habido un asesinato…

Reconozco que el género policiaco es uno de mis favoritos y aunque no sea lo más divertido del mundo en este momento me relaja. Caramba, ya estoy en el capítulo 4, bueno por hoy basta que si no en nada lo termino. Creo que es la hora de poner un rato la tele a ver qué encuentro. Debates, más debates, un programa de recetas, la repetición de la final del campeonato de natación 2016. No me convence. Ah sí, juraría que había dejado pendiente la serie esa americana sobre periodistas que me habían recomendado. Venga voy con ella.

Cojo el mando, busco en mis favoritos, me llego por el capítulo 3 de la segunda temporada. A ver si por fin pasa algo nuevo que no avanzan en la trama, quieren dar alguna noticia buena, ni que se basaran en la realidad. Anda, no me había fijado que es capítulo doble, bueno pues habrá que ver el cuarto también que me quedo con las ganas.

Me llaman, doy al pause, bueno será por tiempo, luego sigo. Es mi amigo Juan, nos tiramos un buen rato, hay que ponerse al día aunque mucha novedad no tenemos, lamentablemente. Su empresa le ha hecho un ERTE, así que anda fastidiado en casa. Trato de animarle, yo estoy en su misma situación. Hay que ser positivos.

Se nos ha ocurrido probar la nueva aplicación ésta que han sacado, las video llamadas de grupo, se lo vamos a decir a los del equipo de fútbol, que ya que no podemos jugar al menos nos vemos las caras. Estará gracioso.

Pero bueno casi que mejor otro día que mira ya la hora que es. Quedan 10 minutos para las 8. Hay que salir a aplaudir. Por los sanitarios de este país. En mi bloque no somos muchos, apenas 15 vecinos pero enfrente sí que tienen una buena montada. Todas las tardes se inventan algo nuevo, ya he visto diez coreografías diferentes y me sé sus bailes de memoria, cómo se lo pasan.

En cambio, a esos del bloque gris apenas se les ve ¿Estarán bien? Ni a regar las plantas se asoman, se les van a marchitar, y eran bien bonitas las petunias y esas rosas que habían plantado. Si por algo me gusta que lleguen las 8 es por el vecino ese encima de la óptica, vaya vistas que tiene, qué suerte. Su balcón es bien grande, ahora es cuando echo de menos no habérmelo pensado mejor y comprar esa casa, pero bueno…

Terminan los aplausos. Hoy parece que ha salido más gente, será que hace mejor. Me voy preparando que al menos puedo ir a tirar la basura, no está muy llena la bolsa pero necesito respirar un poco. Bajo andando las escaleras, así hago algo de deporte. Hay que ver la cantidad de gente que tiene perro. Pero si en este barrio antes no había mascotas, de dónde han salido tantas ahora… Alzo la mirada buscando a ver si encuentro un contenedor al final de la calle, así al menos puedo recorrer más metros. Sí, hay uno a la izquierda, frente al quiosco, parece nuevo. La verdad es que ya tocaba que lo cambiaran. El de antes casi ni abría cuando pulsabas la barra. He aprovechado y he traído otra bolsa con los papeles y el cartón, que cada una tiene el suyo. Están bien llenos, esta mañana no han recogido o la gente acumula mucho en su casa…

Doy la vuelta ya rumbo a casa. Hombre, por fin ha abierto el del kebab. Pues mira, se me ha antojado uno que hace tanto que no lo tomo que un pequeño capricho viene bien. Me dice que sí que sirve pero solo para llevar, nada de quedarse en el local y que me lo prepara él, que no entre. Le digo que añada unas patatas también y un refresco. Es el precio de siempre, me alegro tanto de cambiar la rutina de comida que creo que va a ser el mejor kebab que pruebe en mi vida.

Me lo prepara en una bolsa y lo deja en la puerta con una bandeja con el ticket para que ponga el dinero. No ha subido de precio, qué bien. Me despido de él y miro el móvil. Ya son más de las 9.30. Pues al final me he estado un buen rato…

De camino a casa veo me salta una alerta en el teléfono que dice que pronto se van a permitir los paseos de una hora. Sonrío. Pero yo ya soy feliz… tengo mi kebab.

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