¿Dónde Nacen los Héroes?

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¿Dónde Nacen los Héroes?

Otra noche más. Otra, en la que mi cabeza acaba aplastada contra la almohada, mis
cansados huesos buscan su merecida recompensa haciéndose un hueco entre las mantas de
mi destartalada cama. Mientras, mis ojos se clavan como es habitual en el segundero de un
reloj que ha dejado de cumplir con su trabajo para convertirse en un emisario de malas
noticias.

Hipnotizadora melodía la del suicidio de sus segundos, tic, tac… tic, tac…, esa
torturadora melodía de cada noche telonera de mi extraña manía de hacerle una estúpida
pregunta a un ladrón armado de manecillas. Sé que suena de locos hablar con un reloj, pero
más locura es desperdiciar esos segundos que van muriendo en cada uno de sus Tic, Tac…

Hoy he tenido una Jornada abrumadora, de esas, en que lo único que piensas es no
querer pensar. En la calle se respira un aire contaminado por el miedo de una sociedad que
en jaque por un virus se ha visto obligada a reflexionar que nuestro dominio sobre lo
natural solo es un efímero sueño, y ya se sabe que aquél que vive de sueños acaba muriendo
de decepciones. Donde hemos aprendido que el verdadero valor no está en el precio de una
etiqueta, sino en el calor de un abrazo. Cada uno aprenderá algo de todo esto, donde sacará
sus propias conclusiones, no quiero explayarme en lecciones de vida, cada uno que la viva
como le dé la gana. Yo he aprendido algo de toda esta situación, y es que no hay cosas
imposibles sino personas incapaces, y las personas que hacen cosas imposibles se les
llaman héroes. Esa es mi pregunta de esta noche ¿Dónde nacen los héroes?, ¿lo harán desde
el cansancio de las largas jornadas laborales?, o ¿de sus uniformes blancos, azules o rojos?,
quizás de aquellos que lo arriesgan todo para darles ese todo a los demás sin pedirles nada a
cambio. A lo mejor lo hacen al querer cambiar el destino de esas miradas que se apagan en
el desespero de un optimismo traicionado. Puede que de la inquietud del grito de aquel que
no es escuchado, o de la lágrima del que se ahoga detrás de un cristal viéndose obligado a
dar un último adiós. Sigo queriéndolo saber. Maldito reloj plebeyo del tiempo, ¡contéstame!
porque solo respondes lo que ya sé, cuando un día decidiste pararte para arrebatarme a mi
héroe.

¡Maldito reloj!, ya que no quieres responderme, quieres que te recuerde a donde los
envías cuando decides parar. Al olvido. Al olvido de una caótica cifra que engrosa una lista
que suma en impotencias y resta en esperanza. A una fría estadística que nos muestra la
verdad de una realidad que nos golpea. Una realidad que nos envía castigados a pensar a
ese rincón del confinamiento más absoluto de nuestro interior obligándonos hacer examen
de conciencia para aprender que un héroe no nace en un solo día. Tampoco nacen de esos
canales de tv que nos saturan a informativos casi insultante que rayan la frontera del morbo,
ni nacen del capricho de un virus que de repente haya decidido jodernos la vida.

Dame la respuesta antes de que vuelvas a pararte en el reloj de otro héroe. ¡Dímelo!,
¿de dónde nacen?

Nacen de retarme, del sacrificio diario de cumplir con la rutina de un deber. Nacen
del esfuerzo constante del querer ser mejor persona día a día, dedicando el tiempo que les
obsequio para compartirlo con aquellos que lo necesitan. Nacen de los que quieren vivir
esos segundos que tú ves morir cada noche que me observas.

Antes de que te duermas, decirte que yo no envío a nadie a ninguna caótica lista de
olvidados, pues yo no poseo esa capacidad de decidir quién es recordado y quién no, eso es
propio de vosotros, los cuales habéis olvidado durante vuestro día a día a esos héroes que
hoy recordáis con aplausos desde un balcón.

Deseo que aprendan a valorar mi regalo más anhelado, pero sé que volverán a
olvidarme estando seguro que muchos me volverán a malgastaran en hacer planes absurdos
mientras mi esclavo más fiel el que me representa con su simple tic…tac… no se detendrá.
Si es más, o menos tiempo el que les doy, no es de mi decisión, será mi otra amiga, la que
puntualmente acude fiel a su cita. Ella elegirá ese momento del para quién debo detenerme,
y también ella elegirá el cómo.

Ahora descansa, mañana volverás a retarme.

David Rodríguez Afonso

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