La Distancia

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La Distancia

Por: Miguel Stono, El Correo del SARS

Ya empiezan a echarse de menos los últimos abrazos. Ya empiezan a olvidarse los saludos
con besos en la mejilla. Ya se han olvidado los arrumacos. El vacío lo ocupa todo. La
maldita distancia de seguridad. Un metro, un metro. Qué larga la distancia. Todo parece
olvidado, el contacto se ha marchado montado en un decreto. Será recordado por mucho
tiempo este dichoso decreto como el de la distancia.

No es ancha, ni larga, ni fuerte la distancia. Es vacía. Como el hueco que vemos cada
mañana en las calles. Como el dolor que se clava en el pecho cuando lo piensas.

Mas no quiero ver lo negro sino también el arcoíris y estoy guardando en una cajita los
abrazos, el apretón de manos, una a una para cuando se abra la caja de Pandora de la
libertad los tenga ordenados y pueda ofrecerlos sin recato. Porque no hay que callarse los
“te quiero”, ni los no “te olvidaré”, ni los abrazos. Ahora nos damos cuenta de que había
que regalarlos porque en cualquier momento podía venir la parca a cortarlos.

No nos dábamos cuenta de la prisa que teníamos por llegar a ninguna parte. Por alcanzar
lo más lejano. Ahora, después de este guantazo en toda la cara, tenemos que quedarnos con
las telarañas de lo cercano. Ironías del año gemelo que nos ha traído, trecho, espacio,
desafecto, discrepancia, frialdad, desapego, disparidad. Todo a la vez y de golpe. Y lo
estamos rematando con lo tóxico, contaminando la convivencia digital escupiendo en la
cara del que piensa distinto de nosotros. Regalando frases de ira, de odio.

Que me importa tres leches que opines distinto que yo. Es lo normal para eso se hizo el
mundo diverso. Pero guárdalo para mañana cuando el pájaro de la libertad vuele bajo y
las calles se llenen de vida. Si crees que este gobierno lo está haciendo mal llegará un día
que habrá que votar y entonces es el momento de echarlos. Para el odio no hay médicos.
Como dice un amigo mío cuando cuenta el chiste del que busca en la clínica el médico
del odio. Ese odio que ahora más que nunca en la reclusión de una casa reverdece como
la primavera. Es lógico, es sano, es si me apuráis hasta natural que las personas
discrepemos. Yo el primero. Pero lo que ya no es tan sano es sembrar las redes que es lo
único que nos mantiene conectados con la toxicidad de unas ideas extremas que alientan
en unos y otros la distancia.

¿Queremos la distancia? ¿Queremos el espacio, desapego, frialdad, trecho y demás
sinónimos que lo, contemplan? ¿De verdad queremos todo eso?

A los que tienen su corazón lleno de odio les digo que para eso no hay UCIS que lo
contengan, que no hay hospitales de campaña, que no hay equipos EPI que tanto oímos
ahora.

Ahora que deberíamos unirnos más nos estamos separando. En la calle por obligación,
por decreto y en la casa por ideas y por liderazgo.

Como dije en mi anterior reflexión, elaborad un poquito de suriv al curry y comerlo a
diario. Con esto conseguimos un doble objetivo: hacer un poquito de dieta que nos viene
muy bien (si no nos hemos comido ya todo el papel higiénico) . Y de camino nos
acercamos más al ritmo de resistiré o de la canción que queráis. Porque hay una distancia
que salva y hay otra que nos va matando. Hay un trecho grande y profundo incluso en lo
virtual. Hasta mañana y cuidaros mucho. Hay que cuidarse para cuidar a los demás.

Abrazos virtuales.

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