Conversaciones Serias

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Conversaciones Serias

Por: Benemérito

Víctor mi buen amigo es una persona escéptica y, ya con eso, hablar de él, es el punto de partida de alguna conspiración mundial que atenta contra la libertad de vida, pensamiento y el derecho sagrado de ir al baño, con un cigarrillo en mano y la revista con los últimos acontecimientos del tan esperado reencuentro de RBD, grupo musical mexicano, del cual es fans enamorado de Cristian, uno de sus hermosos integrantes.

Pues bien, en esta época de Covid-19, que nos mantiene como esos periquitos de hermosos colores que encerramos en jaulas espléndidas, equipadas con columpios, residencias individuales, áreas de estar, parque de recreación, área de comida y bebida y todo un sinfín de comodidades, no queda más que alegar que mi amigo denuncia ante la opinión pública, en este caso yo, que las acciones de oprobio del gobierno gringo o chino, dan igual, los dos son imperios, están detrás de una maniobra que prevé reducir la población mundial (que tanto daño le ha ocasionado al planeta) y generar un nuevo orden económico, que subyugue los esfuerzos hechos por otros estados soberanos, autónomos y llenos de corruptos (dignos de ellos).

“El Covid-19 no existe, bueno, siempre ha existido, pero las consecuencias de este momento se debe a un plan que denominó: Todos vamos a morir irremediablemente”. Con esta afirmación, Víctor, mi amigo, fans de RBD, inicia su exposición, excepcional,
llena de hermosos artilugios de oratoria y sobre todo, basado en hechos concretos, fehacientes y comprobables.

Ante mi mirada atónita, continúa el relato, que más que una exhibición de palabras armoniosas, es una tesis de maestría de cualquiera de esas universidades, que ostenta prestigio internacional, y que, solo conocemos en las películas de Porkis, American Pie y Se busca Novia. Es evidente, que con estas referencias, ya habrán indagado en nuestras edades, pero no, nada más lejos de la realidad, aunque no lo crean, parecemos de 50 años, pero solo tenemos 24, entrando a 25, y con la dicha que nos dio el creador, de ser hermosos, atléticos y con una cabellera digna de esos surfistas que aparecieron en la película de Punto de Quiebra, pero no la de Edgar Ramírez, no señor, la de Patrick Swayze y Keanu Reeves.

La disertación continúa y, yo, amante de la buena charla, comienzo a sumarme a su causa, mientras abro una botella de Ron Cacique y busco dos vasos cortos, dos, porque el Covid-19 no existe, pero no está de más tomar precauciones. En el primer trago, me interpela, acerca de mi creencia inefable en mis collares, escapularios y cuanto perendengue y baratija aun me cuelgan en el cuello. Le contesto, con más determinación y grandilocuencia que con certero entusiasmo, que ese comentario no tiene nada que ver con la conspiración y, el riposta, siempre dueño de sí y magnánimo con su oratoria: Por esa mierda es que nos tienen jodidos los gringos y los chinos, por pendejos creyentes.

Con el segundo trago, ya la conspiración toma otro matiz. Se yergue mientras aduce que una de esas mujeres, que lo acompañaron en la vida (y muerte), pudo haber estado infectada del Covid, pero no el 19 sino el Covid originario, el que siempre ha existido, y que aparece reflejado en las virtudes de los aerosoles limpiadores, esos que no dañan la capa de ozono. Yo, quien escucho con atención y que siempre estoy ávido de nueva información, permanezco callado, modesto, digno y hermoso sirviendo el tercer trago, a la espera de ese nombre, ese ser, esa mujer que él bien sabe quién es, pero con la voz entrecortada, me dice: que mierda tiene que ver esto con la conspiración mundial y yo, ausente en ese instante de incertidumbre, le hago una señal de compromiso, inexpresivo y vulgar, acompañado de unas palabras: Te tomas el otro.

Con el quinto, sexto y séptimo trago seco, la conversación sufre un giro inesperado, así como la telenovela Teresa, si Teresa, la virulenta, la inescrupulosa, la infiel y siempre bella, que buscaba en los hombres la dicha y felicidad que le negaron. Víctor, más calmo y lacónico, me dice: Y si todo es verdad, y si es una realidad palpable, que el Covid-19 sí existe y no es una conspiración mundial. Aterrado contesto, no lo sé gran maestro, sin embargo, es más divertida la confabulación y el riesgo a morir en manos de líderes mundiales que de una gripe mal curada.

La plática continuó, por el mismo rumbo con que se inició. Las palabras reafirmaban cada vez más que las mujeres son las culpables de todo. Ya con dos botellas y media de Cacique en el cerebro, no queda más que buscar responsables, no recordábamos mucho el tema central y nos dispusimos a escuchar música. En cada pieza, un comentario nos llevaba a la época donde el Covid-19 no existía, luego los argumentos rigurosos de por qué tantas equivocaciones y, la respuesta certera al unísono: los chinos y los gringos nos tenían ciegos, jodidos y alienados, por eso estamos donde estamos.

Al fondo Ismael Rivera grita con desespero que es el incomprendido, mientras yo a través del fondo de un vaso corto, veo a mi amigo, Víctor, encantador de serpientes, sublime orador, promotor de discusiones circunspectas y de profundidad, decirle a una
pared blanca, llena de huecos y con manchas de zancudos muertos en acción: Por qué tu no me crees que es una confabulación mundial en mi contra, eso del Covid-19 no es más que un artilugio para que yo no salga a verte y a decirte que te quiero, ¡qué te pasa amor yo no estoy borracho!

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